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Corriente El rincón insólito

Rincones insólitos: Accesorios él/ella

En la colección de objetos insólitamente útiles no pueden faltar éstos, diseñados estereotípica y especialmente para quienes a última hora no saben qué obsequiarle a su pareja:  Teclado para ella, que porque necesita que le hablen en su idioma… y Teclado para él, que para ver si es tan salsa.

Sin duda un elemento moderno y original para la mujer y el hombre del tercer milenio que saben que la igualdad de los sexos es tan profunda como sus diferencias.

Solicite el suyo a tiempo para esta Navidad, porque seguramente se agotarán. A pesar del precio.

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Corriente Explicaciones Inspiración pura

Las coincidencias de la vista (III y última)

Cuando por fin pensé que me había resignado a ser para siempre amigo de los ojos de vidrio, los “avances de la ciencia” me llevaron a la consulta de nuevo. Luego me hice estudios y me propusieron prótesis y operaciones. Por supuesto me mandaron al diablo para la cirugía láser, pero me dieron otras opciones. Yo me negué, apoyado por uno de mis oftalmólogos de siempre, miope también, y orgulloso de sus anteojos que le habían permitido operar con éxito a miles de pacientes.

Después me di cuenta de que no era más que una larga y tonta defensa, para dejar que mis ojos dieran hasta donde fuera sin ser intervenidos. Me hice a la idea de que eso no iba a cambiar, al menos no para bien. Seguí leyendo y escribiendo; compraba mis libros y películas favoritas y corría a los estrenos de cine y escribía palabras y más palabras pensando que tal vez sería lo último que vería o leería.

Un día, mi otro oftalmólogo me dijo: “Mira, acércate a ver esto”. Al principio me pareció que mostraba un par de recortes de uña para ponerme a prueba, pero como mi ceguera y mi imaginación me habían hecho ya ese tipo de jugadas muchas veces, puse un poco más de atención.

El mentado “procedimiento quirúrgico” que me enseñó se centraba en unos como miniparéntesis “que se insertan en la córnea para blablabla…. y entonces el ojo ya no tiene punta y bla bla bla… y vas a ver qué bien vas a ver”. Yo no entendía mucho, porque pensaba que en vez de fulminar mi ojo con un rayo láser le iban a meter cuchillo. Y así como el láser suena a siglo XXI, el bisturí me recordaba a Jack el destripador y a Naranja Mecánica.

Al  final,  me dijo, el ojo se ve normal, y los implantes “biónicos” pueden ser excelente tema de conversación. El cambio en la visión hace que un ojo con, por ejemplo, 15 dioptrías físicas, termine con dos o tres, que es como pasar de la ceguera total a una visión que no será de águila, pero impide confundir a la novia con la suegra, permite usar lentes de contacto blandos, e inaugura un campo visual que incluye objetos y sujetos más interesantes que yo mismo, mi nariz y mis zapatos. Bueno, eso digo yo.

Hoy mis “últimos” anteojos descansan en lugar de honor junto a la computadora, mientras trato de no pensar en Joyce y Borges y Homero y Sartre y Pulitzer y Milton y Quevedo (y Diana, quien me envió un correo que disparó todo este rollo). Argh, quisiera ese talento, para ya no tener que preocuparme.

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Explicaciones

Para abuelas voladoras y otros sin alas.

Para hacer el pan de natas consígase los siguientes ingredientes:

– 1 taza de harina de trigo

– 1/4 de kilo de natas, desas de rancho vendidas en alguna panadería de panchinoybisquetscalentitos

– 1 taza de azúcar, morena de preferencia

– 5 ó 6 huevos, según vea si la masa estás espesa o aguada

– Una cucharada de royal o polvo para hornear desas para ponerle el azúcar al café; no se confunda, cucharada chica.

