Nana decía que algunas historias son importantes por lo que cuentan; otras, por quien las cuenta.
Esa frase, dicha en una tarde llena de sol y nubes caprichosas, me abordó hoy porque encontré en Internet uno de mis cuentos favoritos, que conocí gracias a Edmundo Valadés y su indispensable (ya desaparecida) revista El Cuento. En este relato se cruzan la literatura, la música y el mar.
La historia se llama Olaf oye a Rachmaninof, escrita por el noruego Cary Kerner, de quien nada más se sabe. El protagonista describe, de la única manera que sabe hacerlo, la presentación de un virtuoso, y al hacerlo invoca su propia magia.
Como acompañamiento, pueden escuchar, junto a Olaf, dos piezas del concierto, ambas de Beethoven: la Sonata 23, por Daniel Barenboim, y la Marcha Turca, en manos del mismísimo Rachmaninof. Todo sea por disipar el lunes.