Author: Ivanius
Intérprete de sueños, devoto de las palabras, adicto a la imaginación. Lector irredento y escribidor repentino. Ciudadano y no me canso.
Por la libertad de ser
Quiero vivir libre
desde el primer instante:
Saber que desde mi núcleo
puedo crear y encontrar lazos.
Jugar con alegría y concentración,
como juegan los niños.
Crecer y vincularme con el mundo,
con la naturaleza
y el Cosmos ignorado.
Saber que este presente
es todo lo que hoy tengo,
y enlazar armonía
extendiendo las manos.
Convivir con amigos y familia
y disfrutar en paz
el fruto del trabajo.
Elegir mi camino,
un Credo, un himno
y edificar un mundo
más justo y más humano.
En convivencia, construir;
solucionar unidos
Y ver que nadie
se quede abandonado.
Que todos tengan techo,
salud, un alimento,
un oficio, una jornada y un descanso.
No somos diferentes,
sino hermanos,
pues desde la misma vida
y bajo el mismo sol andamos.
Para eso es que salimos a las calles
y por eso hoy lo escribo:
para nunca olvidarlo.
Leer es avidez del alma que una vez activa se vuelve antena, séptimo sentido, cualidad perenne; así nos abre paso a vidas, épocas, espacios y horizontes que quizá no podíamos imaginar pero que podemos conocer. Cada lectura nos trae un poco de alimento, saber y magia, y algunas de ellas nos transforman para siempre, como el libro que hoy presentamos desde este chiquero, con profunda admiración y respeto.
Pretérito imperfecto, primera parte de la trilogía El imperio de los cautivos, de Boniface Ofogo (Bogondo, Camerún, 1966) es una novela, una biografía y un retrato. Su protagonista es un hombre que regresa a África después de haber pasado décadas en Europa, para reencontrarse con su país y acudir al llamado de su familia. Lo que se le presenta allí (y a los lectores con él) es una cultura vibrante en resistencia, que brota a través de las cicatrices de la opresión.
Aquí los villanos siguen siendo villanos y las víctimas son totalmente reconocibles, pero no tienen un rostro ni una voz única: son el coro de los que reptan para sobrevivir, ahogados por la sombra, bajo el peso del oro, marfil y diamantes que dejan en ellos un rastro de dolor: la riqueza acaba en otras manos.
Pretérito imperfecto da cuenta, a través de la historia de Titirilandia, de profundas telarañas de complicidad, simulación y el indiscutible panem et circenses que caracteriza a todas las tiranías. Desde el esclarecedor prólogo hasta la última página, aprendemos a través de un cúmulo de emociones, pero también desde los datos y la denuncia, ancestral y presente.
En este libro palpita un amor profundo por la libertad, el empeño y la luz, valores y espíritu de las comunidades, pueblos y naciones de África, continente en el que desborda una realidad que es necesario dar a conocer. Es un relato y también una advertencia, porque, parafraseando un dicho africano, la voz de los leones cuenta una historia distinta a la del cazador.
Después de leer la primera parte de El imperio de los cautivos, agradecidos con el autor por su entrega y valentía, no basta decir que esperamos con ansia las siguientes; también quedamos atentos a la historia que apunta más lejos y más alto que sus páginas.
Boniface Ofogo Nkama. El imperio de los cautivos I: Pretérito imperfecto. Prólogo de Mbuyi Kabunda Badi. Bilbao, 2023. 276 pp. Más información y pedidos aquí
En la esquina del escritorio,
un monitor titila balbuceos.
La cortina juega a esconder
luces del exterior,
cazadora de fatuos.
El teléfono yace,
pero se convulsiona.
No quiere descansar.
Aunque es invierno,
las presencias ahuyentan
a la vez los fantasmas y el frio.
Una lágrima tímida
toma valor para deslizarse
junto a las arrugas de la risa.
Abre las alas:
volar pinta de pausa
el camino al horizonte.
Las cenizas,
más que señal de muerte,
son condimento y nido del fuego.
Parpadeo. Relámpago.
Resplandor.
Renacimiento.
Ahora entiendo al Fénix.
Este poema de Ivanius (@chanchopensante) apareció originalmente en Twitter, allá en los tiempos cuando era un feliz patio de juegos y no la olla de pleitos que es ahora; después resurgió en el blog colectivo Escribidores y Literaturos el 11 de febrero de 2013, y finalmente es rescatado para esta pocilga, porque sí y como un homenaje bailador con dedicatoria, a Josefa, pero hoy especialmente a Benita. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
Fulgores
Al monasterio llegaron rumores de inquietud y alarma entre los habitantes del pueblo, e incluso más allá. Se decía que ante los exabruptos del soberano, muchos, incluso entre los simpatizantes y funcionarios, hablaban de abandonar la esperanza.
Entonces un joven novicio le preguntó a Lou-Sin: Maestro, ¿es cierto que quienes buscan el mal prevalecen frente a los buenos?