Cómo se le hace:

– Revuelva todos los ingredientes en un bóul o recipiente lo suficientemente ancho, profundo y resistente para meterle batidora con mucha fe

– Dele dele dele con la batidora hasta que tenga una masa bastante elástica y término medio entre el aguado y espeso. Si nota que está muy aguada, agregue harina pa corregir; si está espesa, métale otro huevo

– Retire los globos de la batidora, y si hay alguien cerca, alárguele uno de ellos y vean quién lo lame-limpia más rápido. Si no tiene a nadie cerca, acérquese una ranitidina, embucháquesela y después proceda a lamber ambos globos hasta dejarlos rechinando de limpio

– Unte mantequilla en su recipiente horneable favorito (sea de silicón, lámina, cristal, molde milagro, etc y enharínelo encima con unas dos cucharadas de harina

– Vierta la mezcla en el recipiente y hornéelo o cuézalo a fuego lento. Yo por ejemplo, uso molde milagro y lo dejo con las ventanitas cerradas los primeros veinte minutos; después le abro y lo dejo hasta que evapora toda el agua. Para saber la hora en que está listo, meta un cuchillo en el pastel y si sale limpio, retire del horno, fuego, lumbre o lo que resulte. Eso será más o menos a los 30 minutos de haberle abierto las ventanitas.

– Espere a que enfríe, desmolde y disfrute.

Pal chocolate abuelita, no hay receta.
Salud y que lo goce.

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Corriente Explicaciones Inspiración pura

Las coincidencias de la vista (II)

Hace unos cuantos años intenté usar lentes de contacto, de esos que son como un pellejo con rayitas para dar la ilusión de otro tono.

¿El color? Ni azul, ni gris, y (por supuesto) violeta menos; lo que quería era divertirme, no parecer una especie de mutante borracho (el pretexto fue una fiesta de disfraces). Me decidí finalmente por el verde, con el que ya me sentía cómodo y acostumbrado. Aunque el color “se me veía bien”, mis ojos, sin sus fondos de botella, eran tan de adorno como los pellejos coloridos. Allí acabó el experimento.

Después llegó el ultimátum: lentes de contacto rígidos, o transplante; de láser, ni hablar. Se supone que un  minicontacto detendría la deformación en el ojo izquierdo, que amenazaba con agravarse. Pero no me pude adaptar: aunque los usé algunas veces, sentía un chirrido, algo en los ojos como arena después de jugar todo el día en la playa. Además, ni hablar de salir a la calle o manejar con ellos, porque nunca aprendí a quitármelos con facilidad, así que después de usarlos parecía salido de una pelea de box, del velorio de mi mejor amigo, o haber intentado extirparme los ojos con una cuchara. Entonces los dejé secar en su estuche plano y volví a los lentes de siempre, un poco más delgados (y sin armazón de pasta) porque ya había evolucionado la tecnología.

Había (y hay) cosas imposibles, como bucear, por razones de equilibrio más que de visión, pero sin vista ¿cómo admirar los peces de colores? …mucho menos perseguir sirenas. Al nadar sin lentes me entró la angustia porque no veía bajo el agua. Pensé que el mar me iba a tragar y que algún tiburón miope me podría confundir con su cena mientras yo, pensando ver a un delfín, me acercaba para tomarlo confianzudamente de la aleta. Los defectos oculares pueden ser paralizantes para la vida, pero no para la imaginación, que es la vista alternativa de los miopes. (concluirá)

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Corriente Disculpitas

And the winner is…

snif. nos lo ganamos
snif. nos lo ganamos


Well, first and foremost I would like to thank, in behalf of my partner in pighole and I, to all our good friends and family members, whom have stuck with us through this mischievous adventure.

After finishing what has been one of the most exhausting projects I have been involved, I finally return to my eagerly missed routine; and for my great amusement, I found we have been awarded with a very special award.

I am not sure if we are worth this honor. I accept it, though, because no one sane can refuse a gift, for as Descartes said: “a cheval regalé, ne pas se le voyé le dient” -I’m not sure such guy said that either-

Anyway, thanx, luv, we will keep up our work, to feel we are worth even your mention.

Moved ’till tears,

Alberto.

—————– Traducción, pa que mentiendas—————–

Osea, si.
Al chile gracias por el premio notienequeverrr. Gracias a toda la gente bonita que ha seguido sintonizada en esta pocilga, y ha seguido participando con sus amables y sobre todo finos comentarios y observaciones.
Me reitero a sus apreciables órdenes sintiendo como que el contenido de mi colon y circuitos vecinos se desalojan súbitamente, además de que los ojos se me mojan y más que todo, casi chillo.

