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Explicaciones Happy-Happy Joy-Joy Marranadas

A carbón tapado

Casi termina enero, un enero más de esta larga pandemia. Otras cosas no terminan… como la necesidad de volver, invocando a los pilares de este descuidado, aunque no olvidado, chiquero: la música y la lectura en boca de personajes siempre queridos y consentidos de la pocilga, que resuenan poniéndonos el ejemplo y encendiendo el ánimo, los motores y las letras. Como dicen los antiguos: el que nace para tamal (pibil), siempre encontrará el achiote. O algo así.

Que sea un buen augurio para este 2022, con nuevas lecturas en la lista, nueva escritura, reseñas y descubrimientos gozosos, extraños o ridículos para compartir. Dirán que ya no nos cocemos al primer hervor, pero es que a fuego lento se hace la mejor cochinita.

Parafraseando a Schwarzenegger (mejor que a Nicholson), estamos de vuelta. Sigamos adelante.

Sesame Street – Rock ‘n’ Roll Readers (1988-89).

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Chispazos Joy-Joy

Diez notas para niños y una no tanto

Luz de sol que no se queda en la ventana.

Aromas que se distinguen y unen en la cocina.

Una llamada transatlántica y optimista.

Grados de calor que no agobian sino abrigan.

Una videoconferencia que se prolonga sin obligación.

Libros que no acumulan polvo y siguen contando historias.

Rostros y gestos reconocibles a pesar de los años.

Recuerdos que se comparten a la velocidad de la luz.

Una lección de genética a través del gozo.

Escribir porque puedo, porque quiero y porque sí.

Lista a la manera de Sei Shonagon (ca. 966-1017), siempre una dama y a veces poetisa japonesa, autora del Libro de Cabecera (no para niños) que inspiró la película (tampoco para niños) de Peter Greenaway. 

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Chispazos Happy-Happy Inspiración pura Joy-Joy Marranadas

Ahora que sí lees

Hoy traigo para todos ustedes un libro que he releído, recomendado y regalado muchas veces, y que viene completamente al caso para despejar, distraer y divertirse un poco, algo cada vez más necesario en esta cuarentena (y no solo allí).

Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno, de Giulio Cesare Croce (y Adriano Banchieri), narra sucesivamente las aventuras de un abuelo, su hijo y su nieto en la corte del rey Albuino en Verona.

La historia podría ser una de esas que cuentan la vida de varias generaciones (por ejemplo Tres lindas cubanas, de Gonzalo Celorio, o Mujercitas, de Louise May Alcott), u otras que hablan de pleitos entre la pobreza y la nobleza (El Señor de los Anillos o hasta Juego de Tronos), cada una con sus bondades, pero no.

La gran particularidad y enorme mérito de este libro se resume en tres palabras, que enfatizo si me permiten (y si no también): sentido del humor. Bertoldo es un rústico campesino, pero su agudeza mental y su ingenio no le piden nada a Sócrates. O al más brillante que le pongan enfrente, pues. En cuanto a su familia… digamos que es interesante ver cómo funcionan las supuestas leyes de la herencia. El libro asombra, enseña y sobre todo hace sonreír a quien se deje. 

Lo mejor: como es una obra escrita en 1620 (aunque traducida y adaptada, sin problemas para el lector actual), está gratuitamente disponible, ya sea en italiano o en una sabrosa traducción al español.

Por supuesto, Bertoldo y sus amigos están en la repisa de cabecera del chiquero… y por si algo nos faltara para quererlo, Croce tiene un breve escrito (aún no traducido), que ostenta el glorioso título L’eccellenza e trionfo del porco. Gracias, maestro.

