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Corriente Disculpitas Explicaciones Marranadas

A quien corresponda

Estimado destinatario:

No sé qué decirle que no suene a frase de cajón. Me piden presentar a usted, a quien no conozco, una persona que ciertamente conozco.

Si en cambio fuera usted quien me conoce, sabría preguntarme: «¿vale la pena Fulano?» a lo cual yo respondería: «¿la pena de qué?». Por eso le pedí a quien porta esta misiva que la escribiera él mismo y me la presentara para firma.

Sí, soy un hombre ocupado. Aunque no puedo decirle de Fulano algo especialmente luminoso o determinante, me gustaría hacerlo. Sería agradable, y mucho más breve, recomendar a una persona ante otra diciendo: «No sé cómo ha podido sobrevivir hasta ahora. Me atrevo a decirle que su vida será más grata y sus ingresos más considerables si decide incluir a Fulano entre los copartícipes de su nómina». O algo breve, menos agradable, aunque casi tan eficaz, y mucho más contundente: «Es mejor ganar un empleado que un enemigo». Pero si quiere frases como ésta, pídaselas a Maquiavelo.

Otra cosa más: ya sé que no le he dicho cómo se llama la persona de quien le hablo. Pero creo que, siendo los dos desconocidos entre sí, lo primero que harán será presentarse mutuamente. Entonces, usted y yo tendremos un conocido común. Le invito a tomar ese riesgo.

Atentamente,

Ivanius

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Disculpitas Explicaciones

Cero y van tres o ¿esto es justicia?

Soy un infractor impune.
Y lo reconozco. Pero es sí, no porque yo quiera.

En mi historia tengo registrados varios encuentros con los guardianes del tránsito en la ciudad; es más, hasta tengo incidentes de tránsito en el gabacho, aunque a dios gracias estos sin la intervención de los “correctísimos” oficiales en moto o patrulla; y aún así, el saldo resulta a mi favor.

No sé si esto que escribo va a ser un consejo, un choro, o un manual de procedimientos sobre cómo salir valseando de un embrollo automovilístico cuando hay canes uniformados de por medio.
Veamos:

Sábado por la noche.
Calle solitaria.
Me bajo del auto porque me parece que una llanta está baja. Apagao el auto, las luces y reviso. Regreso y ps nada, todo en orden.
Retomamos la marcha.
No bien avanzados 50 metros, una moto de tránsito me flashea la torreta y la luz de la moto. Yo, confiado, me orillo. “Ps cuál es el problema, venimos bien ¿no?”. Pues no güey, traes las luces apagadas. Verifico y entonces sí, sudo frío. “Demonios, no traigo la licencia”.

Se acerca un “oficial” y al son de “buenas noches caballero”, me extiende la mano para saludarme. Dudo varios segundos si dársela o no, porque es muy apestoso ese gesto de su parte; y el güey se empieza a poner nervioso que no lo pelo. Al fin se la extiendo y aprieto con todo, entonces él la retira dolido, y se pone hostil:
– “Sus documentos por favor”.
– “Deme un segundo”. Saco la tarjeta y se la doy.
– “Su licencia”.
– “Mmm. Esa no la traigo.”
– “¿Puede bajar por favor?”

Creo que si hay una siguiente, tendré que trabajar en eso, porque al bajarse, se está aceptando un diálogo desos en corto.
Ya abajo, el güey me dice que la multa por no traer licencia es corralón directo, y que “ps se le hace mala onde llevarme, en sábado por la noche”. Yo sintiendo que me hierve el buche digo:
– “Bueno, vámonos”.
Se le desorbitan los ojos y atina a decir:
– “¿Deveras?”.
– “Si, no traigo dinero y no pienso darle un centavo a usted. Vámonos”

Se pone gallo el güey, y muy dignamente me dice que lo siga. Nos dirigimos al corralón de Barrientos.
Se echa a andar despacio y de repente, acelera. Lo sigo.
Pasamos un tope, una bocacalle, y el güey demuestra que es un dechado de procedimientos para manejar: direccionales, intermitentes, freno, límite de velocidad… Y entonces se estaciona y me hace señas.

– “¿A dónde se dirige?
– “A mi casa”.
– “Ire, tenga su tarjeta y váyase con precaución. No olvide encender sus luces. Que tenga buena noche”.

Así que en dos ocasiones más, la historia ha sido la misma aunque en circunstancias diferentes; tales como un auto nuevo sin permiso en su viaje inaugural, y un foco apagado al frente otro día.
Hasta la segunda vez, me parecía “algo divertido” el asunto.
“Chinches policías, les da hueva llevarte al corralón porque pierden tiempo para morder… ja-ja”.
Pero el viernes sí sentí que algo está MUY mal, y neta… no sé.

