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Chispazos Inspiración pura

Fulgores

Muso_Soseki_wikimediacommonsAl monasterio llegaron rumores de inquietud y alarma entre los habitantes del pueblo, e incluso más allá. Se decía que ante los exabruptos del soberano, muchos, incluso entre los simpatizantes y funcionarios, hablaban de abandonar la esperanza.

Entonces un joven novicio le preguntó a Lou-Sin: Maestro, ¿es cierto que quienes buscan el mal prevalecen frente a los buenos?

El anciano, cerrando los ojos al remover las brasas del pebetero, respondió: La oscuridad no puede vencer la luz, solo ocultarla.

Bonus: Un acompañamiento a este post,  en  homenaje al maestro Lou-Sin y a George Orwell, santos patronos de este chiquero. Que vengan las musas.

Sesame Street – (I Can’t Get No) Cooperation

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Chispazos Inspiración pura Marranadas Reseñas

Fronteras (nomás traslomita)

Parecería simple encuadrar nuestra reseña en el “basado en una historia real” que aparece en tantos libros y películas. Pero hay una diferencia clave, al mismo tiempo intimidad y desgarro.

En Fronteras, de Mara Jiménez, los personajes están vivos, y anidan en el cerebro, el corazón y otras vísceras del lector; allí encuentran ecos y disonancias. A poco de haber empezado, logran que nos importe su suerte aunque, como en todo lo nacido de la realidad, llamen más la atención las luces, por inesperadas, que las sombras, por cotidianas.

En el centro de la historia están las mujeres, y no es frase oportunista sino esencia absoluta: sororidad a prueba de distancias, desilusiones, dilemas, décadas y dictaduras que enfrenta límites impuestos desde fuera, pero también los que cada quien descubre desde dentro.

Fronteras es un libro creado con los aderezos del oficio, el sazón de los años y calidez de entraña, evidente en la voz de la narradora, que intenta desdibujarse moviendo los reflectores hacia los otros, pero igual que ellos, junto a ellos y con el fondo de ellos se retrata, digámoslo alto y claro, como protagonista de pleno derecho.

Quien esto escribe, lector todoterreno y de kilometraje más Verne que Humboldt reitera su envidia por las aguerridas letras de Mara, que ya han asomado antes por aquí, y la invitación a dejarse transportar y transformar por ellas, sin necesidad de pasaporte.

Mara Jiménez. Fronteras. Editorial Dunken. Argentina, 2022. 197pp.

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Disculpitas Marranadas

Garabato antes que gambeta

Ayer pasaron muchas cosas que en conjunto a casi nadie le importan. Una sí, pero no tanto: se murió Maradona.

Yo no soy futbolero; para mí esa Argentina de la imaginación está hecha de otros seres más directamente reales, más divertidos, algunos polémicos (cuestión de gustos, sobre todo musicales), otros más entrañables, entre ellos alguna que hoy forma parte de mi familia, pero ¡ay! varios también muertos dentro de este paréntesis llamado pandemia.

Quino es el mayor de ellos. Precisamente porque trazando ese desencanto contestatario que le duró toda mi vida (soy casi de la edad que su mayor hija, Mafalda) se desgastó en querer y en ser querido, allá donde iba.

Maradona en cambio fue y es inolvidable para sus compatriotas y muchos más, aunque despertó admiración e irritación a la vez: un genio y un desperdicio. Con el balón fue un ídolo, pero sin el balón no solo sus pies eran de barro.

Mis personajes favoritos los distingo porque a unos les pediría el autógrafo o la selfie, pero con otros me tomaría un café, una cerveza o la cena completa. Maradona seguramente me habría cobrado la selfie; con Quino, una vez superada mi timidez (y la suya) quiero creer que nos habríamos dividido una sonrisa.