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Chispazos Inspiración pura

No estoy para decirlo

“Cuando me siento a escribir un libro, no me digo ‘voy a producir una obra de arte’. Escribo porque hay una mentira que quiero denunciar, un hecho sobre el que quiero llamar la atención, y mi primera preocupación es ser escuchado. Pero no podría emprender la tarea de escribir un libro, o siquiera un largo artículo para una revista, si ello no fuera también una experiencia estética. Cualquiera que examine mi trabajo verá que incluso cuando es propagandístico contiene muchas cosas que un político puede considerar irrelevantes. No podría ni quiero abandonar completamente la visión del mundo que adquirí en la infancia. Mientras viva y tenga salud me interesaré por el estilo de la prosa, amaré la superficie de la tierra, y hallaré placer en lo tangible y en los retazos de datos inútiles. No tiene caso suprimir ese aspecto de mi persona. La tarea es conciliar esos gustos y desagrados adquiridos con las actividades esencialmente públicas, es decir, no individuales, que esta era nos impone a todos.” George Orwell, Why I Write (1946), traducción libre por Ivanius.

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Corriente

(No) todo cambia

GeoreOrwell-Wikimedia_Commons“[Por ahora,] el totalitarismo no ha triunfado. Nuestra propia sociedad es, todavía, generalmente liberal. Para ejercer el derecho de libre expresión es necesario enfrentarse con presiones económicas y amplios sectores de la opinión pública, pero aún no a una secreta fuerza policial. Es posible decir o publicar cualquier cosa mientras estemos dispuestos a hacerlo como desde trincheras y rincones. Lo siniestro, como dije al principio de este ensayo, es que los enemigos conscientes de la libertad son precisamente aquellos a quienes la libertad debería importarles más. Al gran público no le interesa un extremo o el otro. No están a favor de perseguir al hereje, ni se animarán tampoco a defenderlo. Son al mismo tiempo demasiado sensatos y demasiado estúpidos para adoptar el enfoque totalitario. [En cambio], el ataque directo y consciente contra la decencia intelectual viene de los propios intelectuales.” The prevention of literature, 1946 (Traducción muy libre).

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Un buen mal libro

«… todos estos libros son, francamente, literatura “escapista”. Crean gratos lugares en la memoria, rincones tranquilos para entretener la mente en ocasiones, pero poco pretenden relacionarse con la vida real. Hay otro tipo de “buenos malos libros” con pretensiones más serias, que nos revelan, creo, algo de la naturaleza de la novela y las razones de su actual decadencia. En los últimos cincuenta años hubo toda una serie de autores —algunos de ellos siguen escribiendo— que es imposible calificar como “buenos” en el estricto sentido de la calidad literaria, pero que son novelistas natos y parecen sinceros, en parte precisamente porque no los inhibe el buen gusto.» George Orwell, Good Bad Books (1945)

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Chispazos Inspiración pura

El doceavo, no confundirás

480px-Patrick_Rothfuss_CC_by-Alvintrusty-WikimediaCommons

 I can support a lot of things in the pursuit of art, but I’m not a fan of actively occluding the story.” — Patrick Rothfuss, autor de El nombre del viento y El temor de un hombre sabio, en una reseña en Goodreads.

 

 

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Quino, su Alteza (real)

El día de Reyes, las calles y los parques de México son territorio de patines, triciclos, bicicletas y patinetas, “avalanchas” y la versión estilizada del patín del diablo que ahora se llama scooter. Claro que para montarlos se necesita equilibrio, y con pata de palo, garfio y pezuñas puede ser complicado.

Por eso mientras otros pedaleaban yo conocí a unos niños que jugaban ajedrez, al futbol y a “buenos y malos”, leían historietas y veían —como yo— al Pájaro Loco. También hacían preguntas ante las que los adultos tosían, reían o se desvelaban, iban a merendar a casa de sus amigos o de vacaciones a la playa. Mientras reía con ellos, aprendí a hacer mis propias preguntas.

