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Corriente

Elemental

Era una lluviosa tarde luego del calor de la mañana cuando los monjes se congregaron en el refectorio para compartir los alimentos.

Ante los tazones de legumbres humeantes, tras la breve acción de gracias, uno de los discípulos preguntó: Maestro, ¿cómo transitar ahora por la vida, cuando todo parece a la vez delicado y hostil?

El anciano monje dijo: Como el sol, el agua y el aire.

El joven volvió a hablar, recordando las antiguas enseñanzas: ¿Y la tierra, maestro? Entonces Lou-Sin repuso, con la sonrisa de siempre: Es el lugar de la siembra, el camino y el descanso.

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Borrones Corriente Marranadas

No hablarás

floating, by PiccoloNamek (Wikimedia Commons)

Una de las consecuencias extrañas de este encierro es el aprendizaje. No me refiero a todos esos memes que hablan de bajar de peso, cocinar, hacer ejercicio, dibujar con el lado izquierdo del cerebro y escribir con el derecho, o viceversa.

Más bien, estar encerrado me ha hecho ver cuánto hace falta la conversación, sí, pero también que no con todos hablo de la misma manera, ni por el mismo medio, ni la misma cantidad de tiempo, y comparativamente muy poco “en directo”. Quien dijo que la correspondencia ha muerto no sabe cuántos miles de páginas se escriben como correos electrónicos, trinos o mensajes en Whatsapp. El silencio de la voz oculta ríos de tinta donde no hay ronquera que valga, ni es necesario ser uno de los tres tenores. Leer también es hablar.

Me refiero a que tengo queridos amigos con quienes no cruzo más que correos (o mensajes de texto) unas cuantas veces al año; otros, también de antigüedad que ya se mide en décadas, con quienes intercambio llamadas o mensajes decididamente telegráficos: tres palabras o quince segundos, del tipo “quedamos en eso”, “está bien”, “te escribo los detalles”, o “confirmamos mañana”.

Aunque veo con cierto asombro que en ese sentido que digo no falta con quiénes hablar, descubro que me resulta difícil hacerlo con la voz largamente a menos que sea en vivo y en directo. Incluso en grupo (y no influye que ahora estén de moda las videoconferencias, decididamente divertidas) mi modo de ser inmediato es más bien la escucha.

Gracias a la cuarentena entiendo y agradezco la libertad del  texto, así como aprecio el privilegio de un cruce de opiniones frente a la bebida o vianda común… aunque me sorprenda descubrirlo como un clamor silencioso a pesar de la tribu de personajes que me habitan, porque como ya lo he dicho antes, escribir es un flujo de voces que nunca cesa. Lo bueno es que para encauzarlo y mejorarlo existen los afectos, y para amansarlo está la música.

Por cierto, si Pitágoras no miente, este es el post número 500 de la pocilga. Habráse visto, Sancho, como diría el Quijote. Se hace camino al andar.

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Chispazos Corriente Happy-Happy Joy-Joy

Leer para (no) estar solo

Tal vez fue Hemingway, o tal vez mi abuelo el que decía que quien sabe estar solo no necesita compañía para entretenerse. Seguro hablaban de un lector; aunque los escritores intenten exprimir la soledad, el lector no necesita hacerlo, porque simplemente se acomoda en ella.

Ese interruptor que se encendió una vez ante las letras y ya no tiene apagado ayuda a enfrentar las realidades circundantes (qué bonita palabra), aunque parezca que no saco las narices de la página. Leer exige pensar, y eso, aunque poco popular, descifra el entorno a golpe de neuronas y capítulos.

El encierro de la cuarentena se parece al lector sumergido en un relato. Las amenazas del exterior son pocas pero puntuales: el tono de mensaje, el cambio del día a la noche (o viceversa) y los aguijones del hambre y la sed, que se presentan solo cuando el libro pasa por una laaaarga descripción, un “momento de hueva” del traductor, o peor aún, una errata.

Pero ninguna interrupción quiebra más los nervios del leyente que la voz de aquel, o aquella, que nos interpela: “Bueno, es que te vi leyendo y por eso dije: ahora que no estás haciendo nada…“.

Ojalá fuera invento, pero quien lo ha vivido puede confirmarlo. Por eso, la soledad del lector está (casi) siempre bien acompañada.

