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Corriente Inspiración pura

Sin contemplaciones

puncak_jaya_icecapwikimediacommons«Me admira no tener retortijones ni urticarias, despertar sin las jaquecas que con tanta fidelidad me acompañaron en otras épocas. Tal vez la gente que no está llamada a las actividades prácticas sólo alcanza el cenit de su salud al aplacar las incontables enfermedades de la sensibilidad. En ese sentido, puedo decir que he conquistado la plácida salud de los imprácticos.»
Juan Villoro, El cielo inferior.

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Inspiración pura Marranadas Rescates

Vencimientos

muso_soseki_3_wikimediacommonsUn joven monje se acercó a Lou-Sin en busca de consejo.

Algo en el alma, en el centro de mi ser, me duele. Maestro, ¿puede sanarme el olvido?

Lou-Sin sonrió, y le dijo:

Lo que mejor te sanará son los recuerdos, porque ante el dolor nada tiene más sentido que el amor que debemos poner para vencerlo.

El debut de Lou-Sin, rescatado hoy para la pocilga, apareció originalmente como comentario “anónimo” en el blog De esquinas y rincones, el 2 de febrero de 2009. Fin del comunicado. 

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Corriente Inspiración pura

Pasmus Linguae: En la librería

Cervantes, grabado por Frederick Mackenzie (Wikimedia Commons)

Hágalo usted mismo

— Buenas tardes. Estoy buscando algunos libros. ¿Puede ayudarme?

— Sí, cómo no. ¿Encontró todo lo que buscaba?

Zombies o clásicos

Mamá, te dije un libro de muertos, no de un muerto.

Exigente y conocedor

Éste parece un buen libro: está barato y conozco a los actores que hicieron la película.

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Corriente El rincón insólito Fotos Inspiración pura

Rincones insólitos: Fotogenia para todos

Así debería llamarse el sitio del neoyorquino Jordan Matter. Las imágenes (y las instrucciones que ofrece a sus “modelos”) presentan (y venden) a un profesional que disfruta y conoce su negocio, cuida a sus clientes… y toma muy buenas fotos. Casi hace creer que la belleza depende sólo del ojo… del fotógrafo.

Ah. También se hizo famoso por un proyecto (titulado “Uncovered”) fotografiando mujeres en Nueva York, testimonio de que todo arte puede contar historias. Y la razón para incluirlo como rincón insólito.

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Corriente Inspiración pura

Musas en la caja

En una esquina olvidada de mi cuarto, una caja de zapatos junta ese polvo que pudre los recuerdos.

Las manos de las musas, algunas de carne y hueso, depositaron los retazos de magia que conserva.

Una cosa no hay: fotos. Sólo fragmentos de escenas y palabras; ningún rostro, porque no puedo olvidarlos.

En la noche, cuando dejo de escuchar la respiración junto a mi almohada, algo se mueve. Sé que es la tapa de la caja, pero cuando me levanto a mirar todo parece estar igual que antes.

Como no sucede con frecuencia, quienes me oyen decir que las musas rondan mis zapatos creen que estoy loco. Pero lo cierto es que cada mes debo cambiar la caja, porque las ideas son inquietas y voraces, y el archivo donde intento guardar las versiones finales de mis sueños siempre amenaza con desbordarse.

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Corriente Explicaciones Inspiración pura

Las coincidencias de la vista (III y última)

Cuando por fin pensé que me había resignado a ser para siempre amigo de los ojos de vidrio, los “avances de la ciencia” me llevaron a la consulta de nuevo. Luego me hice estudios y me propusieron prótesis y operaciones. Por supuesto me mandaron al diablo para la cirugía láser, pero me dieron otras opciones. Yo me negué, apoyado por uno de mis oftalmólogos de siempre, miope también, y orgulloso de sus anteojos que le habían permitido operar con éxito a miles de pacientes.

Después me di cuenta de que no era más que una larga y tonta defensa, para dejar que mis ojos dieran hasta donde fuera sin ser intervenidos. Me hice a la idea de que eso no iba a cambiar, al menos no para bien. Seguí leyendo y escribiendo; compraba mis libros y películas favoritas y corría a los estrenos de cine y escribía palabras y más palabras pensando que tal vez sería lo último que vería o leería.

Un día, mi otro oftalmólogo me dijo: “Mira, acércate a ver esto”. Al principio me pareció que mostraba un par de recortes de uña para ponerme a prueba, pero como mi ceguera y mi imaginación me habían hecho ya ese tipo de jugadas muchas veces, puse un poco más de atención.