La admiración que perdura, digo yo, es la que nace del respeto, no de la bravuconería. Díganme loco, pero prefiero al que se hace escuchar sin necesidad de levantar la voz, con humor y “mano izquierda”, antes que a quien alza la mano y la llama “de Dios” mientras manda al diablo a quienes le reclaman. Descansen ambos en paz.

Esta ya es una sombra muy larga… y en la noche siguen cayendo, fugaces, las estrellas.

AVISOS PARROQUIALES: 1. Este post sí tiene dedicatorias, todas entrañables: ustedes saben quiénes son. 2. La foto de Maradona viene de Wikimedia Commons y la tomó Aleksandr Mysyakin. 3. Después de muchas sucedencias, este que escribe y la pocilga, con todos sus personajes, estamos de vuelta. 

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Chispazos

Relevancia de la arena

Basta tener ojos y oídos para captar que hay demasiadas voces en estos días; hasta el más atento pone a prueba su serenidad a cada paso.

El zumbido del caos, la cacofonía del rumor, el asedio del miedo. Una competencia donde, como en el juego del maratón, pareciera que lo que mejor avanza es la ignorancia.

Entre todo ese volumen parece sencillo, incluso tentador, ceder a la inercia y perder no solo el hilo sino el rumbo. Otros alertan que podemos perder la razón, sin saber qué hacer, a quién creerle o para dónde hacerse.

Es entonces cuando el aislamiento (con encierro o sin él) viene bien para respirar hondo y recordar el ejemplo de las ostras, que enfrentan la invasión de un parásito con paciencia y concentración: así es como un simple grano de arena (o algo más minúsculo aún) se transforma en perla.

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Corriente Inspiración pura

Artista sin cadenas, I

“(…) Los enemigos de la libertad intelectual siempre intentan presentarse como defensores de la disciplina frente al individualismo. El tema verdad-contra-falsedad lo mantienen en un segundo plano. Aunque el énfasis varía, al intelectual que rehúsa vender su punto de vista se le suele llamar egoísta. Es decir, o se le acusa de querer encerrarse en su torre de marfil, o de hacer un despliegue exhibicionista de personalidad, o de resistirse al incontenible empuje de la historia intentando aferrarse a sus injustificados privilegios. [Tanto un adversario como el otro] asumen que su oponente no puede ser a la vez honesto e inteligente. Cada quien alega tácitamente que ‘la verdad’ ya fue revelada, y que el hereje, si no es un tonto, en secreto conoce ‘la verdad’ pero se resiste a ella por motivos egoístas.”
George Orwell, The Prevention of Literature (1946)
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Chispazos Rescates

Paisajista

Me gusta mirar a través de la ventana. A la izquierda, tras una barda y sobre ella se alza un enorme árbol que alfombra el jardín con crujidos, recordándonos, como un privilegio especial, el paso de las estaciones. Aunque se hace odiar porque nos perjudica la limpieza, a cambio da refugio a infinidad de criaturas invisibles. El aire de la tarde se llena de trinos que compiten con el altavoz… y casi siempre ganan.

Blurry_Prison_WikimediaCommonsNadie aprovecha la sombra de ese árbol; pero es bueno disfrutarlo con la vista. Los únicos huéspedes, aparte de los pájaros y unas cuantas lagartijas, son dos o tres gatos, que se reúnen para pelear o solfear a través del muro. Prefiero sus gritos.

A la derecha, la hiedra es dueña de la pared y la reja que se alza sobre el muro; tampoco se ven las ramas del durazno entre el verde subido de la enredadera.

Frente a mis ojos, nuestro jardín. Al fondo, una formación de soldados: largos bambúes que apuntan al cielo y sacuden sus hojas bajo la incesante impertinencia del viento. No son amigos del silencio, pero me gustan porque entre sus ramas, los pájaros pueden burlarse de los gatos.

Los bambúes son los amos, y todos lo saben aunque los miren con gesto de reproche. Dicen que el camino de piedras blancas está allí para detener el avance de la hierba, pero ayuda a caminar a la vista de todos. El resultado sólo es agradable para quien no sabe cuánto pesan las piedras.

