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Disculpitas Marranadas

Con ustedes, el hiato

Mire usté qué bonito, un botoncito que dice: push aquí para actualizar y olvídese que todo quedará como nuevo.

Y que va este su amigo lleno de la (digámosle bonito) ingenuidad dominical y que de pronto el bló se marcha al limbo.

De veras. Y entonces, ¿qué me queda?

Nomás cederle el escenario a Roy Orbison y K.D. Lang.

O a Robert Plant con Alison Krauss.

Disculpen ustedes las molestias que la remodelación pueda, pudiera o pudiese ocasionarles. Mientras tanto, disfruten la música.

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Corriente Marranadas siete

Una probadita

first_bite__wikimediacommons«La antropofagia es una bestialidad, pero engorda

Enrique Jardiel Poncela, Nueve historias contadas por un mudo.

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Inspiración pura Marranadas Rescates

Vencimientos

muso_soseki_3_wikimediacommonsUn joven monje se acercó a Lou-Sin en busca de consejo.

Algo en el alma, en el centro de mi ser, me duele. Maestro, ¿puede sanarme el olvido?

Lou-Sin sonrió, y le dijo:

Lo que mejor te sanará son los recuerdos, porque ante el dolor nada tiene más sentido que el amor que debemos poner para vencerlo.

El debut de Lou-Sin, rescatado hoy para la pocilga, apareció originalmente como comentario “anónimo” en el blog De esquinas y rincones, el 2 de febrero de 2009. Fin del comunicado. 

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Corriente Explicaciones Marranadas

Cómo el tiempo (no) cambia las cosas

La mayor parte de la llamada nación británica del rey Arturo estaba formada por esclavos, pura y simplemente, conocidos con ese nombre y agobiados por un collar de hierro, y el resto eran esclavos de hecho, aunque se consideraran hombres libres y así se llamaran a sí mismos. Pero la verdad  es que la nación entera tenía un solo propósito en este mundo: postrarse ante el rey, la iglesia y la nobleza, esclavizarse a su servicio, sudar sangre para que ellos se beneficiaran, pasar hambre para que ellos comiesen bien, trabajar para que ellos pudiesen divertirse, apurar la copa de la miseria hasta las heces para que ellos no perdiesen la alegría, verse reducidos a la desnudez para que ellos ostentasen sedas y joyas, pagar sus impuestos para que no tuviesen que hacerlo ellos, practicar durante toda su vida un lenguaje degradante y una actitud aduladora para que ellos pudiesen exhibir su orgullo y considerarse los dioses de este mundo. Y a cambio de todo esto, la retribución consistía en bofetadas y desprecio, y eran tan pobres de espíritu que consideraban un honor incluso este tipo de atención.

Las ideas heredadas son algo curioso, interesante de observar y examinar. Yo tenía las mías; el rey y su gente, las suyas. En ambos casos se trataba de rutinas que habían sido profundamente inculcadas por el tiempo y el hábito. Quien intentase eliminarlas, valiéndose de razones y argumentos, tendría entre manos una empresa monumental. Aquella gente, por ejemplo, había heredado la idea de que todos los hombres sin título y sin una larga genealogía, tuviesen o no conocimientos o dotes naturales, merecían menos consideración que un animal cualquiera, un bicho, un insecto, mientras que yo había heredado la idea de que las cornejas humanas que consienten en disfrazarse con el ostentoso y falso plumaje de las dignidades heredadas y los títulos inmerecidos sólo sirven de hazmerreír.

Mark Twain, Un Yanqui en la Corte del Rey Arturo (1889).

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Corriente Marranadas

Pasmus Linguae III: No tienes nadanadanadanada (que no)

Cervantes, grabado por Frederick Mackenzie (Wikimedia Commons)

sic: Nadie está excento de no necesitar a nadie.

Cervantes e Ivanius: (Re)sick.

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Corriente El rincón insólito Marranadas

Rincones insólitos: Cuentos infantiles que no queremos oír

Yo sabía que cada narrador le pone su estilo a lo que cuenta, pero ESTO es el colmo.

Los tres cochinitos, por Hugo Chávez

Los tres cochinitos, por Fidel Castro

Los tres cochinitos, por Cristina Kirschner

Los tres cochinitos, por un bloguero

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Corriente Marranadas

Pasmus Linguae II: Pleonasmo asesino

Lo encontré reclinado, la frente en ángulo sobre la unión de las paredes de su cubículo.

En el escritorio los restos de su trabajo, un lápiz tallado hasta casi el final, una minúscula goma y un sacapuntas de acero.

Sé que algo le dolía, a pesar de no emitir sonido alguno (la discreción ante todo).

La única hoja visible me dio la respuesta.

Por enésima vez, alguien le había entregado como versión final un texto que comenzaba diciendo: Luego entonces.

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Happy-Happy Joy-Joy Marranadas

100

Dale clic a las imágenes así como van. Alberto

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Las plenitudes (in)conscientes

Los cerdos no tienen glándulas sudoríparas, por eso se quitan el calor revolcándose en el lodo. Para los demás mamíferos, sacudirse la tierra y quitarse el lodo es algo instintivo, sobre todo al sentir que se endurece y, secándose, nos inmoviliza.

Igual que los seres humanos, el chanchopensante sabe que, después de jugar en la tierra, darse un buen baño es placentero, educado y necesario, aunque desde que era solamente un lechoncito descubrió que también le gusta la arena, a pesar de que es más difícil quitársela de encima. (Diálogos con Linneo)

El ChanchoPensante fue… una ocurrencia cierta, más que presunción o genialidad. Definirlo es como estar entre cronopio y fama.

