Güey.
Ya lo sabía.
Me llaman.
Me dicen.
Pero no lenón. Más bien chipocludo.
Aquí cae toda la basura.
¿Cuántas veces no ha pasado que en medio de una discusión echas mano de alguna cosa “que leíste en un blog”?
Lo más chido es cuando te descubres repitiendo alguna idea pescada en la sección de comentarios de una entrada. Chinche tele-infectada auto-provocada.
Mejor voy a inciar un chismógrafo.
Pinta bien la semana para el que no ahorcan en lunes.
Ni en martes.
De cualquier forma, hoy haciendo el recorrido matinal de noticias, chismes, cochinadas y hasta trabajo, encontré algo que creo que nos ayudará a subir el caché de este bonito espacio dedicado a la chabacanería, la guasa y la marranada fácil.
Sin tanta palabra: Aitá.
Este se suponía era un post de sietepalabras.
Pero la emoción del momento, y lo críptico que pueden ser algunas veces esas frases, me llevan a entrarle nuevamente a las explicaciones. Jo.
“La suerte se reparte en las mañanas.”
Tenga.
Y es que queda para el record, porque desde hace unas semanas, entre nuevas tareas, enfermedades ajenas y solamente 5 gramos de responsabilidad de mi parte, me estoy levantando temprano.
¿Y me ha tocado la suerte?
Pues sí. Obvio.
Buena,
mala,
regular.
De todo un poco.
Nadie dijo que era específicamente la buena; pero eso sí, el que se levanta tempra si alcanza de repente las buenas rachas. Porque charros, me imagino pasar el trago amargo de levantarse temprano y todavía tener un día de perros.
O ¿será acaso una clásica racha de “suerte de principiante”?
Hace poco descubrí, camino al trabajo, que los niños necesitan muy poco para distraerse y hacer sonreír. Algo le llamó la atención a este del que hablo (de dos o tres años, no creo que más) cuando me encontró a mí, que por supuesto estaba enfrascado en mi lectura mañanera. Se me quedó mirando largo rato y se trataba de asomar a mi libro.
Quienes me conocen saben que una vez metido en las páginas es muy difícil sacarme de allí. Pero el escuincle no iba a ceder.
De pronto, una mano regordeta (que no era la mía) le dio un tímido jalón a mi libro, que yo le atribuí al movimiento del metro, hasta que la esquina del libro se dobló. Dos ojos se encontraron con dos ojos. Pero no hubo susto, sino confianza.
El niño se asomó finalmente a mi libro, y pude ver (como en las caricaturas) que algo le hacía “clic”. Ya entiendo, estabas leyendo.
En ese momento, la mamá del niño le dio a él un exitoso jalón, para salir del metro justo a tiempo. Como epílogo, el niño agita la mano y se despide del lector, que se queda sonriendo un par de estaciones mientras la inercia de la lectura lo atrapa de nuevo.
Cierto libro aún me pertenece. Pero mi posesión es entrecortada: a veces una escena, otras veces un personaje. De vez en cuando, al hojear otras lecturas, me asalta una sensación casi “dejavú”, porque me parece haber leído antes algo parecido. Tal vez sea cierto; quizás todos los libros son recuerdos de otros, o degustaciones de lecturas por venir.
Con esto quiero decir que los libros acompañan, más allá de la última página. De pronto surgen ocasiones que disparan la memoria: es entonces cuando, en homenaje a esas páginas fugaces, me sirvo de mis recuerdos para aderezar alguna conversación, al calor de la compañía precisa y el brebaje predilecto.
Lo mejor es la sonrisa que surge cuando, inadvertidamente, me descubro pensando en el siguiente libro, en la próxima línea, en el recuerdo inminente…
Toda mente atesora, en instantes vitales, su propia biblioteca de Babel. (Homenaje al libro tras una lectura en el blog de Lemdel)
Ya bien entrados en el segundo mes de esta pocilga, quiero lanzar al ciberespacio un invitatorio para compartir uno de los placeres (clasificación A) más fructíferos: la lectura.
La idea es poner cinco libros que conozcas y que merezcan ser compartidos, pero no se trata de tomar libros al azar, sino de ayudar a construir una lista valiosa para la biblioteca personal.
He aquí mi lista:
a) Vida y aventuras de Santa Claus, de L. Frank Baum (el autor de El Mago de Oz)
b) El libro de las Tierras Vírgenes (o Libro de la Selva), de Rudyard Kipling
c) Don Camilo, de Giovanni Guareschi
d) Gonzalo Guerrero, de Eugenio Aguirre
e) Amor se escribe sin hache, de Enrique Jardiel Poncela.
Para ponerle algo de interés, propongo algunas condiciones:
1. Todos los libros que propongas deben ser descubrimientos voluntarios, es decir, no cuentan los que hayas leído como parte de tus estudios.
