Podría decir muchas cosas, pero creo que lo más significativo de superar este año el reto de los 50 libros ha sido, por un lado, confirmar una variedad de gustos particulares, y por el otro, los descubrimientos que le debo –al menos parcialmente– a la vida virtual.
En este último sentido, es justo agradecer especialmente a Mara, quien me puso en contacto con el sorprendente Diario de Pelusa y su proyecto 365. Al recorrer sus posts, me topé con Ana de las Tejas Verdes. El resto, como dicen, es historia. Quienes consulten mi lista de lecturas 2009 se darán cuenta de la presencia dominante de este año.
Como aún no ha llegado la hora del recuento anual, me reservaré las recomendaciones (y anti-recomendaciones). Sin embargo, aprovecho esta ocasión para presentar al selecto público de esta pocilga a tres autores que tal vez (por su “antigüedad”) no sean muy conocidos. La primera, Lucy Maud Montgomery, en el género que hiciera célebre a Louisa May Alcott, pero (creo yo) con un mayor toque de seriedad en sus personajes, que no dejan por eso de ser divertidos y hasta entrañables.
El segundo, A.J. Cronin, médico metido a novelista (sus personajes principales son casi todos médicos o enfermeras). A pesar de que resulta un poco anacrónico para el presente, creo que una novela suya, Las llaves del Reino, resulta especialmente útil (casi diría imprescindible) como explicación del verdadero significado (y consecuencias) de la tolerancia o la falta de ella.
El tercero, un clásico con mayúsculas de la ciencia ficción: Stanislaw Lem, quien reapareció en el “méinstrim” gracias a la reciente versión cinematográfica de Solaris. El libro de Lem que quiero recomendar es Memorias encontradas en una bañera. Su punto de partida fue lo suficientemente atractivo como para pelearme el único ejemplar en la tienda.
Disfrútenlos y háganme saber qué les parecen.
AVISOS PARROQUIALES: Pronto, en este espacio, nuevas recomendaciones (no necesariamente literarias) y alguna sorpresa anunciada o no. Ya dije.