Un libro es un teletransportador sin límite de tiempo, espacio o escala. Es una plataforma segura para asomarse al vacío, despegar al infinito, asomarse a lo minúsculo. Un telescopio, un microscopio, un barómetro, un guante, una pinza, una tijera. Es una gota de agua que verdea el desierto, un río que despeja el calor, un lago que invita al reposo. El rayo que anuncia los límites de la tormenta, la luz que indica el final del túnel. El sonido del reposo, el silencio de la iluminación, la chispa de la yesca, el pasto mullido, el pellizco que quita la modorra. Un libro es hogar, es refugio, es espada, es faro, es flecha. Es lo que da sentido a las pausas, tierra fértil para mi voz que aguarda en el tintero. Es palabra, es puntuación, es pista, signo, mapa y horizonte. Es el café de la mañana, el té de la tarde. Es tertulia, es oración, es cadencia. Es trino, es carta, es un abrazo envuelto en electrón, es prueba final para un árbol, y no solo para un árbol, de que hay vida después de la vida.
AVISOS PARROQUIALES: Este es el atisbo inicial de la nueva (y quién sabe si última) temporada.