Osea, gracias, más que nada.

Alberto.

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Corriente Explicaciones Inspiración pura

Las coincidencias de la vista (I)

Soy una de esas personas que nacieron miopes, provisto de ideas inciertas acerca de cómo funciona eso de ver la realidad. La familia dice que me pusieron mis primeros lentes a los siete años, pero yo recuerdo que fue después de una operación a los ocho cuando se convirtieron en mis compañeros.

A eso debo (digo yo) la pequeñez de mis ojos, que cumplen su cometido a pesar de que parecen ocultar la mirada más que facilitarla. La verdad es que desde antes me había aficionado a la lectura, y los lentes me dieron el pretexto perfecto para cultivarla sin pudor alguno y con voracidad tan creciente como mis dioptrías.

Los lentes eran pantalla y refugio para mi timidez ante los múltiples apodos que reciben los niños con anteojos. Eso antes, porque ahora todos los escuincles traen lentes y hasta los gozan. Yo, a pesar de los apodos, gocé un poco los lentes por ser casi el único que los usaba, igual que zapatos ortopédicos y peinado con raya a la izquierda.

El asunto es que si en aquel entonces alguien me hubiera propuesto prótesis, más operaciones, lentes de contacto, ojorrobot, yo hubiera aceptado de inmediato; sobre todo porque para mí el hospital era un lugar de trabajo y sanación, no un sitio lleno de miedos y dolores, y no tanto por odiar los lentes. Luego llegó un momento en que ya no pude entender mi vida sin esos anteojos de pasta, con vidrios de ligero tinte verde y estilo fondo de botella.

A veces me preguntaba cómo sería usar lentes oscuros y ver todo negro, aunque me decían que también ayudaban a ver mejor, que filtraban los brillos. Yo asentía sin entender, porque me daba por contento con distinguir los rasgos de mis seres queridos sin confundirlos con otras personas, cosa que alguna vez sucedió. Me preguntaba qué tan gruesos llegarían a ser mis lentes antes de tener que usar no bifocales, sino binoculares… ¿Alguien dijo transplante de córnea? (continuará)

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Corriente El rincón insólito

Rincones insólitos: Un recuerdo para siempre

Para conmemorar el inicio del segundo centenario de este su chiquero predilecto, nada mejor que un diamante.

Esta vez, la tecnología ha encontrado una manera digamos especial de conservar las joyas de la familia… o algo así. LifeGem. Para amores de 24 quilates.

Con este rincón insólito, la pocilga regresa a su programación habitual.

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Happy-Happy Joy-Joy Marranadas

100

Dale clic a las imágenes así como van. Alberto

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Las plenitudes (in)conscientes

Los cerdos no tienen glándulas sudoríparas, por eso se quitan el calor revolcándose en el lodo. Para los demás mamíferos, sacudirse la tierra y quitarse el lodo es algo instintivo, sobre todo al sentir que se endurece y, secándose, nos inmoviliza.

Igual que los seres humanos, el chanchopensante sabe que, después de jugar en la tierra, darse un buen baño es placentero, educado y necesario, aunque desde que era solamente un lechoncito descubrió que también le gusta la arena, a pesar de que es más difícil quitársela de encima. (Diálogos con Linneo)

El ChanchoPensante fue… una ocurrencia cierta, más que presunción o genialidad. Definirlo es como estar entre cronopio y fama.

Hace como tres años, yo sabía más o menos lo que era un blog, pero por falta de tiempo y exceso de timidez, me había limitado a la parte más técnica, a un universo conocido. La convivencia era algo que sucedía solamente “en directo”. Si con pocos hablo más de 5 minutos por teléfono, era impensable pasar horas y horas navegando historias personales (y menos comentarlas en donde cualquiera, o todos, pudieran verlo). Pero siempre hubo algo, en parte humor, en parte morbo, que pedía un espacio.