Hace como tres años, yo sabía más o menos lo que era un blog, pero por falta de tiempo y exceso de timidez, me había limitado a la parte más técnica, a un universo conocido. La convivencia era algo que sucedía solamente “en directo”. Si con pocos hablo más de 5 minutos por teléfono, era impensable pasar horas y horas navegando historias personales (y menos comentarlas en donde cualquiera, o todos, pudieran verlo). Pero siempre hubo algo, en parte humor, en parte morbo, que pedía un espacio.

Desde el hijo pródigo hasta hoy, nadie ha querido darse cuenta de que los chanchopensantes no vivimos de la basura. Y tampoco la consumimos voluntariamente. (Diálogos con Kalimán)

Lo que sí recuerdo es haber descubierto un par de blogs que rompieron con mi timidez porque eran testimonio de amistades, proyectos y quehaceres: espacios para asomarse y compartir. Como los dueños de esos sitios habían compartido ya vida y trincheras conmigo, me sentí en confianza. En uno de ellos, mis palabras cobraron la fuerza de hablar de lo que me gustaba (y me daba de comer). En el otro, lo contado, ameno y divertido casi siempre, era un retrato desenfadado pero fiel de la realidad. Los comentarios, aunque esporádicos, empezaron a ser diálogos verdaderos. Aquí un fragmento:

“Regresar de vacaciones.
Es un tormento chino. Una muerte lenta por envenenamiento.
Si estás de viaje, el cansancio es lo único que lamentas. Dolor de pies, quemaduras en la cara y cuerpo; pero eso sí, bien cargado de nuevas experiencias.
Hasta ese día. El día antes de regresar.
Es como pararse al borde del precipicio. Los “pendientes” te asaltan, todo lo que hay que hacer empieza a tomar su lugar en la cola de trabajo. Arranca la máquina multitasking y… oficialmente se acabó.
Gueim ouber. ¿Y la cruda?
Evita la depre post-viaje. Piensa en el siguiente.”

“Para mí hay otro remedio parcial —o paliativo— para esa nostalgia macabra, ese vértigo existencial que es el fin de las vacaciones.
La crónica. Sí, esa plática gozosa, que puede ser por teléfono, o a golpe de cuartilla (electrónica o en papel).
La crónica por escrito permite contarlo de nuevo y releerlo, o compartirlo así, como lanzado al ciberespacio, para que a ver quién lo lee. Y si nadie, no importa; y si alguien, también. Al fin, lo bailado nadie me lo quita. Ese (el goce de leerescribir) es uno de mis favoritos.
Pero hay otro a la par: convocar a los amigos, a los seres queridos, al calor de un brebaje predilecto o una vianda común, y dejar fluir las palabras y los asombros, para cruzarlos con el aderezo de las anécdotas, con el condimento de los comentarios. Con la envidia que entonces se palpa, pero que se disipa en las historias compartidas…
Luego —entonces sí— la pregunta inevitable: Y el próximo viaje, ¿a dónde y cuándo?”

El contraste funcionaba, porque no era tanto. Pero un día llegó lo que para mí, Ivanius, es el verdadero Génesis de la Pocilga:

“Creo que es hora de que usté derrame o embarre las tripas en algo más personal o sentido —como aquello del pie izquierdo— en beneficio de la comunidá… digo, pa ponernos igual ¿no? Ea”. –10 de septiembre de 2007 1:58

La clave fue eso de ponernos igual. No lo de embarrar las tripas, pues la timidez (en mi caso) prevalece, sino la oportunidad de compartir, abiertamente en teoría, pero sobre todo con unos cuantos, esos cómplices que (anónimos o conocidos) nos visitan.

Que tenga pezuñas no significa que no tengo tacto. Sólo que no uso las manos (o los pies) para lo mismo que ustedes. O tal vez sí. Pies tengo, aunque sean pezuñas. (Diálogos sin métrica)

El caso es que a partir de ese intercambio empezó un cruce de mensajes y correos cuyo resultado es esta pocilga y su benévolo demiurgo: una entidad que cobraba solidez y se hacía presente, como siempre, en casi todo, especialmente el trabajo.

Lo único para lo que las pezuñas no sirven es para trepar a los árboles. (Diálogos con Darwin)

El resto, como dicen, es historia. Una historia que hoy empieza su andadura de tres cifras. Y que me ha hecho imaginar, pero (sobre todo) reír. Por eso es que es el ChanchoPensante, que puede parecer sucio, pero no lo es tanto.

Yo soy herbívoro ocasional por convicción y con criterio propio: eso de que las margaritas no están para la boca de los cerdos es mentira, ¿verdad, Margarita? (Diálogos con Fausto)

Hoy, en medio de la basura y las cosas que nos agobian, la reflexión y la alegría tienen un lugar, al mismo tiempo solemne y profundamente humano. Su nombre, para mí, es el espíritu Chancho…y Amén.

Gracias a todos los lectores, visitantes y comentantes de este su chiquero. Especialmente a Don 7p alias Alberto, “párdner in chanch”, como diría él, junto a los amigos y familia, que saben quiénes son… con derramamiento de sangre o sin ella. ¡Seguimos adelante!

Ivanius
Noviembre 2008

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Corriente El rincón insólito Marranadas

Rincones insólitos (y algo macabros)

Los argentinos tienen su Iglesia Maradoniana.

Los gringos tienen su Iglesia Presleyteriana.

México no llega (es un decir) a tanto. Apenas tiene el Club de fans de Juan Camilo Mouriño. O el santo Malverde. O la santa muerte.

Ya no quise buscar más; me da miedo.

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Corriente El rincón insólito Marranadas

Rincones Insólitos IV: Bisturí solidario

lo que se encuentra al no seguir la línea recta

Ya que les gustó el anterior rincón insólito, ¿qué tal uno a favor de… la “inflación”?

My free implants. Para l@s que creían que el altruismo estaba muerto. Y no es broma.

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