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Corriente Inspiración pura

Artista sin cadenas, I

“(…) Los enemigos de la libertad intelectual siempre intentan presentarse como defensores de la disciplina frente al individualismo. El tema verdad-contra-falsedad lo mantienen en un segundo plano. Aunque el énfasis varía, al intelectual que rehúsa vender su punto de vista se le suele llamar egoísta. Es decir, o se le acusa de querer encerrarse en su torre de marfil, o de hacer un despliegue exhibicionista de personalidad, o de resistirse al incontenible empuje de la historia intentando aferrarse a sus injustificados privilegios. [Tanto un adversario como el otro] asumen que su oponente no puede ser a la vez honesto e inteligente. Cada quien alega tácitamente que ‘la verdad’ ya fue revelada, y que el hereje, si no es un tonto, en secreto conoce ‘la verdad’ pero se resiste a ella por motivos egoístas.”
George Orwell, The Prevention of Literature (1946)
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Chispazos Corriente Marranadas

Memoria Fábula

Mis mayores, casi todos, contaban
historias varias que en su saber tenían:
también refranes y canciones, que empleaban
para ahuyentar el tedio de los días.
Así, escuchando de Esopo y Samaniego,
de Iriarte y Lafontaine, aprendimos,
sin sentirlo, a contemplar los animales
y a la naturaleza como hermanos.

Poco a poco fue cambiando el barullo
por las tareas, el estudio y el trabajo,
pero ¡sorpresa! allí cerca, en los libros,
estaban esas y otras voces pa’ enseñarnos,
de Monterroso al Conde Lucanor, el Lazarillo o Sancho,
cuando nos tropezara la memoria
o cuando el cuerpo nos llamara a descanso.

Junto a colegas, amigos y parientes
cada quien continuó su aprendizaje;
mientras, los días se nos han vuelto años.
No diré que nos hicimos eruditos,
ni que estemos en camino de ser sabios:
lo que ignoramos aún es infinito
y está por verse qué frutos cosechamos.
Pero ¡sorpresa! en las conversaciones,
y para huirle al tedio cotidiano,
aquellos cuentos y refranes surgen
(tal parece que ahora los invocamos).

El camino es ahora un poquito más nuestro
para construirlo. ¡Sigamos trabajando!

(Este poema de Ivanius apareció en el blog colectivo Una Curiosa Aventura el 25 de octubre de 2014, y lo rescato hoy para la pocilga, porque sí. Gracias a Pelusa y a Loly por aquella memorable invitación. La imagen es “Batumi country road”, de Ephraim Stillberg, tomada de Wikimedia Commons).

 

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Corriente

(No) todo cambia

GeoreOrwell-Wikimedia_Commons“[Por ahora,] el totalitarismo no ha triunfado. Nuestra propia sociedad es, todavía, generalmente liberal. Para ejercer el derecho de libre expresión es necesario enfrentarse con presiones económicas y amplios sectores de la opinión pública, pero aún no a una secreta fuerza policial. Es posible decir o publicar cualquier cosa mientras estemos dispuestos a hacerlo como desde trincheras y rincones. Lo siniestro, como dije al principio de este ensayo, es que los enemigos conscientes de la libertad son precisamente aquellos a quienes la libertad debería importarles más. Al gran público no le interesa un extremo o el otro. No están a favor de perseguir al hereje, ni se animarán tampoco a defenderlo. Son al mismo tiempo demasiado sensatos y demasiado estúpidos para adoptar el enfoque totalitario. [En cambio], el ataque directo y consciente contra la decencia intelectual viene de los propios intelectuales.” The prevention of literature, 1946 (Traducción muy libre).

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Corriente Rescates

Lo que se cuenta

Grandma's_Favorite_(detail)_Wikimedia_CommonsEn todos los años que llevo aquí, jamás me ha interesado saber sus nombres, pero a veces escucho cosas interesantes. Una taza de bebida caliente basta para hacer hablar casi a cualquiera.

Así supe que la severísima anciana de la 4 era una abuelita simpática y dicharachera, a pesar de no haber vestido más que luto riguroso desde la muerte de su único marido, hace más de veinte años. Después de la segunda copa de jerez al terminar la comida, se hallaba más relajada y chispeante, llena de nostalgia por “su época”, cuando “lo que hacía la gente era conversar, no sentarse frente a la tele”.