FelipeLuego supe quién era el autor, y que para entender sus dibujos había que pensar, aunque tal vez ya lo había aprendido, junto con la risa y lo que cada uno de ellos me enseñaron:

Libertad, a “ser simple” (pero no insípido); Miguelito, a “querer que me salga bien la vida”; Guille, a conservarme “en versión completa”; Manolito, a ser “peatón del razonamiento”; Susanita, a tener (por lo menos) un tema “bien masticado”; Mafalda, a llamar a la paz e insistir aunque “me dé ocupado, como siempre”. Y Felipe… a aventurar la voz y la mirada al exterior, allá donde están la escuela, los deberes, y (por supuesto) hasta las pelirrojas de ojos verdes.

Un aplauso tímido, humilde y agradecido al maestrísimo Quino, desde luego por el premio Príncipe de Asturias 2014, pero especialmente, por las preguntas… y por las sonrisas.

 

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Corriente Marranadas

Sonidos para garfio y pezuña

322px-Paco_de_Lucia_in_1972A la distancia, décadas ya, probablemente sólo yo me acuerdo. En la familia había (y hay) quienes saben arrancarle a una guitarra sonidos inmateriales que tocan el alma, y en las anécdotas existe una casa donde antes que nosotros jugó y cantó un trovador legendario.

¿Cómo alcanzar seis cuerdas con cinco dedos? Ese debía ser el secreto. Peor aún: el pulgar sólo es apoyo, así que sobran cuatro: dos para estorbar, y dos que no saben posar con gracia. En suma, una pezuña.

Al otro extremo, el garfio transforma rasgueo en arañazo y caricias en llaga: un dedo quiere hacerlo todo y los demás unen su rebeldía.

Poco valieron las clases; aunque el oído era ancho la impaciencia fue mayor. La voz, por un tiempo, encontró el camino y ritmo y equilibrio ausentes en las piernas, que no sabían mecerse ni correr en armonía: una se arrastraba –pata de palo– mientras la otra quería saltar.

Captain_Hook_detail-FD_Bedford-WikimediaCommonsEn el ambiente, todo era una sinfonía líquida que no se parecía a la música de herencia pero sonaba familiar, nacida de los mismos trastes y pisadas, que no podían ser otros, pues la música, universal e imponente, conserva en toda encarnación su matemática.

Resulta que los tríos no eran solamente trova, ni la armonía estaba hecha siempre de voces bien templadas; había requinto y jazz, y también era magia.

Paco de Lucía, primero con los suyos, luego junto a McLaughlin y DiMeola, y después otra vez rodeado de “su” flamenco. Así entendí qué son las distancias, y porqué a cada quien su oficio. Con el tiempo, cierta tercera voz huyó de la garganta para anidar con un filo distinto entre las páginas.

Mientras, Paco brincaba de Algeciras a Tulum, y el acento flamenco cobró resonancias Mayas.

Paulus_Potter_-_Two_Pigs_in_a_Sty-detail_-_Google_Art_Project-WikimediaCommonsHoy se ha marchado, aunque sigo escuchándolo. Yo dejé de tocar, porque lo más mío (así lo descubrí) son las palabras. Pero mi guitarra, que ha perdido un padrino, aún conserva el oído, la voz… y la esperanza.

 

El padrino (en imagen tomada de Wikimedia Commons) es Paco de Lucía (1947-2014), de Algeciras, de la música y la playa. La pocilga cada vez pierde más música y palabras.

 

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Febrero en sábado (por la noche)

Aunque en esta pocilga no somos fánses de las fechas comerciales, hay cosas de las que sí nos acordamos. En este caso, febrero nos recuerda la aparición del maestro Lou-Sin en este plano de la existencia, aunque su “debut escénico” no fue en la pocilga sino en otro foro de más saneado prestigio y palabras aladas.

Sin embargo, cierto pirata navegante decidió invitar a su maestro de solfeo, también un personaje muy querido en el chiquero, para desafinar agasajar al  “hojomeneado” y los amigos de la granja, estén donde estén.

Los Muppets y Vincent Price – You’ve Got a Friend

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