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Corriente Disculpitas Explicaciones Marranadas

Miradas

Tras presenciar una acalorada discusión entre dos de los monjes, uno de los discípulos preguntó al maestro: ¿qué es más difícil: defender la verdad o superar la mentira?

Lou-Sin levantó los ojos y dijo: Lo más difícil es conservar la serenidad, tanto al sostener una opinión como al aceptar sus consecuencias.

AVISOS PARROQUIALES:

UNO. La ausencia virtual de los titulares de este espacio se debe a una ligera (pero imprescindible) molestia llamada vida real, que a veces se pone un poco exigente.

DOS. Los ajustes derivados del cambio de imagen de la pocilga aún no terminan con la paciencia, pero sí con el tiempo.

TRES. Por cierto, este es el post 299. Lo que sigue nadie lo sabe… pero ya llegará. Estéi tuned.

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Orwelliana

“Cuando leemos algún texto impregnado de fuerza personal, nos parece atisbar un rostro tras las letras que no es necesariamente la verdadera faz del escritor. Así me sucede con Swift, con Defoe, con Fielding, Stendhal, Thackeray y Flaubert, aunque en algunos casos no sé cómo eran sus caras y tampoco me hace falta. Lo que el lector ve es el rostro que el escritor debería tener. Bueno, en el caso de Dickens veo un rostro que no es precisamente el de las fotografías de Dickens, aunque se le parece. Es la faz de un hombre cuarentón, rubicundo y con una pequeña barba. Ríe, y su risa tiene un toque de furia, pero sin malicia ni revanchismo. Es el rostro de un hombre que siempre está luchando, pero abiertamente y sin temor: un hombre de generosa furia, es decir, un liberal decimonónico, una inteligencia libre, alguien detestado al unísono por todas las pequeñas ortodoxias apestosas que hoy en día pelean por nuestras almas”. George Orwell, sobre Charles Dickens (1939) –Traducción libre.

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Libros para salvar del tiradero

El mes de junio, lleno de augurios casi tanto como mayo, tiene un ingrediente especial: el IV Gran Remate de Libros en el Auditorio Nacional (del 22 al 28 de junio).

Asistir a la cacería es ingresar al encierro de una jauría inmensa y descontrolada, cuyos cientos y cientos de zombis ignoran el tamaño de su hambre hasta que empiezan a tirar baba.

Allí, entre montones de libros que parecen iguales, yacen hallazgos de gambusino que deben ser apresados al estilo antiguo: primero una mirada de reojo que congela el paso; después, un doble parpadeo y mirada alrededor para verificar, no que ese libro sea lo que yo creo, sino que nadie haya descubierto mi cara de avidez.

Luego, el acercamiento espiral: tomar un libro cualquiera cercano al codiciado, y posar la mano simulando descuido mientras por último se reclama la presa.

Allí es cuando alguno de los vendedores (si es buen lector también, y no sólo cobrador) descubre al bibliómano, porque sólo para despistar se manosea Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor de Josefina Vázquez Mota cuando junto están, a precio rebajado (ojalá), John Kennedy Toole, Alejo Carpentier o Mario Benedetti, por ejemplo.

Tener presupuesto fijo u horario limitado es casi la única solución para no arruinarse, porque todo lector tiene autores consentidos o una creciente y semisecreta lista de compras. En la mía están, entre muchos otros, Marco A. Almazán (especialmente el Rediezcubrimiento de México) y Patricia Cox, ambos muy rescatables en este año de literatura bicentenaria, a quienes conozco, aprecio y persigo porque casi no los reeditan, y suelen ser buen regalo para mis amigos.

El éxito del safari es análogo al de los cazadores de fieras: sé que voy a encontrar piezas notables, siempre y cuando logre no ser devorado por las bestias descerebradas, ni “venadeado” por algún trampero con mala leche. Seguiremos informando.

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Aprendizaje musical: Hubo una vez un sábado

Una plática reciente, junto a un comentario del amigo Pherro, me trajo a la memoria este video, que además de ser “impropio” de viernes, da testimonio de que Walt Disney no sólo sabía poner sueños, sino también lo otro, en sus largometrajes. Además, demuestra que el cambio de idioma puede hacer más enfático el mensaje.

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Ágatha y las chancholibretas

Querida Mrs. Mallowan:

Hace unos días decidí releer pronto alguna de sus famosas novelas, con el pretexto de haber encontrado un libro sobre sus métodos de dispersión mental investigación y descubrir que guardan cierta semejanza con los de quien esto escribe, aun cuando mi caligrafía es mucho menos elegante.

Seguramente nuestra querida Miss Marple sería la única con suficiente paciencia para desenredar tales madejas de ideas; después de todo, el encanto de las libretas es precisamente su disposición a recibir casi cualquier cosa, desde la puntuación de un juego de cartas hasta la receta de una pócima.