Más cerca de mi ventana, un peral, un limonero y otro durazno reposan hasta que la primavera los despierte. Entre todos ellos, una franja de hierbas y flores siempre sedientos, bajo un oscilante sol de barro que sonríe junto a la puerta de vidrio.

Hay una mirada más alta que la mía, más alta que la casa, más alta que las antenas que estropean el horizonte: un gigantesco pino como torre.

Mientras escribo, el trozo de cielo azul se ha oscurecido; los pájaros hace rato desaparecieron, mudos, entre el follaje. El viento agita las hojas; tengo una sonrisa extraña en la cara. Es hora de acostarse.

El último resplandor del sol parece un guiño brillante. Cuando veo la primera estrella, sé que llegarán a darme la medicina que me aclara el paisaje y por qué estoy aquí encerrado.

Paisajista” Relato de Ivanius. Imagen: “Blurry Prison” de Shayan Sanyai, en Wikimedia Commons. Aparecido originalmente en el blog colectivo Escribidores y Literaturos el 8 de octubre de 2009, y rescatado hoy para la pocilga, porque sí.

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Inspiración pura Marranadas

Puente musical sobre el río Oink

Haciendo limpieza en posts antiguos, descubrí que una de mis recomendaciones musicales cambió de dirección en el yutúb, así que la pongo acá de nuevo para quienes no la hayan escuchado. Annie Lennox reinterpreta (y cómo) una canción más conocida en voz de Joe Cocker.

Many Rivers To Cross

Y no es que me azote, pero casi es una celebración porque por poco no vivimos para contarla. Estéi tuned, porque ahora sí estamos de vuelta. ¡Sigamos adelante!

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Corriente Marranadas

Sin ojos no hay paraíso (I)

Los privilegios (y coincidencias) de la vista parecían no tener límites, hasta que llegó el cansancio.

Mi oftalmólogo de cabecera me dijo: “para la cantidad de páginas que has leído en tu vida, ya te habías tardado”. Y es que, con todo y ojo biónico, tiene razón.eye_farm_nevittdillmengnuwikimediacommons2

Este ejercicio de leer todo el tiempo que a mí me resulta inevitable, parece ser más raro de lo que suponía. Sin embargo, me preguntaba por qué se les cansa la vista a aquellos que casi no leen. Habrá quien responda que las letras no son lo único que bien vale unos lentes, y por supuesto tienen razón. Pero insisto porque entre mis amigos y familia, la “vista cansada” sólo sale a relucir cuando se trata de leer: parece que nadie echa mano de las gafas para contemplar otra cosa que no sean letras.

Lo que me quitó el “amoscamiento” hacia quienes despotrican sobre los lectores empedernidos y usan gafas para leer (con todo y el probable autogol) fue, como siempre, una niña que me dijo: “para ver una sonrisa no necesitas lentes”. Verdad purísima. (continuará)

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Corriente Inspiración pura Marranadas

Itinerarios

Muso_Soseki_3-wikimediacommonsUn funcionario del pueblo solía pasear por los jardines del monasterio, para oír cómo los monjes comentaban diversas enseñanzas.

“Aquí los recuerdos no existen”, decía uno; “La memoria suele ser una tortura innecesaria”.

Todos guardaron silencio al encontrar al visitante, quien aprovechó para hacer una pregunta. “Maestro, ¿qué es mejor para aprender: experiencia o intuición?”

Lou-Sin miró de arriba a abajo al funcionario, antiguo condiscípulo, y sonriendo dijo: “Aprende de oyente, porque las lecciones particulares suelen ser carísimas”.

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Corriente Marranadas

Mejor no me cuentes

Eso de la historia a la hora de ir a la cama hay quienes se lo toman demasiado en serio.

Y luego preguntan por qué nace el insomnio.

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