Desde el hijo pródigo hasta hoy, nadie ha querido darse cuenta de que los chanchopensantes no vivimos de la basura. Y tampoco la consumimos voluntariamente. (Diálogos con Kalimán)

Lo que sí recuerdo es haber descubierto un par de blogs que rompieron con mi timidez porque eran testimonio de amistades, proyectos y quehaceres: espacios para asomarse y compartir. Como los dueños de esos sitios habían compartido ya vida y trincheras conmigo, me sentí en confianza. En uno de ellos, mis palabras cobraron la fuerza de hablar de lo que me gustaba (y me daba de comer). En el otro, lo contado, ameno y divertido casi siempre, era un retrato desenfadado pero fiel de la realidad. Los comentarios, aunque esporádicos, empezaron a ser diálogos verdaderos. Aquí un fragmento:

“Regresar de vacaciones.
Es un tormento chino. Una muerte lenta por envenenamiento.
Si estás de viaje, el cansancio es lo único que lamentas. Dolor de pies, quemaduras en la cara y cuerpo; pero eso sí, bien cargado de nuevas experiencias.
Hasta ese día. El día antes de regresar.
Es como pararse al borde del precipicio. Los “pendientes” te asaltan, todo lo que hay que hacer empieza a tomar su lugar en la cola de trabajo. Arranca la máquina multitasking y… oficialmente se acabó.
Gueim ouber. ¿Y la cruda?
Evita la depre post-viaje. Piensa en el siguiente.”

“Para mí hay otro remedio parcial —o paliativo— para esa nostalgia macabra, ese vértigo existencial que es el fin de las vacaciones.
La crónica. Sí, esa plática gozosa, que puede ser por teléfono, o a golpe de cuartilla (electrónica o en papel).
La crónica por escrito permite contarlo de nuevo y releerlo, o compartirlo así, como lanzado al ciberespacio, para que a ver quién lo lee. Y si nadie, no importa; y si alguien, también. Al fin, lo bailado nadie me lo quita. Ese (el goce de leerescribir) es uno de mis favoritos.
Pero hay otro a la par: convocar a los amigos, a los seres queridos, al calor de un brebaje predilecto o una vianda común, y dejar fluir las palabras y los asombros, para cruzarlos con el aderezo de las anécdotas, con el condimento de los comentarios. Con la envidia que entonces se palpa, pero que se disipa en las historias compartidas…
Luego —entonces sí— la pregunta inevitable: Y el próximo viaje, ¿a dónde y cuándo?”

El contraste funcionaba, porque no era tanto. Pero un día llegó lo que para mí, Ivanius, es el verdadero Génesis de la Pocilga:

“Creo que es hora de que usté derrame o embarre las tripas en algo más personal o sentido —como aquello del pie izquierdo— en beneficio de la comunidá… digo, pa ponernos igual ¿no? Ea”. –10 de septiembre de 2007 1:58

La clave fue eso de ponernos igual. No lo de embarrar las tripas, pues la timidez (en mi caso) prevalece, sino la oportunidad de compartir, abiertamente en teoría, pero sobre todo con unos cuantos, esos cómplices que (anónimos o conocidos) nos visitan.

Que tenga pezuñas no significa que no tengo tacto. Sólo que no uso las manos (o los pies) para lo mismo que ustedes. O tal vez sí. Pies tengo, aunque sean pezuñas. (Diálogos sin métrica)

El caso es que a partir de ese intercambio empezó un cruce de mensajes y correos cuyo resultado es esta pocilga y su benévolo demiurgo: una entidad que cobraba solidez y se hacía presente, como siempre, en casi todo, especialmente el trabajo.

Lo único para lo que las pezuñas no sirven es para trepar a los árboles. (Diálogos con Darwin)

El resto, como dicen, es historia. Una historia que hoy empieza su andadura de tres cifras. Y que me ha hecho imaginar, pero (sobre todo) reír. Por eso es que es el ChanchoPensante, que puede parecer sucio, pero no lo es tanto.

