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De desastres y cómo arreglarlos

De-desastres… o cuando aprendí a hablar (un poco más de) milenial y a amar mi generación (sin necesidad de terapia).
La invitación a renovar el gusto por las puestas en escena siempre se agradece; aún más, viniendo de quien viene y en buena compañía, así que la mesa estaba puesta para una tarde lluviosa pero grata y festiva.
Lo primero, la economía del escenario y el espacio. Se necesitó muy poco para “crear” el mundillo en donde iba a tener lugar la historia. Incluso el detalle de los lentes que no se apagaron me hizo aplaudir más el dominio escénico de la protagonista, que remontó ese detalle y algún que otro tropiezo de la memoria con soltura y elegancia. Un gran acierto, el uso de micrófono, pues a pesar de que el foro era pequeño, la disposición de los asientos complicaba la visibilidad y hubiera sido terrible que, además de esforzarnos para ver, hubiéramos tenido que luchar para oír.
El latigazo de la música, un esperado logro de @maria_morfeo, me hizo abrir más los ojos y estar igualmente más abierto. Aunque fui gran aficionado al teatro “nuevo” y experimental cuando estaba en la universidad y aún después, hacía mucho que no asistía al teatro, pero me sentí cómodo con el espacio, y estar en la segunda fila me ayudó a no perder detalle aunque a veces fuera más fácil mirar a la pantalla del que estaba grabando que al escenario; lo siento por los que estaban atrás de mí que probablemente tuvieron que balancearse para ver.
No estaba (tan) preparado para que fuera un monólogo… y tampoco para que a la vez resultara comprensible, instructivo y entretenido, además de por momentos previsiblemente, o debería yo decir incómodamente, autocrítico. Allí estaba, para quien quisiera advertirlo, la sutileza y precisión de la mancuerna entre la intérprete y la directora, como también la fluidez del equipo tras bambalinas.
Creo que la historia, a pesar de ser relativamente corta para la duración promedio de una obra de teatro, fue suficiente. 45 minutos, más o menos, a una velocidad de desplazamiento de 1.5X, transmitieron contenido bastante como para una puesta casi el doble de larga, pero en ese caso yo creo que la actriz y el público habríamos agradecido (y necesitado, dice mi ya no tan joven vejiga) un intermedio.
La estructura del texto, a veces monólogo, a veces soliloquio y a veces confidencia, fue lo suficientemente variada para atraer, incluir y a veces engatusar al público, que lo reconoció con reacciones, creo yo, cada vez más espontáneas y relajadas. Al final, quedamos de acuerdo en que lo que vimos no era ni un reclamo, ni una prédica, sino algo más parecido a un diálogo cómplice con la intimidad de otro ser humano que no se toma demasiado en serio más que su propia soledad, acompañada por los de siempre, amigos, conocidos y familiares, que podían ser apoyo, estorbo o punching-bag. Como casi siempre sucede.
Hubo algunos momentos memorables, puestos en el centro más por el silencio que los rodeaba que por las palabras que se decían. En particular recuerdo haber sentido más que visto la toma de aliento del público cuando la letanía de las relaciones incluía un nuevo rasgo estereotípico, con más resignación que dolor: los papás que no saben qué decir, los amigos que en vez de dialogar esperan turno para entonar su propio monólogo, las parejas que van a lo suyo… hasta la ilusoria “pareja perfecta”, el ente virtual que de pronto resulta un eco servil de las propias ansias.
Salí satisfecho y contento, después de darle un cabezazo a las luces que pendían sobre mi cabeza, con mucho que pensar y la convicción aumentada de que sí, la vida se enfrenta diferente según los años que traemos a cuestas. Pero ya no digo con tanta seguridad las ancianas frases que me hacían sentir “superior”: reconozco que los cambios y luchas de cada quien parten del mismo núcleo, la búsqueda personal de una historia que queremos hacer al mismo tiempo dinámica, fructífera y memorable… aunque nos lleve (y nos cueste) toda la vida.
Ahora solo queda esperar que haya una “versión réplica”. Si tan solo conociera yo a alguien que fuera a la vez actriz, escritora y representante de mi generación…
Aplausos, y que se abra el telón.
De desastres y cómo arreglarlos
Autora e intérprete Splash Morales
Dirección Mara Jiménez
Música original @maria_morfeo
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Chispazos

Por la libertad de ser

Angel de la Independencia

Quiero vivir libre
desde el primer instante:
Saber que desde mi núcleo
puedo crear y encontrar lazos.
Jugar con alegría y concentración,
como juegan los niños.
Crecer y vincularme con el mundo,
con la naturaleza
y el Cosmos ignorado.
Saber que este presente
es todo lo que hoy tengo,
y enlazar armonía
extendiendo las manos.
Convivir con amigos y familia
y disfrutar en paz
el fruto del trabajo.
Elegir mi camino,
un Credo, un himno
y edificar un mundo
más justo y más humano.
En convivencia, construir;
solucionar unidos
Y ver que nadie
se quede abandonado.
Que todos tengan techo,
salud, un alimento,
un oficio, una jornada y un descanso.
No somos diferentes,
sino hermanos,
pues desde la misma vida
y bajo el mismo sol andamos.
Para eso es que salimos a las calles
y por eso hoy lo escribo:
para nunca olvidarlo.

