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Corriente Happy-Happy Inspiración pura

Aventuras bucaneras IV (y último)

salgari_1wikimediacommonsComo la voz puede esconder insultos y traiciones, es necesario afilar tanto el ingenio como el mejor acero. Entonces y ahora no hay quien cuide  mi espalda mejor que yo mismo, aunque nadie sea infalible.

El niño lector aprendió a descifrar las intrigas detrás de los modales cortesanos, aunque su propia  indiferencia y frialdad fueran tan creíbles como inexistentes. Igual que sus personajes predilectos, cerró los puños ante aquello que veía pero no sabía, al menos entonces, remediar o suavizar.

Luego, la batalla. Antes de pelear, gritaba «¡Guerra y verrugas!», con un bramido formidable que hacía esconderse (por lo general bajo la cama) a todo enemigo, ya fueran monstruos, espíritus, piratas o alguaciles. Ahora, mi trabajo impone horario y condiciones para enfrentar oponentes más o menos precisos.

En los peores momentos de la lucha me serenaba mesando mi bigote. Hoy, cuando la jornada termina, repito ese movimiento ante el escritorio, y aunque es un verdadero bigote (o la sombra de una barba), no resulta igual de mágico que  el de mis correrías bucaneras.

contemplarLa satisfacción que daba contemplar un alfanje cubierto de sangre y cofres repletos de tesoros, aparece cuando termino una complicada revisión sin robarle horas al descanso o tengo tiempo suficiente para una cena entre amigos. Aunque temo no ser hoy tan veloz con la pluma como Almanegra es con la espada, puedo asegurar que sin duda soy uno de los más esforzados. El brillo de mi ojo (el que no está cubierto por un parche) es más fugaz, pero también más travieso. El adulto trabaja; el niño aún se burla del capitán Garfio.

Ahora mi patente de corso no reside en un pergamino, sino en libretas de papel reciclado y electrones viajeros. Aún existen molinos, villanos e intrigas, pero el adulto de hoy formuló hace tiempo, al tomar las armas, una divisa propia.

Huir de masas obtusas y evitar misas obsesas,
optando por las mesas, las mozas y las musas,
patronas para siempre de mis horas inconclusas
.

Ante una hoja en blanco o tras la página impresa, armado de conocimientos y palabras, mi historia continúa al lado de Almanegra mientras avanza, sobre un caballo de imaginación, en el camino verdadero de los héroes.

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Corriente El rincón insólito

Rincones insólitos: Paraíso tocino

coconut_tree_with_weird_shape_at_atlantiswikimediacommonsEstamos de acuerdo en que el chancho y sus derivados lo tienen todo para ser una inspiración, pero esto es ridículo.

Tan ridículo como para ser un rincón insólito.

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Corriente Happy-Happy Inspiración pura

Aventuras bucaneras III

pyle_pirate_candlelight_wikimediacommonsPedazo a pedazo, tras el estruendo de un cañón, caen en su lugar los fragmentos de historias que recuerdo en detalle; ágilmente esquivo los mandobles de un guardia tras otro, hasta llegar, agitado y cubierto de sangre, al encierro de mi dama, quien es, como en todas las historias, la más bella del reino. «Bueno, tal vez –pensaré con galantería– la Reina mi señora sea un poco más hermosa. Pero solamente un poco».

Pausa para describir, mientras la amada recibe un rendido beso de su admirador (en la mano, desde luego) «la brevedad de su talle», «el adorable mohín de su sonrisa», «la nívea blancura de su rostro», y muchas otras cosas poco importantes, porque yo trataba de imaginar el significado de todos esos adjetivos. A esa edad me ocupaban más las mascotas que las doncellas. Ahora… es ahora.

pyle_pirate_plank_edited-wikimediacommonsEn mis correrías idealistas era inevitable asociarme con el caballero Ivanhoe, paladín de los desheredados. Me entristecía escucharlo hablar  de la ingratitud de Cedric el sajón, padre desnaturalizado. No sabía muy bien qué significaba eso, pero alguien con un nombre tan raro tenía que ser muy malo. Ahora recuerdo a cada momento esas aventuras, porque la intriga y los infundios existen también más allá de las páginas.