El mentado “procedimiento quirúrgico” que me enseñó se centraba en unos como miniparéntesis “que se insertan en la córnea para blablabla…. y entonces el ojo ya no tiene punta y bla bla bla… y vas a ver qué bien vas a ver”. Yo no entendía mucho, porque pensaba que en vez de fulminar mi ojo con un rayo láser le iban a meter cuchillo. Y así como el láser suena a siglo XXI, el bisturí me recordaba a Jack el destripador y a Naranja Mecánica.

Al  final,  me dijo, el ojo se ve normal, y los implantes “biónicos” pueden ser excelente tema de conversación. El cambio en la visión hace que un ojo con, por ejemplo, 15 dioptrías físicas, termine con dos o tres, que es como pasar de la ceguera total a una visión que no será de águila, pero impide confundir a la novia con la suegra, permite usar lentes de contacto blandos, e inaugura un campo visual que incluye objetos y sujetos más interesantes que yo mismo, mi nariz y mis zapatos. Bueno, eso digo yo.

Hoy mis “últimos” anteojos descansan en lugar de honor junto a la computadora, mientras trato de no pensar en Joyce y Borges y Homero y Sartre y Pulitzer y Milton y Quevedo (y Diana, quien me envió un correo que disparó todo este rollo). Argh, quisiera ese talento, para ya no tener que preocuparme.

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Corriente Explicaciones Inspiración pura

Las coincidencias de la vista (II)

Hace unos cuantos años intenté usar lentes de contacto, de esos que son como un pellejo con rayitas para dar la ilusión de otro tono.

¿El color? Ni azul, ni gris, y (por supuesto) violeta menos; lo que quería era divertirme, no parecer una especie de mutante borracho (el pretexto fue una fiesta de disfraces). Me decidí finalmente por el verde, con el que ya me sentía cómodo y acostumbrado. Aunque el color “se me veía bien”, mis ojos, sin sus fondos de botella, eran tan de adorno como los pellejos coloridos. Allí acabó el experimento.

Después llegó el ultimátum: lentes de contacto rígidos, o transplante; de láser, ni hablar. Se supone que un  minicontacto detendría la deformación en el ojo izquierdo, que amenazaba con agravarse. Pero no me pude adaptar: aunque los usé algunas veces, sentía un chirrido, algo en los ojos como arena después de jugar todo el día en la playa. Además, ni hablar de salir a la calle o manejar con ellos, porque nunca aprendí a quitármelos con facilidad, así que después de usarlos parecía salido de una pelea de box, del velorio de mi mejor amigo, o haber intentado extirparme los ojos con una cuchara. Entonces los dejé secar en su estuche plano y volví a los lentes de siempre, un poco más delgados (y sin armazón de pasta) porque ya había evolucionado la tecnología.

Había (y hay) cosas imposibles, como bucear, por razones de equilibrio más que de visión, pero sin vista ¿cómo admirar los peces de colores? …mucho menos perseguir sirenas. Al nadar sin lentes me entró la angustia porque no veía bajo el agua. Pensé que el mar me iba a tragar y que algún tiburón miope me podría confundir con su cena mientras yo, pensando ver a un delfín, me acercaba para tomarlo confianzudamente de la aleta. Los defectos oculares pueden ser paralizantes para la vida, pero no para la imaginación, que es la vista alternativa de los miopes. (concluirá)

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Corriente Explicaciones Inspiración pura

Las coincidencias de la vista (I)

Soy una de esas personas que nacieron miopes, provisto de ideas inciertas acerca de cómo funciona eso de ver la realidad. La familia dice que me pusieron mis primeros lentes a los siete años, pero yo recuerdo que fue después de una operación a los ocho cuando se convirtieron en mis compañeros.

A eso debo (digo yo) la pequeñez de mis ojos, que cumplen su cometido a pesar de que parecen ocultar la mirada más que facilitarla. La verdad es que desde antes me había aficionado a la lectura, y los lentes me dieron el pretexto perfecto para cultivarla sin pudor alguno y con voracidad tan creciente como mis dioptrías.

Los lentes eran pantalla y refugio para mi timidez ante los múltiples apodos que reciben los niños con anteojos. Eso antes, porque ahora todos los escuincles traen lentes y hasta los gozan. Yo, a pesar de los apodos, gocé un poco los lentes por ser casi el único que los usaba, igual que zapatos ortopédicos y peinado con raya a la izquierda.

El asunto es que si en aquel entonces alguien me hubiera propuesto prótesis, más operaciones, lentes de contacto, ojorrobot, yo hubiera aceptado de inmediato; sobre todo porque para mí el hospital era un lugar de trabajo y sanación, no un sitio lleno de miedos y dolores, y no tanto por odiar los lentes. Luego llegó un momento en que ya no pude entender mi vida sin esos anteojos de pasta, con vidrios de ligero tinte verde y estilo fondo de botella.