El anciano, cerrando los ojos al remover las brasas del pebetero, respondió: La oscuridad no puede vencer la luz, solo ocultarla.
Bonus: Un acompañamiento a este post, en homenaje al maestro Lou-Sin y a George Orwell, santos patronos de este chiquero. Que vengan las musas.
Sesame Street – (I Can’t Get No) Cooperation
Súbete a mi libro
Un libro es un teletransportador sin límite de tiempo, espacio o escala. Es una plataforma segura para asomarse al vacío, despegar al infinito, asomarse a lo minúsculo. Un telescopio, un microscopio, un barómetro, un guante, una pinza, una tijera. Es una gota de agua que verdea el desierto, un río que despeja el calor, un lago que invita al reposo. El rayo que anuncia los límites de la tormenta, la luz que indica el final del túnel. El sonido del reposo, el silencio de la iluminación, la chispa de la yesca, el pasto mullido, el pellizco que quita la modorra. Un libro es hogar, es refugio, es espada, es faro, es flecha. Es lo que da sentido a las pausas, tierra fértil para mi voz que aguarda en el tintero. Es palabra, es puntuación, es pista, signo, mapa y horizonte. Es el café de la mañana, el té de la tarde. Es tertulia, es oración, es cadencia. Es trino, es carta, es un abrazo envuelto en electrón, es prueba final para un árbol, y no solo para un árbol, de que hay vida después de la vida.
AVISOS PARROQUIALES: Este es el atisbo inicial de la nueva (y quién sabe si última) temporada.
Parecería simple encuadrar nuestra reseña en el “basado en una historia real” que aparece en tantos libros y películas. Pero hay una diferencia clave, al mismo tiempo intimidad y desgarro.
En Fronteras, de Mara Jiménez, los personajes están vivos, y anidan en el cerebro, el corazón y otras vísceras del lector; allí encuentran ecos y disonancias. A poco de haber empezado, logran que nos importe su suerte aunque, como en todo lo nacido de la realidad, llamen más la atención las luces, por inesperadas, que las sombras, por cotidianas.
En el centro de la historia están las mujeres, y no es frase oportunista sino esencia absoluta: sororidad a prueba de distancias, desilusiones, dilemas, décadas y dictaduras que enfrenta límites impuestos desde fuera, pero también los que cada quien descubre desde dentro.
Fronteras es un libro creado con los aderezos del oficio, el sazón de los años y calidez de entraña, evidente en la voz de la narradora, que intenta desdibujarse moviendo los reflectores hacia los otros, pero igual que ellos, junto a ellos y con el fondo de ellos se retrata, digámoslo alto y claro, como protagonista de pleno derecho.
Quien esto escribe, lector todoterreno y de kilometraje más Verne que Humboldt reitera su envidia por las aguerridas letras de Mara, que ya han asomado antes por aquí, y la invitación a dejarse transportar y transformar por ellas, sin necesidad de pasaporte.
Mara Jiménez. Fronteras. Editorial Dunken. Argentina, 2022. 197pp.
En el aula los monjes discutían sin ponerse de acuerdo, y antes de llegar a acalorarse, uno de ellos decidió plantear el problema a Lou-Sin: ¿Cómo puedo honrar a quienes más me importan, si los sentimientos son inconstantes y la mente falible?
El viejo maestro cerró los ojos un momento, y dijo: El amor no es recuerdo ni registro, sino vínculo; por eso el corazón lo reconoce a pesar de los vaivenes, y su fuerza supera incluso al olvido.
A carbón tapado
Casi termina enero, un enero más de esta larga pandemia. Otras cosas no terminan… como la necesidad de volver, invocando a los pilares de este descuidado, aunque no olvidado, chiquero: la música y la lectura en boca de personajes siempre queridos y consentidos de la pocilga, que resuenan poniéndonos el ejemplo y encendiendo el ánimo, los motores y las letras. Como dicen los antiguos: el que nace para tamal (pibil), siempre encontrará el achiote. O algo así.
Que sea un buen augurio para este 2022, con nuevas lecturas en la lista, nueva escritura, reseñas y descubrimientos gozosos, extraños o ridículos para compartir. Dirán que ya no nos cocemos al primer hervor, pero es que a fuego lento se hace la mejor cochinita.
Parafraseando a Schwarzenegger (mejor que a Nicholson), estamos de vuelta. Sigamos adelante.
Sesame Street – Rock ‘n’ Roll Readers (1988-89).
Era una lluviosa tarde luego del calor de la mañana cuando los monjes se congregaron en el refectorio para compartir los alimentos.
Ante los tazones de legumbres humeantes, tras la breve acción de gracias, uno de los discípulos preguntó: Maestro, ¿cómo transitar ahora por la vida, cuando todo parece a la vez delicado y hostil?
El anciano monje dijo: Como el sol, el agua y el aire.
El joven volvió a hablar, recordando las antiguas enseñanzas: ¿Y la tierra, maestro? Entonces Lou-Sin repuso, con la sonrisa de siempre: Es el lugar de la siembra, el camino y el descanso.