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Chispazos Inspiración pura

Fulgores

Muso_Soseki_wikimediacommonsAl monasterio llegaron rumores de inquietud y alarma entre los habitantes del pueblo, e incluso más allá. Se decía que ante los exabruptos del soberano, muchos, incluso entre los simpatizantes y funcionarios, hablaban de abandonar la esperanza.

Entonces un joven novicio le preguntó a Lou-Sin: Maestro, ¿es cierto que quienes buscan el mal prevalecen frente a los buenos?

El anciano, cerrando los ojos al remover las brasas del pebetero, respondió: La oscuridad no puede vencer la luz, solo ocultarla.

Bonus: Un acompañamiento a este post,  en  homenaje al maestro Lou-Sin y a George Orwell, santos patronos de este chiquero. Que vengan las musas.

Sesame Street – (I Can’t Get No) Cooperation

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Chispazos

Homenajes

En el aula los monjes discutían sin ponerse de acuerdo, y antes de llegar a acalorarse, uno de ellos decidió plantear el problema a Lou-Sin: ¿Cómo puedo honrar a quienes más me importan, si los sentimientos son inconstantes y la mente falible?

El viejo maestro cerró los ojos un momento, y dijo: El amor no es recuerdo ni registro, sino vínculo; por eso el corazón lo reconoce a pesar de los vaivenes, y su fuerza supera incluso al olvido.

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Corriente

Elemental

Era una lluviosa tarde luego del calor de la mañana cuando los monjes se congregaron en el refectorio para compartir los alimentos.

Ante los tazones de legumbres humeantes, tras la breve acción de gracias, uno de los discípulos preguntó: Maestro, ¿cómo transitar ahora por la vida, cuando todo parece a la vez delicado y hostil?

El anciano monje dijo: Como el sol, el agua y el aire.

El joven volvió a hablar, recordando las antiguas enseñanzas: ¿Y la tierra, maestro? Entonces Lou-Sin repuso, con la sonrisa de siempre: Es el lugar de la siembra, el camino y el descanso.

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Borrones Chispazos

Alientos

En un rincón del monasterio destacaba un antiguo pozo, cerrado con tapa de madera.

Como ninguna planta se marchitaba allí, en ese lugar se sembraban hierbas destinadas a la cocina, en feliz convivencia con diversas plantas medicinales y los jóvenes brotes e injertos de flores y árboles del huerto.

Sobre la tapa del pozo, el superior del monasterio agregó hojas secas a la brasa del sahumerio y encabezó la procesión al patio central para encender el fuego nuevo, como cada primavera.

Aquel año había sido difícil, y en la ceremonia destacaron ausencias junto a la presencia de otros que no habían visitado aquel lugar en mucho tiempo.

En cuanto el viejo maestro empezó a hablarle a la asamblea, el viento trajo un racimo de aromas congregados, como si el pozo hubiera conspirado para compartir su propio mensaje de esperanza.

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Chispazos

Cadencias

El huerto al fondo del monasterio es un lugar activo, pero silencioso. En una esquina crece el bambú, que sirve para hacer todo tipo de cosas, desde los tazones donde comen los monjes hasta la flauta nueva con que ensayan escalas los aprendices.

Parece que las estaciones no importan, porque en otro rincón crecen árboles, en una zanja brotan hierbas aromáticas, y en la cerca junto al pozo hay, además de flores, manojos de legumbres recién desenterradas y lavadas, listas para el caldero que empieza a hervir.

El hermano hortelano vigila con ceño fiero la parcela, mientras trabaja junto a un joven monje.

Los únicos ruidos que se escuchan son el ritmo del agua, la cadencia del azadón y el rumor del viento.

Desde el camino que va de la huerta al templo, el viejo maestro observa sonriente junto a sus discípulos. La lección de hoy, sobre cómo fluyen el orden y la armonía, no necesita palabras.

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Disculpitas Marranadas

Desde la torre

En la quietud del monasterio es fácil dejar pasar los años. Pero el tiempo no engaña: disimula. Así se lee en los textos, desde la arcilla hasta el pergamino y la tinta.

