En la esquina del escritorio,
un monitor titila balbuceos.
La cortina juega a esconder
luces del exterior,
cazadora de fatuos.
El teléfono yace,
pero se convulsiona.
No quiere descansar.
Aunque es invierno,
las presencias ahuyentan
a la vez los fantasmas y el frio.
Una lágrima tímida
toma valor para deslizarse
junto a las arrugas de la risa.
Abre las alas:
volar pinta de pausa
el camino al horizonte.
Las cenizas,
más que señal de muerte,
son condimento y nido del fuego.
Parpadeo. Relámpago.
Resplandor.
Renacimiento.
Ahora entiendo al Fénix.
Este poema de Ivanius (@chanchopensante) apareció originalmente en Twitter, allá en los tiempos cuando era un feliz patio de juegos y no la olla de pleitos que es ahora; después resurgió en el blog colectivo Escribidores y Literaturos el 11 de febrero de 2013, y finalmente es rescatado para esta pocilga, porque sí y como un homenaje bailador con dedicatoria, a Josefa, pero hoy especialmente a Benita. Imagen tomada de Wikimedia Commons.