Los interminables títulos de los caballeros, su fanfarronería en combate, y las proezas glotonas dignas de Gargantúa y Baco me exigieron un nombre de armas, una genealogía y un juramento favorito.

Ivanius Almanegra. Nombre de poder, audacia y riquezas en boca de un niño de ocho años. Leyenda tenebrosa, maligna como el resplandor del horno encendido de noche. Por supuesto, era el seudónimo de un príncipe que ignoraba su sangre real. (concluirá)

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Corriente Explicaciones

Receta perfecta

Un par de reflexiones muy adecuadas para estas fechas. Sonrían y recuerden que, con estos dos ingredientes, se ha cocinado todo lo que vale la pena.

The Mom Song

Total Dadsense

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Corriente Inspiración pura

Si los cerdos tienen fiebre…

…todo puede suceder. Nomás pregúntenle a la BBC.

Con esta entrada, mientras la azorada esmogópolis azteca vuelve (esperamos) al desorden habitual y el país entero toma aliento, los inquilinos de esta su pocilga harán lo propio.

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Corriente Happy-Happy Inspiración pura

Aventuras bucaneras II

La penumbra no me asustaba… decía yo. A los seis o siete años era dueño absoluto del mundo desde la fantasía invulnerable de los juegos. Mi trabajo actual de escribiente no se parece mucho a las andanzas que tuve como el más intrépido corsario de los siete mares: hoy prefiero el abrazo del sillón a la caricia del agua encharcada… una copa de vino es tan irresistible como ayer las nueces verdes que recogía del patio y comí siempre sucias.

pyle_barbe_noire_wikimediacommonsA estas alturas no puedo borrar la sonrisa de mi cara; las carcajadas del héroe siguen allí, aunque la portada sea de cartón barato y el lomo esté engomado. Sólo importa pasar las páginas; no existe diferencia entre el lector y el protagonista.

Recuerdo que dejaba de leer para ensayar fintas y mandobles. Por culpa de las burlas sobre mi redondo vientre (que no lo era tanto), dejaba de ser Galahad y me vestía de Sancho Panza, o Pancino, recordando las andanzas del escudero vuelto agricultor, yo, pirata arrepentido hecho «intelectual».

El flaquísimo Rucio era un palo de escoba sobre el que podía cabalgar por horas. Hoy ruego al cielo que no aparezca alguna proeza pendiente para poder apearme de la silla y huir en busca de un café que rompa la rutina.

La agudeza mental, ayer siempre oportuna para desconcertar al enemigo, hoy exprime las neuronas para convertir una colección de anacronismos, redundancias y cacofonías trepidantes en frases fluidas y párrafos comprensibles. (continuará)

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Corriente El rincón insólito

Rincones insólitos: Encuentre el bicho

coconut_tree_with_weird_shape_at_atlantiswikimediacommonsEn beneficio de la humanidad doliente y la perpleja comunidad científica, presentamos una herramienta que puede ser útil y al mismo tiempo evitar el racismo animal. Tal vez así aparezca el causante de esta zoopidemia.

Beast Blender. Si no conoces el bicho, imagínalo.

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Corriente Happy-Happy Inspiración pura

Aventuras bucaneras I

treasure_island-scribners-1911wikimediacommonsEn la oficina, junto a las revistas de siempre, encontré un libro. Nada me sorprende tanto como los susurros inesperados que se avivan entre números y comas, entre pausas y capítulos, de línea en línea, cuando encuentran un lector apropiado.

Es una edición pequeña y huele a nuevo, pero no me puedo equivocar. El título es el mismo; hasta las ilustraciones, a la manera de los «viejos tiempos». Ese regusto a sal y confitura que dejaba en la boca no ha desaparecido. Antes, me ocupaba de esas lecturas en el agradable ocio después de la cena; ahora, sólo algunas veces, robándole tiempo (y a veces también comida) a la hora de comer.

