Cierto libro aún me pertenece. Pero mi posesión es entrecortada: a veces una escena, otras veces un personaje. De vez en cuando, al hojear otras lecturas, me asalta una sensación casi “dejavú”, porque me parece haber leído antes algo parecido. Tal vez sea cierto; quizás todos los libros son recuerdos de otros, o degustaciones de lecturas por venir.
Con esto quiero decir que los libros acompañan, más allá de la última página. De pronto surgen ocasiones que disparan la memoria: es entonces cuando, en homenaje a esas páginas fugaces, me sirvo de mis recuerdos para aderezar alguna conversación, al calor de la compañía precisa y el brebaje predilecto.
Lo mejor es la sonrisa que surge cuando, inadvertidamente, me descubro pensando en el siguiente libro, en la próxima línea, en el recuerdo inminente…
Toda mente atesora, en instantes vitales, su propia biblioteca de Babel. (Homenaje al libro tras una lectura en el blog de Lemdel)
3 replies on “Instrucciones para adueñarse de un libro”
Cuánta razón tienes, querido Ivanius. En mi biblioteca personal habitan noches de Cormac McCarthy –ese mundo que se deshace al tacto, vuelto cenizas–, misterios resueltos desde mi mesa de trabajo, a manera de Bustos Domecq, o amores que lo arrasaron todo a su paso, cual caricia veloz y colosal de huracán.
En aquella biblioteca también atesoro mi yo perezoso, mis muletas para esos triunfos que cojean siempre de algún lado, y las cartas de amor que le debo a cierta estudiante de letras. Y lo que se lee entrelíneas, lo que se lee, lo que sé.
Un abrazo.
La biblioteca de una casa es el rincón sagrado; el rincón de los sueños.
Seguro estoy que si en cada casa hubiera uno, y se venerara y respetara a la par quel de la Virgencita, estaríamos del otro lado como raza.
Que siga la fiesta.
Eso. Un lugar santo. Un sitio donde se llegue con las heridas abiertas y sanen. Con las manos vacías y que se colmen. Con el corazón y la sonrisa y el espíritu fulminados sólo para volverse más fuertes.
Un sitio donde habiten los buenos, los que llevan el fuego. Un sitio donde los colores del mundo alumbren los sueños, aunque ya no existan ni el sueño, ni el mundo, ni sus colores.