 

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Chispazos Rescates

Entiendo al Fénix

Phenix a neuf tetes _Wikimedia_Commons

En la esquina del escritorio,
un monitor titila balbuceos.

La cortina juega a esconder
luces del exterior,
cazadora de fatuos.

El teléfono yace,
pero se convulsiona.
No quiere descansar.

Aunque es invierno,
las presencias ahuyentan
a la vez los fantasmas y el frio.

Una lágrima tímida
toma valor para deslizarse
junto a las arrugas de la risa.

Abre las alas:
volar pinta de pausa
el camino al horizonte.

Las cenizas,
más que señal de muerte,
son condimento y nido del fuego.

Parpadeo. Relámpago.
Resplandor.
Renacimiento.

Ahora entiendo al Fénix.

Este poema de Ivanius (@chanchopensante) apareció originalmente en Twitter, allá en los tiempos cuando era un feliz patio de juegos y no la olla de pleitos que es ahora; después resurgió en el blog colectivo Escribidores y Literaturos el 11 de febrero de 2013, y finalmente es rescatado para esta pocilga, porque sí y como un homenaje bailador con dedicatoria, a Josefa, pero hoy especialmente a Benita. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

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Chispazos Inspiración pura

Fulgores

Muso_Soseki_wikimediacommonsAl monasterio llegaron rumores de inquietud y alarma entre los habitantes del pueblo, e incluso más allá. Se decía que ante los exabruptos del soberano, muchos, incluso entre los simpatizantes y funcionarios, hablaban de abandonar la esperanza.

Entonces un joven novicio le preguntó a Lou-Sin: Maestro, ¿es cierto que quienes buscan el mal prevalecen frente a los buenos?

El anciano, cerrando los ojos al remover las brasas del pebetero, respondió: La oscuridad no puede vencer la luz, solo ocultarla.

Bonus: Un acompañamiento a este post,  en  homenaje al maestro Lou-Sin y a George Orwell, santos patronos de este chiquero. Que vengan las musas.

Sesame Street – (I Can’t Get No) Cooperation

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Chispazos

Súbete a mi libro

Un libro es un teletransportador sin límite de tiempo, espacio o escala. Es una plataforma segura para asomarse al vacío, despegar al infinito, asomarse a lo minúsculo. Un telescopio, un microscopio, un barómetro, un guante, una pinza, una tijera. Es una gota de agua que verdea el desierto, un río que despeja el calor, un lago que invita al reposo. El rayo que anuncia los límites de la tormenta, la luz que indica el final del túnel. El sonido del reposo, el silencio de la iluminación, la chispa de la yesca, el pasto mullido, el pellizco que quita la modorra. Un libro es hogar, es refugio, es espada, es faro, es flecha. Es lo que da sentido a las pausas, tierra fértil para mi voz que aguarda en el tintero. Es palabra, es puntuación, es pista, signo, mapa y horizonte. Es el café de la mañana, el té de la tarde. Es tertulia, es oración, es cadencia. Es trino, es carta, es un abrazo envuelto en electrón, es prueba final para un árbol, y no solo para un árbol, de que hay vida después de la vida.

AVISOS PARROQUIALES: Este es el atisbo inicial de la nueva (y quién sabe si última) temporada.

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Chispazos Inspiración pura Marranadas Reseñas

Fronteras (nomás traslomita)

Parecería simple encuadrar nuestra reseña en el “basado en una historia real” que aparece en tantos libros y películas. Pero hay una diferencia clave, al mismo tiempo intimidad y desgarro.

En Fronteras, de Mara Jiménez, los personajes están vivos, y anidan en el cerebro, el corazón y otras vísceras del lector; allí encuentran ecos y disonancias. A poco de haber empezado, logran que nos importe su suerte aunque, como en todo lo nacido de la realidad, llamen más la atención las luces, por inesperadas, que las sombras, por cotidianas.

