Así soy, me dijiste. Tú sabrás si puedes soportar tocarme sólo bajo mis condiciones. Porque no estoy dispuesta a ceder.
Tu sonrisa me ahogó las respuestas y la rabia. Al diablo con lo que piensen los demás.
¿Estás seguro?
No podía pensar en otra cosa. Si tenía que ser así, lo aceptaría.
Siempre hay dudas. Mi propio carácter, mi formación y la realidad de mi trabajo cotidiano me obligan a cuestionar todo lo que venga de ti. Aun así, eres la única que se atreve a reír en mi propia cara, para después dar media vuelta y desaparecer, ¿te das cuenta?
Estos últimos días a solas conmigo son una pesadilla; no se lo he contado a nadie, y de todas formas no me creerían. Tengo su respeto porque cumplo, porque mi trabajo es necesario y porque casi siempre soy el único que puede hacerlo, pero no me estiman, y creo que es por ti.
Acabo de saber que te fuiste con otro, que lo haces todo el tiempo. Creo que siempre lo supe, pero (este también es un cliché) fui el último en aceptarlo.
Me duele que seas así, pero ese es tu modo, y quizás la razón por la que me atrajiste desde el principio. No tienes ataduras, por eso anidas a capricho.
Yo soy sólo un escribidor, condenado a esperarte siempre ante la hoja en blanco.