Junto al recorte de una revista, es posible encontrar algún recado personal, la letra de alguna canción, un poema u otra nota que seguramente Poirot tacharía de insensatez (la imaginación, Monsieur, también emplea pequeñas células grises). Los dibujos de sus apuntes harán las delicias de cualquier futuro antropólogo… mientras los míos, siento decirlo, le provocarían hilaridad a Jacob Marley.

Es verdad: a veces el entusiasmo por escribir rebasa toda intención de orden. Mis varias libretas también tienen forma y tamaño diverso, aunque no llegan a ser tantas como las 73 que el investigador encontró en casa de su nieto. Confío que, en el futuro, un hipotético descubridor de mis apuntes los trate con delicadeza, en vez de considerarlos (como Poirot) evidencia incontestable de locura.

Hoy, cuando la mayoría prefiere apuntar con electrones antes que sobre  papel, no puedo dejar de pensar si a usted, admirada señora, le sucedería lo mismo que a mí, a quien las “facilidades electrónicas” le parecen generalmente más amenazadoras que entrañables.

Por ese motivo me atrevo a escribirle, haciendo votos para que su fama perdure. Así, cuando alguien me pregunte, sabré decirle por qué no renuncio –siguiendo un ilustre ejemplo– a mis confiables y queridas chancholibretas.

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#cuentosalvapor Borrones Joy-Joy Marranadas

Evan… ¿huh? – #cuentoalvapor

Cuando Sumiko se asomó a lo que quedaba de la calle, vio el único semáforo que quedaba en pie parpadeando en rojo.

El polvo de las construcciones caídas ocultaba la luz del sol, y le pareció muy raro que podía ver el disco completo sin necesidad de entornar los ojos. Era como el eclipse que le había tocado ver cuando niña.

Recordó fugazmente aquel lejano día de 1936 en el que gente de todos lados vino a presenciar tan impresionante evento. La tristeza la embargó, porque ahora Kitami, su querido pueblo estaba destruído completamente.

Como pudo, trató de incorporarse, pero estaba atrapada entre los escombros del patio de su casa.

“Al menos es madera” musitó.

En la lejanía, un chirriar metálico se anunciaba cada vez más cerca.

Y el retumbar.

La piel se le ponía de gallina de saberse tan minúscula y sin esperanzas ante aquella amenaza. Lo poco que había quedado en pie, se tambaleaba cada vez más.

TROOOOMMMM – SQUEEEEEK – TROOOOMMMM

Podía sentirlo.

Era el fin.

Pasó saliva y otra vez el recuerdo.

Minoru ofreciéndole el té en aquel bello atardecer de primavera. Justo ahí, donde ahora había ruinas y destrucción.

La fuente.

El puente.

“Minoru, falta poco para que nos veamos…”

SQUEEEEEK

Cuando reaccionó, lo tenia justo encima de ella.

Era un angel monumental.

Redondo.

Negro como la noche.

Otra vez el recuerdo. El señor Makita, su maestro de física hablando de la antimateria y los hoyos negros. De la nada. Ahora que la tenía enfrente, no sintió miedo; solamente paz.

Iba a entonar aquel canto sintoísta “cruzando el río” cuando el estrépito la volvió a la realidad.

Los restos de su casa, volaron arrastrados por el ímpetu endiablado del EVA tacleando al angel quienes en su desenfrenada carrera hicieron ahora un surco en lo que quedaba de su manzana.

Macabramente, Sumiko, tenía asiento de ring-side en este combate de sumo monumental.

El angel se incorporó de forma casi mágica volteando sus interiores hacia afuera y mutando entre chirridos y rasguños de metal.

El EVA empuñó su espada y esperó.

Pasaron diez, quince, cincuenta segundos y todo era silencio. El Angel se quedó inmovil y empezó a cambiar de color.

Sumiko sintió una estática muy fuerte que la hizo recordar a su abuelo; y sus relatos sobre la explosión en Nagasaki.

FFFFFFFFFFFFFTTTTTTTTTTTTTT

El aire se hacía cada vez más denso; Sumiko no podía respirar. La boca le sabía a metal.

FFFFFFFFFFFFFTTTTTTTTTTTTTT

“Minoru”

La explosión atómica voló completamente Kitami y las dos montañas que lo rodeaban.

Bzzzzz…frrrttt… BZZZ!!!

-“¿Misato? ¿me escuchan en la base…? ¿Hola? ¿HAY ALGUIEN AHÍ?”


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#cuentosalvapor Corriente Marranadas

Barrenos

Paul Valéry afirmó que un poema no se termina, se abandona, y de esto se hizo eco Octavio Paz. Creo lo contrario: el poema abandona al poeta en el desierto de su deseo no saciado.”  — Juan Gelman, al recibir el premio Reina Sofía.