En el centro de la historia están las mujeres, y no es frase oportunista sino esencia absoluta: sororidad a prueba de distancias, desilusiones, dilemas, décadas y dictaduras que enfrenta límites impuestos desde fuera, pero también los que cada quien descubre desde dentro.

Fronteras es un libro creado con los aderezos del oficio, el sazón de los años y calidez de entraña, evidente en la voz de la narradora, que intenta desdibujarse moviendo los reflectores hacia los otros, pero igual que ellos, junto a ellos y con el fondo de ellos se retrata, digámoslo alto y claro, como protagonista de pleno derecho.

Quien esto escribe, lector todoterreno y de kilometraje más Verne que Humboldt reitera su envidia por las aguerridas letras de Mara, que ya han asomado antes por aquí, y la invitación a dejarse transportar y transformar por ellas, sin necesidad de pasaporte.

Mara Jiménez. Fronteras. Editorial Dunken. Argentina, 2022. 197pp.

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Chispazos

Homenajes

En el aula los monjes discutían sin ponerse de acuerdo, y antes de llegar a acalorarse, uno de ellos decidió plantear el problema a Lou-Sin: ¿Cómo puedo honrar a quienes más me importan, si los sentimientos son inconstantes y la mente falible?

El viejo maestro cerró los ojos un momento, y dijo: El amor no es recuerdo ni registro, sino vínculo; por eso el corazón lo reconoce a pesar de los vaivenes, y su fuerza supera incluso al olvido.

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Borrones Chispazos

Alientos

En un rincón del monasterio destacaba un antiguo pozo, cerrado con tapa de madera.

Como ninguna planta se marchitaba allí, en ese lugar se sembraban hierbas destinadas a la cocina, en feliz convivencia con diversas plantas medicinales y los jóvenes brotes e injertos de flores y árboles del huerto.

Sobre la tapa del pozo, el superior del monasterio agregó hojas secas a la brasa del sahumerio y encabezó la procesión al patio central para encender el fuego nuevo, como cada primavera.

Aquel año había sido difícil, y en la ceremonia destacaron ausencias junto a la presencia de otros que no habían visitado aquel lugar en mucho tiempo.

En cuanto el viejo maestro empezó a hablarle a la asamblea, el viento trajo un racimo de aromas congregados, como si el pozo hubiera conspirado para compartir su propio mensaje de esperanza.

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Chispazos Happy-Happy Joy-Joy

Letras, vidas y vínculos

Agenda mediante, le llegó su hora a una actividad que a estas alturas de la pandemia no puede parecer más rutinaria, pero lo que sucedió tiene su propio cauce y caudal, y además (gracias a la previsión) no hubo amenaza de cuenta regresiva.

Lo demás fue pura fluidez. Los ingredientes cayeron en su lugar como colores numerados en una ilustración a espera del artista. Como lluvia sobre lienzo con vino y música. Como ciencia no oculta: compartida. Como cultura general que no juega, pero cómo se divierte.

A la par del reloj olvidé las imágenes, porque lo que vi no eran rostros sino presencias. Cada voz las vistió de sus propios recuerdos, anhelos o carcajadas.

El punto final me trajo a la memoria esas fiestas infantiles donde los invitados (a veces con mala suerte en la piñata) recibían de todos modos una bolsa de dulces, porque me llevé distracción, alivio, curiosidades, calidez, crecimiento… incluso libros por leer y hasta por releer.

Todo a partir de vínculos, un concepto que creo haber visto en alguna parte. Estoy seguro de que no fue en una pantalla, y sé que para contarlo hacen falta más horas que todas estas palabras.

 

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Chispazos Happy-Happy Joy-Joy

Óxido y diamantes

Casi al mismo tiempo que al calendario de la pandemia le llegó la ronda de aniversario, recibí la oportunidad de sacudirle la polilla a algunas destrezas añejas del oficio y reanimar el gozo de trabajar con las palabras.

Dicho con metáfora de chiquero, la navegación estética me ha llevado más cerca de Joaquín (Mortiz, aunque también Sabina) y lejos de Alfredo Palacios, a décadas del empujón inicial recibido de alguien que confió más en su intuición que en mis credenciales, tal como dicen que le pasó a Arreola.

Editar y corregir textos es como hacerle cirugía plástica a una estatua de mármol: antes de empezar es necesario conocer bien el objeto y, digamos, su historia clínica, además de preparar los instrumentos con tanta delicadeza como el mise en place del experto cocinero.

Solo así es posible acometer la tarea con más lija de agua que buril, pero sin miedo al cincel ni a la navaja. O eso digo yo. Seguiremos informando.

Ah. Por supuesto, este post tiene dedicatoria… y soundtrack.

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