Luz de sol que no se queda en la ventana.
Aromas que se distinguen y unen en la cocina.
Una llamada transatlántica y optimista.
Grados de calor que no agobian sino abrigan.
Una videoconferencia que se prolonga sin obligación.
Libros que no acumulan polvo y siguen contando historias.
Rostros y gestos reconocibles a pesar de los años.
Recuerdos que se comparten a la velocidad de la luz.
Una lección de genética a través del gozo.
Escribir porque puedo, porque quiero y porque sí.
Lista a la manera de Sei Shonagon (ca. 966-1017), siempre una dama y a veces poetisa japonesa, autora del Libro de Cabecera (no para niños) que inspiró la película (tampoco para niños) de Peter Greenaway.