Ante esa cita, como en tertulia improvisada, intentaron armar “uno de los cuentos de Nana” y se atropellaban entre todos para agregar detalles o comentar un pasaje. Una pareja, que estaba sentada ante otra mesa, se unió a la reunión a media plática porque el relato les hizo reconocer a sus primos, que no habían visto en años.

Visitar a Nana era tradición familiar, especialmente a fin de año. Cualquier época era, junto a ella, una larga sucesión de historias, contadas con estilo propio a un auditorio numeroso y devoto.

El jerez no podía faltar. Al retirar el pavo y los romeritos aparecía la imprescindible botella de Fino. Luego, los papás encendían un puro; las mamás servían café y alguna voz encendía el ruego: “Un cuento, Nana…”. Era el momento de los niños, aunque al escuchar “Había una vez”, los mayores también guardaban silencio. “Lástima que no hayas grabado la reunión de Navidad”, dijo alguien. “Esa vez había tres generaciones escuchándola hablar de Scrooge. Nana era mágica”.

No escuché mucho más porque se me hacía tarde para terminar la limpieza. Abandoné a disgusto mi rincón y me abrí paso entre los clientes que llegaban. Después tomé la escoba para hacer mi ronda en silencio. No hace falta hablar, porque a esta hora allá afuera sólo quedan los muertos…

“Lo que se cuenta”, un relato de Ivanius, apareció en el blog colectivo Escribidores y Literaturos el 7 de septiembre de 2009, rescatado hoy para la pocilga, porque sí. La imagen es “La favorita de la abuela (fragmento)” de Georgios Iakovidis, en Wikimedia Commons.

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Corriente Marranadas

Sin ojos no hay paraíso (I)

Los privilegios (y coincidencias) de la vista parecían no tener límites, hasta que llegó el cansancio.

Mi oftalmólogo de cabecera me dijo: “para la cantidad de páginas que has leído en tu vida, ya te habías tardado”. Y es que, con todo y ojo biónico, tiene razón.eye_farm_nevittdillmengnuwikimediacommons2

Este ejercicio de leer todo el tiempo que a mí me resulta inevitable, parece ser más raro de lo que suponía. Sin embargo, me preguntaba por qué se les cansa la vista a aquellos que casi no leen. Habrá quien responda que las letras no son lo único que bien vale unos lentes, y por supuesto tienen razón. Pero insisto porque entre mis amigos y familia, la “vista cansada” sólo sale a relucir cuando se trata de leer: parece que nadie echa mano de las gafas para contemplar otra cosa que no sean letras.

Lo que me quitó el “amoscamiento” hacia quienes despotrican sobre los lectores empedernidos y usan gafas para leer (con todo y el probable autogol) fue, como siempre, una niña que me dijo: “para ver una sonrisa no necesitas lentes”. Verdad purísima. (continuará)

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Chispazos Corriente

¿Dónde habremos visto esto… antes?

Que no le digan, que no le cuenten… pero algo me parece muy familiar en esta historia.

https://youtu.be/rD2VnQcGbI0

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Corriente Explicaciones Happy-Happy

De preguntar a aventurar

Una de las curiosidades del barrio virtual es que el blogueo (mutante) se resiste a morir, probablemente porque es un monólogo más amplio o una conversación más pausada que los trinos o el caralibro, sus verdugos y competidores.

Por eso he dicho que el listado de la granja más parece osario (o lista de héroes y mártires) que blogroll.

Sin embargo no todo es luto, gracias a personalidades luminosas como la infatigable Pelusa, que además de su Diario nos ha traído proyectos inolvidables como Una Nota de Agradecimiento y, más recientemente, el amable chismógrafo 365 preguntas, de la mano de Loly y una activa comunidad comentante.

Pues he aquí que este “dúo dinámico” es el motor detrás de Una curiosa aventura, en donde los autores escriben anécdotas e imaginaciones alrededor de una idea semanal.

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Esta pocilga felicita a Loly y Pelusa por la iniciativa, así como a todo el grupo de entusiastas colaboradores… entre los cuales, quizá, verán aparecer una “manita de puerco” de vez en cuando. Estaremos pendientes.

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