Traté por un momento de hacer pensar al pobre idiota que me paró, hablándole de que todos estamos cansados de la corrupción, y que no habría porqué negociar la ley, que porqué chingados no me llevaba y me yo tenía mi merecido por olvidadizo…
El contestó: “espéreme, voy a ver con el comandante”.

En ese momento supe que todo había valido madre.

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Doña Mu.

La damiana en el matadero

Todavía me acuerdo de cuando perdí mi primera oportunidad.
Caí en el grupo o salón de una maestra realmente loca en cuarto año, que en serio, todas las mamás de la escuela la tenían catalogada “como un peligro”.
Algo había yo escuchado una año antes acerca de ella.

No faltaban los escuincles que recontaban con pelos y señales los desvaríos de la miss esta: “Y cuenta unas cosas bien looocas… se la pasa diciendo que ella vivía en España y que conocía a los reyes, a los príncipes, y que había bailes hasta el amanecer… con vestidos laaargos… está re-loca”.

El primer día de clases de ese cuarto año, llegué con la incertidumbre clásica que viene después de las vacaciones. Quiénes serían los compañeros, si estaría la chica que me gustaba, si el salón estaba limpio…

Y que la veo.
Una señora alta, blanca, de presencia digamos agradable, estaba muy mona sentada al escritorio mientras el tropel de chamacos entrábamos en medio de un mustio silencio.

Y que abre la boca.
“Buenos días… ehem… yo voy a ser su maestra este cuarto año… ehem… soy la maestra SoOofi ehem…espero que aprendamos y nos divirtamos mucho… ehem. Disculpen esque estoy un poquito ronca, pero esque tengo un tumor en la garganta, mi doctor ya me ha dicho muchas veces que me opere, pero no, la verdad es que a mí, me dan terror las operaciones. ¿Verdad mi amor?” Mientras cerraba su espích inaugural, y confirmaba todos los rumores acerca de su estado mental; una chamaquita  rubia ceniza con las raíces negrísimas, y cara de rata asentía vigorosamente, y copiando la “voz ronquita de su mamá” decía que si.

Además de la actitud, la voz ronca y su evidente desequilibrio mental, cuando se paró la pude ver mejor: Era blanca, pero por las plastas de maquillaje que le cubrían la cara. Los dientes… enormes y amarillos, dejaban ver el deterioro que sufre el esmalte por fumar como chacuaca; y la ropa… un saco de tweed a cuadros que en algún momento fue bonito, ahora era un depositario de manchas de café y yogúr, además de orines de perro y gato. Medias negras que de tantas jaladas parecían caladas; y para rematar… el estropajo amarillo con raíz negra de más de dos meses que llevaba en la cabeza a manera de pelo, era la confirmación de todo rumor y sospecha.

La neta no recuerdo haber sentido miedo. Más bien, incertidumbre. “Ahora sí, qué va a pasar”.

Y a punto de salir al recreo, que me aborda:

– “Tú eres Carlitos, ¿verdad?”
– “Sí maestra.”
– “Ay, dime Sofi…”
– “Sí maestra”
– “Bueno, ya me dijeron que tú eres el más inteligente de la escuela. Vas a ver que aquí vamos a aprender mucho; y ya sabes: si alguno de esos chamacos groseros te molesta, vienes conmigo, y vas a ver qué castigo le ponemos. ¿Te parece?”.
– “Sí maestra”.
– “Dime Sofi”.
– “Sí maestra”.
– “¡Ay niño!, vete a jugar. ¡Córrele!”

Me acuerdo que nomás por no contrariarla, me salí corriendo del salón, sintiéndome estúpido, pero de alguna manera influyente.
Cuando llegué a mi casa, a la hora de la comida, me enteré que mi mamá había estado cabildeando toda la mañana con el director mi cambio a otro grupo. El asunto era que, tantas mamás reclamaban lo mismo, que el director se comprometió con ellas a vigilar a la maestra “muy de cerca”, pues si cambiaba a todos los chamacos de grupo, aquello se quedaría vacío.

Mi madre, muy acongojada me hizo mil y una recomendaciones para lidiar con la maestra, y confiando en la suerte el tema quedó ahí reservado.

El año transcurría raro. Esta señora era capaz de contarnos dos horas de historias fantásticas de castillos, nobleza española y barcelonesa, para después pasar a las lecciones de español y madrearse a quien no le hiciera caso o llevara la tarea. Jalones de patillas, reglazos, gisazos, gritos destemplados (aún con “el tumor” en la garganta) y otras artimañas, era lo que esta santa señora usaba para tener el grupo “a raya”.