Yo soy herbívoro ocasional por convicción y con criterio propio: eso de que las margaritas no están para la boca de los cerdos es mentira, ¿verdad, Margarita? (Diálogos con Fausto)

Hoy, en medio de la basura y las cosas que nos agobian, la reflexión y la alegría tienen un lugar, al mismo tiempo solemne y profundamente humano. Su nombre, para mí, es el espíritu Chancho…y Amén.

Gracias a todos los lectores, visitantes y comentantes de este su chiquero. Especialmente a Don 7p alias Alberto, “párdner in chanch”, como diría él, junto a los amigos y familia, que saben quiénes son… con derramamiento de sangre o sin ella. ¡Seguimos adelante!

Ivanius
Noviembre 2008

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Corriente Inspiración pura

I Java Dream II

En un lugar que no necesito describir, pero (eso sí) alrededor de la mesa, se estiró sin esfuerzo una conversación sabrosa como las viandas que disfrutamos en la velada. No exagero si digo que, a pesar de parecer por momentos una “cena de negros” antropófaga y sangrienta, y por momentos un velorio anticipado, esa reunión fue al cabo un oasis de palabras hondas, profundas, permanentes.

Entre todos los temas y todas las preguntas que los comensales disectaron, me quedo con una.

Hablamos de lo que Dios creó y los hombres inventaron: instituciones, personas, ideales y pesadillas. Las risas y la alegría cedieron el paso al ingenio para salpimentarse. Al cabo, aparecieron los sueños y las búsquedas. En ese momento, algo cambió, y la reunión se volvió Ateneo.

En aquella ocasión no participaron, y de una vez lo digo, los siete sabios de Grecia. Creo que los concurrentes no podrían recibir, ni jocosamente, el mote de “Los Enterados de Chilangolandia”. Aun así, algunas de las conjeturas que surgieron se han materializado (y siguen haciéndolo) desde entonces; estoy seguro de que todos reprimimos, cuando las profecías se cumplen, el impulso de decir “te lo dije”.

Al hablar de las ideas y las noticias, las coincidencias fueron más poderosas, siempre, que lo disímbolo: tocados con la actitud rebelde, irónica y certera de los diálogos de nuestra velada, las anécdotas, los personajes y hasta los antepasados entraban y salían a caballo de las palabras.

Hablamos de tareas y de proyectos, con nitidez de iluminados, con esperanza nacida del empeño. Con tembloroso y decidido realismo.

Desde el recuerdo de trincheras personales, llegamos al terreno común —pasado, presente y futuro— animándonos mutuamente a compartirlo, con la experiencia de las mezquindades y pequeñeces que sólo cada uno sabe combatir en su pequeño huerto.

Estoy convencido de que cuanto sucede en ocasiones como esa es una auténtica comunión espiritual engendrada alrededor de una mesa de familia o de amigos. Una comunión que puede ser tan sagrada como la amistad que dio origen a otra Tabla Redonda, como los lazos de sangre (humana o sobrenatural) que marcaron y marcan un camino compartido. Eso me lleva a la pregunta, que mil veces hice mirándome al espejo.

¿Dónde están quienes —con la pluma, con la idea, con el trabajo— serán capaces de llevar a término, de sacar adelante, la llama encendida en esas ocasiones? ¿Dónde están?

Anhelo saberlo. También, con la misma alegría con que espero esas reuniones, anhelo que la respuesta a todas las preguntas la emita siempre un fénix, en vez de la que lanzó, como espectral apagador, el cuervo lapidario de Edgar Allan Poe.

DEPARTAMENTO DE AVISOS PARROQUIALES:

1. Este es el post número 99.

2. Se invita al respetable público a relajarse antes de ocupar sus lugares. Los amigos de la granja tienen, desde ya, mesa de pista.

3. Pronto, el número 100. Chanchos, a sus puestos.

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Corriente El rincón insólito Marranadas

Rincones insólitos (y algo macabros)

Los argentinos tienen su Iglesia Maradoniana.

Los gringos tienen su Iglesia Presleyteriana.

México no llega (es un decir) a tanto. Apenas tiene el Club de fans de Juan Camilo Mouriño. O el santo Malverde. O la santa muerte.

Ya no quise buscar más; me da miedo.

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