El pequeño pueblo, con su mercado, sus habitantes y sus rincones, quiere disimular también, pero aunque los funcionarios ahora visten más prendas de algodón y rara vez usan corbata, sus manías y maneras siguen siendo objeto de ironía y extrañeza, cuando no sátira.

Algo sí ha cambiado alrededor de la vivienda de los monjes: en los caminos hay más asfalto, menos árboles, menos pequeños seres. El bullicio se achata.

De otras tierras llegan noticias que impactan. Una nueva enfermedad despierta miedos viejos, y ante el fuego ceremonial hay menos cuerpos presentes y más presencias lejanas.

Muchos temen la cuarentena; otros dicen ignorarla. Pero todos escuchan cuando el viejo maestro dice: La serenidad no está en negar la tormenta, sino en saber encontrar, en medio de ella, la calma.

 

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Corriente Inspiración pura Marranadas

Itinerarios

Muso_Soseki_3-wikimediacommonsUn funcionario del pueblo solía pasear por los jardines del monasterio, para oír cómo los monjes comentaban diversas enseñanzas.

“Aquí los recuerdos no existen”, decía uno; “La memoria suele ser una tortura innecesaria”.

Todos guardaron silencio al encontrar al visitante, quien aprovechó para hacer una pregunta. “Maestro, ¿qué es mejor para aprender: experiencia o intuición?”

Lou-Sin miró de arriba a abajo al funcionario, antiguo condiscípulo, y sonriendo dijo: “Aprende de oyente, porque las lecciones particulares suelen ser carísimas”.

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Corriente Explicaciones

Pupitres

El alcalde del pueblo quiso agasajar con un paseo por los jardines del templo a un funcionario visitante, quien –acostumbrado a mucha pompa y ceremonia– disimulaba mal su aburrimiento, y finalmente preguntó si era cierto que en aquel lugar vivía un monje famoso. El alcalde señaló a Lou-Sin, que junto a sus discípulos había acudido al ver la comitiva.

El funcionario aprovechó la ocasión para lanzar un discurso sobre cómo la necesidad de impartir sabiduría era pesada carga para los hombres cuyo cargo así lo exigía. Dirigiéndose a Lou-Sin, concluyó: seguramente usted entiende de eso.

El anciano meneó enfáticamente la cabeza, y el burócrata imperial, algo amoscado, preguntó: ¿No le dicen por eso “maestro”?

Entonces Lou-Sin dijo: Me dicen así porque todavía aprendo, y porque a veces soy el primero en lograrlo.

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Corriente Marranadas

Visiones

Al salir el sol, uno de los discípulos fue enviado lejos del monasterio: el clima no prometía estabilidad, pero las vituallas eran imprescindibles. Así caminó bajo el sol y luego entre lluvia nocturna; amanecía de nuevo cuando se le abrieron las puertas.

Después de entregar las provisiones, el monje fue a meditar en la sombra del patio, y le preguntó a Lou-Sin: Maestro, ¿cómo evitar que primero la luz y después la oscuridad lastimen los ojos?

Haciendo un guiño, el anciano dijo: Parpadea. Y sonrió.

AVISO PARROQUIAL

Sin más afán que disipar el lunes, les invito a visitar Escribidores y Literaturos para mi turno de noviembre.

Avalancha. Cuando voces y pausas se reúnen, todo puede suceder.

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Corriente

Armonías

Durante un paseo al bosque cercano, los novicios se entretenían con el canto de las aves, y algunos intentaban imitarl0.

Aquella tarde todo fue silbidos y trinos, pero especialmente risas, ya que al cansarse los jóvenes, las aves redoblaban su gorjeo, y cuando los aprendices silbaban más alto, los pájaros enmudecían.

Al atardecer, ya sentados a la sombra, los muchachos preguntaron al viejo maestro por qué no había participado, y si era cierto que no sabía silbar.

Entonces Lou-Sin decidió emprender la marcha de vuelta al monasterio, y cuando se alejaba, los monjes (y los pájaros) lo escucharon cantar.

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