Yo mantenía a mi madre al tanto de todo; y su desesperación crecía. Ella sabía que ya no podía ir a pedir mi cambio; pero estaba la otra opción: que yo lo pidiera,
Aquí viene un corte, porque no supe como, otra vez antes de salir al recreo; que me llama la maestra. Cuando vi que se pintaba los labios y retocaba su maquillaje, sentí como que algo no andaba bien. “Vamos con el director” me dijo; entonces sentí que me fallaban las piernas.

Corte.

Ahí en su oficina, junto al lábaro patrio, era interrogado por el direc y la ñora esta.
– “Y dinos, ¿porqué te quieres cambiar, Carlitos?”
– “Esque mis amigos me molestan mucho. Sí estoy a gusto con la maestra, pero con los compañeros no.”
– “aaa… no te preocupes, porque yo voy a ver que BLA bla BLA bla…”

Mientras el famoso pistachón hablaba, yo sentía cómo mi oportunidad se esfumaba. Sabía que era un puto. Que la había desperdiciado.
Que me habían faltado los huevos para decirlo; y que esa ventana, se cerraba para siempre.

Corte.

Estoy chillando en la parada del camión con mi madre, y ella, se encarga de hacerme sentir peor de lo que estaba.
– “¿Porqué no dijiste? ¿Ya ves? ahora te vas a quedar ahí con esa loca. Tú pudiste haberlo cambiado.
– “BUAAAAAAAA… quiero ir a ver al director otra vez… vamos a verlo… sí le digo… por favoooorrr”.
– “No. Tu oportunidad se fue”.

Chin. Cayó el telón. Qué dura lección.
Y de ahí hasta estos días.

Me sigue doliendo el orgullo cuando estoy con la oportunidad, cuando puedo corregir una situación torcida y guardo silencio, apechugo y dejo pasar.
Ayer ni intenté meter las manos mientras entregaba a un judío vende coches a mi Damiana. Como a Chucho, la entregué por 14 chinches monedas y un cambiecito ahí.
¿Dónde quedaron todas esas horas de entrenamiento en negociaciones? ¿Dónde quedó la agilidad mental? ¿Era tal mi desesperación? ¿Debí entregarle a la Damiana a ese hombre desalmado? ¿Acabará de taxi en Chimalhuacán?
No lo sé. Pero sigue doliendo, y más gacho es para mí, encontrar recovecos sin luz en mi persona.

Y yo que pensé que había sacudido hasta el último rincón en la última escombrada.
Shit.

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Desdoblamiento

reflejos_wikimediacommonsDetrás de mis ojos, en ese tramo del librero que se pandea solamente cuando me acerco, descansa un libro olvidado. Esto empieza a ser frecuente; antes, mis lecturas eran más voraces y veloces, quizás porque, por deformación profesional, más que leer los libros me injertaba en ellos.

Ayer sucedió por fin. Contemplaba las páginas de un libro cuando me di cuenta de que mis dedos se habían manchado de tinta. Uno de ellos, el que maquinalmente deslizaba entre las páginas para no perderme o para avanzar en la lectura, se quedó pegado de pronto.

Horror, y es un libro prestado, caray. Un libro de esos que sí devolveré. Entre otras cosas, porque me ha gustado tanto —es decir, pretendo releerlo— que ya lo compré, y ahí está, nuevecito, apilado y celoso mientras termino de leer a su gemelo de otro padre.

Bueno, no importa; si le pasa algo a éste, entrego el otro al prestamista. Como está nuevo, y es el mismo libro, no le molestará. A lo mejor ni se da cuenta. ¿Y si no lo regreso? Bueno, no sé. Mejor lo termino de leer, a ver qué pasa.

Debo haberme distraído pensando porque no he cambiado de página en un rato. Es cierto: al parpadear, veo el libro comprado en el librero, aún cubierto de celofán y polvo, y su gemelo sobre mis piernas.

Mi mano sigue dentro del libro. Y al abrirlo, entiendo por qué: lo que leo es mi propia historia, y el libro que leo soy también yo.