A veces me preguntaba cómo sería usar lentes oscuros y ver todo negro, aunque me decían que también ayudaban a ver mejor, que filtraban los brillos. Yo asentía sin entender, porque me daba por contento con distinguir los rasgos de mis seres queridos sin confundirlos con otras personas, cosa que alguna vez sucedió. Me preguntaba qué tan gruesos llegarían a ser mis lentes antes de tener que usar no bifocales, sino binoculares… ¿Alguien dijo transplante de córnea? (continuará)

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Corriente Inspiración pura

I Java Dream II

En un lugar que no necesito describir, pero (eso sí) alrededor de la mesa, se estiró sin esfuerzo una conversación sabrosa como las viandas que disfrutamos en la velada. No exagero si digo que, a pesar de parecer por momentos una “cena de negros” antropófaga y sangrienta, y por momentos un velorio anticipado, esa reunión fue al cabo un oasis de palabras hondas, profundas, permanentes.

Entre todos los temas y todas las preguntas que los comensales disectaron, me quedo con una.

Hablamos de lo que Dios creó y los hombres inventaron: instituciones, personas, ideales y pesadillas. Las risas y la alegría cedieron el paso al ingenio para salpimentarse. Al cabo, aparecieron los sueños y las búsquedas. En ese momento, algo cambió, y la reunión se volvió Ateneo.

En aquella ocasión no participaron, y de una vez lo digo, los siete sabios de Grecia. Creo que los concurrentes no podrían recibir, ni jocosamente, el mote de “Los Enterados de Chilangolandia”. Aun así, algunas de las conjeturas que surgieron se han materializado (y siguen haciéndolo) desde entonces; estoy seguro de que todos reprimimos, cuando las profecías se cumplen, el impulso de decir “te lo dije”.

Al hablar de las ideas y las noticias, las coincidencias fueron más poderosas, siempre, que lo disímbolo: tocados con la actitud rebelde, irónica y certera de los diálogos de nuestra velada, las anécdotas, los personajes y hasta los antepasados entraban y salían a caballo de las palabras.

Hablamos de tareas y de proyectos, con nitidez de iluminados, con esperanza nacida del empeño. Con tembloroso y decidido realismo.

Desde el recuerdo de trincheras personales, llegamos al terreno común —pasado, presente y futuro— animándonos mutuamente a compartirlo, con la experiencia de las mezquindades y pequeñeces que sólo cada uno sabe combatir en su pequeño huerto.

Estoy convencido de que cuanto sucede en ocasiones como esa es una auténtica comunión espiritual engendrada alrededor de una mesa de familia o de amigos. Una comunión que puede ser tan sagrada como la amistad que dio origen a otra Tabla Redonda, como los lazos de sangre (humana o sobrenatural) que marcaron y marcan un camino compartido. Eso me lleva a la pregunta, que mil veces hice mirándome al espejo.

¿Dónde están quienes —con la pluma, con la idea, con el trabajo— serán capaces de llevar a término, de sacar adelante, la llama encendida en esas ocasiones? ¿Dónde están?

Anhelo saberlo. También, con la misma alegría con que espero esas reuniones, anhelo que la respuesta a todas las preguntas la emita siempre un fénix, en vez de la que lanzó, como espectral apagador, el cuervo lapidario de Edgar Allan Poe.

DEPARTAMENTO DE AVISOS PARROQUIALES:

1. Este es el post número 99.

2. Se invita al respetable público a relajarse antes de ocupar sus lugares. Los amigos de la granja tienen, desde ya, mesa de pista.

3. Pronto, el número 100. Chanchos, a sus puestos.

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Corriente El rincón insólito Happy-Happy Inspiración pura Joy-Joy

Rincones Insólitos: La versión extraviada de Maná Maná

Esta vez no es necesario abandonar la pocilga para encontrar el rincón insólito, que hoy presenta una de las canciones más emblemáticas en el mundo ¿a poco no?

Pero seguramente no conocen la versión original (que además proviene de una historia muy poco infantil). Aquí tienen tres opciones para elegir su favorita.

La de Plaza Sésamo (1969)

La del Show de los Muppets (1976)

La original, de Piero Umiliani – Remix de The Karmissky Experience (1968, sólo audio)

Sin duda es una buena manera de empezar la semana. Aunque el misterio persiste: ¿qué significa Maná Maná (o cómo se escribe)? Seguiremos informando…

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