No hay explicación clara de cómo estas aves, generalmente asociadas con climas de hielo perenne, llegaron a regiones más cercanas a Harun Al-Raschid que a Magallanes. Quizás de eso hablaban las siguientes hojas del pergamino, carcomidas por descuido o indiferencia. Algunos fragmentos rescatados develan algo del misterio.
“(…) A los exploradores que antes de Tiberio recorrían el mundo les animaba, igual que ahora, el afán de lo nuevo y el asombro. (…) Aquel conocido solamente como “Almanegra” descubrió (‘algo al sur del Mediterráneo’, dijo) a mis congéneres de estatura pequeña, y decidió llevar consigo unos cuantos. (…) Se dice que allí está el origen de nuestro gran zoológico imperial (…)”.
Al afán descubridor de Almanegra lo debió acompañar considerable desorientación geográfica, ya que el pingüino descrito no se encuentra “algo al sur del Mediterráneo”, sino muy al sur de África, o incluso en las Galápagos. Probablemente el explorador confunde el Este con el Oeste, y el Norte con el Sur.
La descripción de Almanegra es uno de los segmentos más ilegibles del manuscrito. Parece que era “secretario, tutor y confidente [el orden y asociación de estos términos tiene múltiples acepciones en el idioma original] de una guapa moza conocida como Makeda, o Balkis, que demostró ser tan inteligente como bella y rompió corazones por toda el África Central.(…)”.
El verdadero vínculo entre estos personajes permanece oculto, aunque nuestro narrador menciona una ruptura y otros rumores: “(…) Balkis se hartó de perder en los duelos de ingenio (o el secretario se cansó de que le dieran calabazas)…”. Lo cierto es que Almanegra “obtuvo licencia especial de navegación” (es decir, “patente de corso”) y Makeda, para entonces reina de Saba, “emprendió un viaje a Judea, en busca de compañía por lo menos tan inteligente como su secretario”.
Poco más hay sobre el secretario; parece que “Almanegra” era un apodo que él utilizaba para hacerse respetar… y no siempre lo conseguía: basta ver cómo “Balkis, al partir, llevó consigo a su zoológico, no a su secretario”.
El cronista se resiste a sacar conclusiones de esto. Así ha sucedido con muchos historiadores, naturalmente reacios a morder la mano que los alimenta. Claro, también la solidaridad con sus semejantes puede afectar el apego a la verdad.
Por su parte, el ahora corsario creyó emprender un viaje costeando África, pero todo indica que llegó a otro lado. Eso no fue necesariamente malo: despistes varios han dado fama, fortuna y títulos (como el de Almirante de la Mar Océano) a otros descubridores. Así se hace la historia. (continuará)
Imágenes: Ilustración de Howard Pyle y foto de pingüinos africanos, ambas tomadas de Wikimedia Commons.