El endurecimiento de mi alma no se desvanece, como entonces, al calor de las primeras letras. Ahora hace falta más leña, más fuego, más silencio. Pero siguen allí los escalofríos. Ya no dejo de leer para ir a preguntar, con ceño de niño serio, por las «palabras raras»: los diccionarios ocupan el lugar de conversaciones en que aprendí tantas cosas.

A cada página, recuerdo el negro sonido del polvo en la ventana, aquella tarde gris y llena de ventisca cuando subí, solo, al desván de mi abuelo, y encontré una novela de aventuras. (continuará)

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Corriente

Clamores

…Si me recuerdas, con sólo sostener entre tus manos mis palabras podrás escucharlas también. Cuando te hable de mis visiones y encuentros, si  te importo (como dices), sentirás el olor del pasto en el rocío de la mañana y te hará estornudar.

van_eyck_003wikimediacommonsEntonces será como si estuvieras junto a mí. Me escucharás decirte que jugar con la luz se parece a perseguir un mechón de tus cabellos, siempre cerca, siempre lejos, huyendo de mis dedos que quieren asirte con esa rabia que un día me hizo mirar fijamente al sol y congeló para siempre la rebeldía en mis retinas.

Sé que tus horizontes se dilatan con los míos. Por eso escribo esta carta después de caminar todo el día; por eso me recuesto rodeado de flores, junto al arroyo que sació mi sed con una carrera de cristal que sonríe. ¿Verdad que es deliciosa el agua fresca? Bálsamo inigualable para los pies, para el alma que invoca.

Por eso, cuando llegues al final de la página, perdona el impaciente trazo de mis letras-tuyas: piensa que las manos de un rapsoda ciego no se han acostumbrado aún al punzón. Y si acaso quieres besar mi nombre, no te extrañe encontrar un poco de sal en tus labios; es sólo una lágrima de mi torpeza, de mi amor, de mi cansancio…

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Corriente

Variación sobre el tema

Cada día que pasa en esta contingencia sanitaria (me niego a llamarla epidemia o amenaza mortal) parece que el infierno -o la influenza- fueran los otros. No hay mucho contacto visual, los saludos son meras inclinaciones de cabeza. El pequeño teórico de la conspiración que todo chilango lleva consigo está despierto.

En la calle, el tapabocas se ha convertido en accesorio omnipresente: desde el indígena oaxaqueño o poblano que pide ayuda a través de papelitos hasta dos asaltantes a un Sanborns. Enmedio, los demás. Quien no tenga qué hacer, mejor no salga. Pero los otros no son el infierno, sino quizás la solución.

El  temblor de ayer me recuerda el 19 de septiembre de 1985, señal “legendaria” de la paranoia chilanga y de otras cosas. Creo que hoy como entonces sirve combatir la confusión y el alarmismo con buena información y sentido común: la influenza porcina es una nueva enfermedad, que exige a todos cuidarnos un poco mejor de como lo hemos hecho hasta ahora frente a otras enfermedades, tanto personal como mutuamente.

Los investigadores, epidemiólogos y autoridades tienen su propio quehacer. Pero todos podemos hacer algo más que alimentar rumores, parálisis o indiferencia.

Quien no quiera que su estornudo o tos provoque un literal encogimiento del prójimo, debe aprender a usar siempre por lo menos un pañuelo desechable para taparse la boca, y tirarlo en la basura, no en la calle. En vez de no dar importancia a lavarnos las manos con regularidad, y no sólo “cuando se vean sucias”, es momento de aprender.

A cuidar la propia salud y respetar a los demás. A salir un poco de la burbuja personal para ser solidario o pedir ayuda. A ejercitar la sensatez.

El temblor del 85 nos enseñó a muchos qué significa la solidaridad para estar más seguros. Espero que la influenza porcina sirva para aprender que la solidaridad en la higiene personal y la salud es básica para convivir como lo necesitamos siempre: con, sin, o a pesar de las emergencias.

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