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Libro interruptus

«… no existen razones legítimas que justifiquen la dificultad o el aburrimiento de los libros (…). La sabiduría no requiere un vocabulario o una sintaxis especializados ni se deriva para los lectores beneficio alguno del aburrimiento. Si se maneja con cautela, el aburrimiento puede servir de valioso indicador del mérito de los libros. Aunque nunca puede ser suficiente para emitir un juicio (y, en sus modalidades más degeneradas, deriva hacia la indiferencia y la impaciencia deliberadas), el tener en cuenta el grado de aburrimiento puede atemperar la tolerancia, por lo demás excesiva, a los disparates. Quienes no prestan atención a su aburrimiento al leer, al igual que los que no hacen caso del dolor, pueden estar incrementando su sufrimiento de manera innecesaria. Sean cuales fueren los riesgos de caer en el aburrimiento sin motivo, no menos peligroso resulta el hecho de no permitirnos jamás perder la paciencia con nuestras lecturas.»

«Toda obra difícil nos enfrenta a la disyuntiva de tachar de inepto al autor por su falta de claridad, o de estúpidos a nosotros mismos por nuestra incapacidad de captar de qué va la cosa. Montaigne nos anima a echar la culpa al autor. Existen muchas posibilidades de que una prosa incomprensible sea fruto de la pereza antes que de la inteligencia. Lo que se lee con facilidad rara vez ha sido sencillo de escribir. O bien pudiera suceder que un estilo semejante enmascarase la ausencia de contenido. La ininteligibilidad ofrece una protección incomparable a quien nada tiene que decir.»

Alain de Botton, Las consolaciones de la filosofía.

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Explicaciones Happy-Happy

fh

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Actualización: Me dí a la tarea de echar a andar esto de la publicación por imeil, y vualá. Lo tengo.
De primeras, iba a borrar todas esas garrapateadas con el teclado; pero ¿a poco no es mío el sitio y no tengo que andar ahí con el clásico “ssesque no puede haber errores al aire… el servidor de producción no se toca”?

A ver, a ver. Que alguien me diga algo.

Que después de todo esto es una pocilga y ce hase lo que se nos antoja.

Y para seguir con las mamarrachadas, les voy a pasar un tip: si envían un correo a

jojo

estarán formando parte activa de esta comunidad. Me refiero a que TODO lo que envíen, quedará publicado Au-To-Má-Ti-Ca-Men-Te. Así de fácil, así de sencillo. Hagan la prueba.
Bueno, automático automático… casi. Porque tendrán que esperar a que el proceso se refresque, hecho que ocurre ai cuando se le ocurre a este servidor del servidor.

Listo. Saquen los aifónes, los treos y demás madrinolas que mandan meiles en las calles; échenle de su ronco pecho y ya saben, lo que se les antoje; que obvio si de repente esto se vuelve un sitio de /iagra y Ci@lis y che@ap medicaishons y enlárrsh yer pínes y esas madres, veremos qué hacemos.

Más delante los nuevos proyectos del chancho y nos vemos.
Muchos tacos de carnitas para todos.

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Explicaciones Fotos Happy-Happy Joy-Joy

No estaba muerto…

An-da-ba de pa-rran-da.

¡UH!

Pues sí mis queridos hermanos marranos, vecinos, contertulios, allegados y semi-allegados lectores de estas letras.
Queridos todos; eso que ni qué.

Después de meterle duro a la caminada, la sonreída fácil, la libación desde temprano, y sobre todo, después de conservar aquella buena costumbre de buscar ser feliz a toda costa -aunque las circunstancias se empeñen en provocar lo contrario-…

He vuelto.

Con ánimos renovados y -neta- otra cara les digo:

  • Carnal marrano, alias Ivanius: Gracias por sacar la cara por este famoso espacio en estas semanas de mi ausencia y cuente usté con empeño de mi parte para estar a su estratosférica altura al escribir. Bueno, al menos el empeño.
  • Pika: Como dijera el Hutchens “we’re still alive on the back”.
  • Diana: Que ya me he enterado que su espacio cumple tres años justo hoy, pero que también hace como tres semanas que se le acumulan las telarañas. Seguro está usté bien. Suerte y un saludo marrano con todo respeto para usté y su palmípedo novio -referencia igualmente respetuosa-.
  • Señorita Escritora: (así con mayúscula) Todavía traigo harto pegado el último post que leí de su mercé. Desde ése día me he dado a la tarea de anotar mis sueños, o de al menos meterles una marquita mental para no dejar que se vayan. Y hablando de teleidentificación paragnoscitiva -“¿será que se dice así?” “psss no sé. Así déjalo” “Ah, okei, ta güeno” “Gracias wé” “Sí, de nada”- salud.
  • Estimado Laurens: Gracias por ser metódico y precavido. Como cuando de chamaco tenía mi “dudú” pa caminar y dormirme, su referencia es ley para ver cómo se escapa el año entre nuestros dedos.
  • Lalo: Igual que el caso anterior, pero con las tripas por delante. Siempre sentido y hartamente identificable -o sea que me identifico contigo. Capisce?-
  • Mi infalible Lic.: Ténquiu véri móch por seguir por ahí dándole duro al PR y al güebcróling. Lo esperamos por acá en su pocilga de confianza.
  • Clau: Qué bonito es experimentar casi como al espejo el despertar a la vida. Verá usté que es fabuloso un día abrir los ojos y darse cuenta de que toda esa cochinada, ese sufrir y las hilachas, quedan atrás como cuando la serpiente deja la piel y sigue el camino.
  • Y lást bot nót líst, Mi Puerco Solís: ¿Dónde andas carnal? ce te hestraña. Digo, deveras.