2. Uno de estos libros debe ser para niños o adolescentes, y uno de ellos de algún autor de tu país.
3. Finalmente, la característica más importante: deben ser libros que se antoje releer.
Ahora le paso el no-meme a Alberto, cofundador de ChanchoPensante, a Eduardo Llaguno, gurú de SesoLibre, al amigo Won-Tolla (lo lamento, ya te gané uno de tu lista) y a todo aquel que quiera seguirlo. Incluyo al Liccarpilago y a Lemdel que ya se apuntaron. Cuando las respuestas vayan apareciendo, publicaré un post con la lista de libros.
Actualización: poco a poco llegan las respuestas, algo que me da más gusto que recibir meme-enlaces. Por eso rebauticé este como un no-meme. Otra “originalidad” de esta su pocilga.
Actualización2: Conseguir los libros recomendados es (sorpresivamente) una tarea difícil. Y como parece ser que no le han hecho mucho caso a la regla del libro descargable (ni era tan importante), la elimino.
Pues si.
¿porqué a la gente nos gustan las aguas negras?
¿será que hace juego con las conciencias?
¿que el color del lodo lo tenemos nada más y nada menos que “en ROM”?
No lo sé, pero la estadística es clara:
México es el segundo consumidor de refrescos de cola -suena pornografiquísssimo que no-, solamente después de, claaro, Estados Unidos.
Creo que en los de otros sabores si les damos un susto.
Pero ¿negro?
Chale.
“Deme un café negro señorita”
“…lo tomo negro, gracias.”
Como que no es un color que debería de antojarse normalmente.
Está raro.
El negro es ausencia, está asociado con lo “anti-lo que sea”.
Tomemos por ejemplo a la nada de la historia sin fin; o ¿qué tal los hoyos negros que acaban con toda la materia que hay a su alrededor? o aquél charro negro ojete, que nomás anda viendo qué se lleva, de preferencia tu honra y tu vida…
Yo creo que por eso están los otros, los que lo toman “descafeinado por favorcito” o “una cubita con CocaZero por favor…”
O sea: negro, pero claro pues; no sea que se les ennegrezca el alma o ya de a devis, la panza.
si algunavez sentiste este calor
si alguna vez quisiste sonreirme
si alguna vez pusiste tres en lugar de dos
si alguna vez pagaste por una mirada
si alguna vez te fuiste sin voltear la cara…
y no hacia falta esa mueca, no una vez más
no junto ami, no junto ati, no con aquella sonrisa
no aquella tristeza, no regresar a la ausencia
no hacia falta que vinieras, ya ni cabiamos…
resulta que tú no tuviste la culpa, resulta que tú nunca husite
resulta que tú nunca nos guiaste, resulta que tú no nos viste…
adviertes que solo fue un sueño, aquel que ilusionaba con tus cabellos,
no entiendes que ni siquiera abriste la ventana, que ni siquiera me viste la cara
y despierto cada mañana junto a ti, ausente y sin ganas,
quitarse esta ausencia de mi, de nosotros, de aquella mañana
de aquella confianza…
y hoy son los noventas, y seguimos sin el desliz de esa nota aguda y
solitaria y solo entrecerramos los ojos para ver si no estamos tan lejos
El divertido artículo de Alberto sobre lo que es un blog me anima a sacar la nariz de la pocilga para opinar al respecto.
Hay blogueros que se toman muy en serio su espacio gracias a Adsense (no me pregunten qué es eso) y otras herramientas técnicas, que les dan, según esto, dinero u otros beneficios. Por eso sólo hacen “intercambio de enlaces” con otros blogs que tienen características que les convengan (por ejemplo tema y popularidad, que en lenguaje bloguero se conocen como “Contenido” y PageRank).
Esto significa, hablando en chancho: “no te pongo en mi lista porque no eres de los míos”. De que los hay, los hay. Y qué bueno: en Internet, el blog de cada quien es su casa, faltaba más.
Otros blogueros, en uso de su soberana libertad, ponen en “su lista” las curiosidades o descubrimientos gratos o ingratos de su vagancia internáutica. En estos casos, los enlaces se ponen por antojo o criterio personal, no por obligación, aunque pueda parecer a veces una competencia de… elogios, como bien dijo Mr. Wolf.
El Alberto es precisamente de estos últimos. Es más, creo que pocos de los blogueros enlazados en su “lista” han puesto una liga recíproca, eso cuando han querido darse por enterados.
Pero en esta pocilga eso no importa; aquí no hay enlaces pagados. Ni le invitamos a visitarlos al que no quiera. Allí estarán, eso sí. Pero luego no vengan a decir que no les caen bien, porque a mí qué. Con todo respeto.
Total, hay vida fuera de la Internet… ¿o no?
Actualización: Para mayor evidencia de lo aquí dicho, vean nomás los comentarios a este mismo artículo.