A huevo, deveras parece lista de agradecimiento del Grammy. Pero es la neta.
Les invito cordialmente a seguir dándose sus pasadas por acá y ¿cómo era?

Ah, si. Muchos tacos de carnitas para todos.

que no le digan que no le cuenten...

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=O

Noche muy noche, se detiene un auto. Se baja la ventanilla y me dicen:

– ¡Oiga!…
Si, usté. Ire, esque tengo una perrita, así esnáuser como ese que trae ahí.
– ¿…?
– …sesque nadie la puede cuidar. Y como yo trabajo…

Estupor.

– ¿No la quiere?

Largos segundos para contestar.

– mmm… ¡sí!, ¿porqué no?
– Órale. Pues déme su teléfono y le hablo mañana temprano pa ponernos de acuerdo.
– ¡Ajá!, si… Seguro.

Aquí viene una elipsis como de reloj, desa que usan en la saga “de las galaxias”.
Viernes por la mañana. Camiseta usada, pantalón de “camuflash”, chanclas naranja escándalo.

“riiiiiing… Riiiiiiiiing”
– ¿Si diga?
– Oiga, habla el de la perrita ¿dónde vive?
– aaa, pos aquí en calle desta con paseo del dese.
– Sesque ya voy de salida. Le llevo a la perrita.
– Nos vemos en la puerta.

Ni bai dijimos.
Salí y ya estaba ahí el mismo tipo, en el mismo coche, pero ahora con una bolsa de plástico, un carné y un cachorro.
Sin mediar saludo me dijo:

– Aquístá el alimentito, su carné de vacunación y la perrita. Se llama Hanna.
– Gracias. La vamos a querer mucho.
– Si, se ve. Adiós Hanna.

¡slam! Vrrooommm. Desapareció.

Esto que escribo sucedió el pasado jueves.
En algo así como 2 minutos efectivos de diálogo, mi familia creció. Ya no sé si fue un 25% o un 20%, el chiste es que así a la de sin susto, aceptamos un cachorro que en la vida habíamos visto, sin saber si no tenía pulgas, si no estaba infectado con algún virus mortal o si no era un paquetito de mariguana con patas; desos que incriminan hasta al más puesto.

Y ahora, después de que pasaron ya al menos dos días, reflexiono:

O soy de plano muy ingenuo, o deveras existe eso llamado “buena fe”.
Eso cuando las palabras significan lo que deveras significan sin “aaa sesque yo creía… Sesque ¿a poco creístes que era tan fácil?”

Bueno, no se qué pensar todavía, pero de ahora en adelante, la frialdad de los números hablará por mí:

“déme una bolsa de alimento pa medianito y una pa cachorro”.

Uf.

Perrita de Troya

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Para el record.

Este se suponía era un post de sietepalabras.
Pero la emoción del momento, y lo críptico que pueden ser algunas veces esas frases, me llevan a entrarle nuevamente a las explicaciones. Jo.

 

“La suerte se reparte en las mañanas.”

 

Tenga.
Y es que queda para el record, porque desde hace unas semanas, entre nuevas tareas, enfermedades ajenas y solamente 5 gramos de responsabilidad de mi parte, me estoy levantando temprano.

¿Y me ha tocado la suerte?
Pues sí. Obvio.

Buena,

mala,

regular.

De todo un poco.
Nadie dijo que era específicamente la buena; pero eso sí, el que se levanta tempra si alcanza de repente las buenas rachas. Porque charros, me imagino pasar el trago amargo de levantarse temprano y todavía tener un día de perros.

O ¿será acaso una clásica racha de “suerte de principiante”?

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Explicaciones Marranadas

Me quedé Sorprendido…

Si esto lo leé un argentino, o sudamericano cualquiera, seguro se sentiría incómodo.

Concha

Es como cuando a uno, mexicano de nacimiento, lo invitan a comerse una panochita… O sea, el pan dulce en uno que otro país del continente.

Chale.

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