Este lento consumo de  silencios parece, casi todo, un gemido sordo, entrecortado, maloliente, como trazo de gas pimienta en este aire que decimos –tú y yo– que respiro.

Día tras día, despepitar hasta que sólo quede eso: un rastro de semillas donde nada crece, ni siquiera la carne que alojaba esa esperanza en forma de goteras. Desvelo tras desvelo, una enorme pesadilla inatrapable que asfixia.

Encuentro descanso en la confiable tinta negra (ya sabes que la azul puede ser peligrosa) y temo, creo que con razón, la visita de mi albacea, pues ahora sus afectos tienen un guardián implacable, y yo, apegado a la nostalgia y a los viejos usos, utensilios y costumbres, cada vez quedo más en desventaja.

Lo único que me mantiene cuerdo es el insomnio, cruelmente destruido por el sueño, disipado al poco rato (una hora más temprano) por la luz que inaugura la vigilia.

Ah, pero siempre llega la noche. No estoy loco; sólo escucho con un poco más de cuidado este nuevo silencio. Las voces nunca respetan mis deseos.

Los habitantes de la imaginación entran y salen en un torbellino de letras que nadie puede advertir.

Antes de que amanezca, el caos de mi cerebro persigue una palabra que le dé sentido al sacrificio, a la morbosa violación de una página blanca.

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Corriente Marranadas

Antes del vapor, el agua

Entre atisbos de agitación primaveral llega mi turno de marzo en Escribidores y Literaturos.

Caligrafía efímera. En ocasiones hay mucho que contar… aunque no lo parezca.

Hablando de eso; les tengo un AVISO PARROQUIAL. Trascendió esta semana un avistamiento inesperado en otras regiones del ciberinframundo que sólo es posible describir a medias con aquella canción de Dumbo. Lo que nunca vi ni esperé ver: a dos chanchosocios tuitear. Se teme que tenga consecuencias, aunque no existe aún mayor información.

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Borrones Corriente Disculpitas Marranadas

Una de nacos.

A Toño le gusta sacarse los mocos.

Aaahhhh…. qué sensación aquella de hurgarse la nariz.

Le resulta fascinante cómo se despegan las costras de la pared de la nariz, sobre todo cuando lo hace lento. Se puede sentir cada milímetro desprendiéndose; y de repente, uno que otro vellito que se viene en la costra.

Escrach-escrach… pareciera que hasta suenan cuando se despegan.

Cuando salen, los toma entre el índice y el pulgar; de preferencia de la mano izquierda, la cual no ocupa tanto, y se dedica a hacerlos pelotita. La costra todavía durita, tarda unos cuantos segundos en doblarse a capricho y humectares un poquito con la grasa de sus manos sucias. Raspa un tanto en los dedos, y la sensación le parece simplemente deliciosa.
Una. Dos. Tres vueltas.

Masajeo, meneo, rasqueteo con la uña.

– “Ira; clávate en esa mancha. Tssss, tiene forma como de máscara de luchador. Ahhh, triste Místico, le tenían qué ganar justo hace ocho días cuando aposté con el Juan.”

Una vuelta nueva, y ahora pasa a la otra fosa.

Gran descubrimiento. En este lado tiene la que pareciera ser la madre de todas las costras verdes en todos los años que lleva de saca-mocos.
Se acomoda en el asiento, y la sola idea de empezar a despegar esa costrona, hace que se le ericen los vellos del occipucio.

Escrach-escrach… “Esto es la gloria” le dice su cerebro, a lo cual él no responde, es más, ni lo entiende como tal; pero de repente, se empieza a sentir contento. Será porque es viernes. Será porque la costra se despega deliciosamente.

– “A ver si las chivas llegan a 6 triunfos al hilo… neta que ahora sí le apuesto al Juan y le gano”

Ahora se da cuenta que esta cosa es de dimensiones tan monstruosas, que es necesario deformar su cara en una mueca como de marrano… como quien huele algo desagradable y lleva la punta de su nariz para arriba…
“Oooohhh… ai va”
Y sigue rasqueteando. Hurgando.

Escrach-escrach…

La luz verde del semáforo, y la mirada inquisidora de la viejita que le alarga la moneda de diez lo sacan de su trance.
Se limpia la mano en la corbata azul marino y piensa mientras alcanza la marimba y mete primera casi al mismo tiempo:
“Chiales. Ya ni eso puedo hacer agusto.”

– “¡PÁSELE PA’TRÁS, QUEATRÁS ESTÁ VACÍO ¿SÍ? “

Pinche Toño.

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Corriente Inspiración pura Marranadas

Polonesa para un no-cumpleaños

Hoy 22 de febrero algunos dicen que es cumpleaños de don Federico Chopin. Otros insisten en que nació el primero de marzo.

Yo prefiero no polemizar, y les dejo una polonesa “de no-cumpleaños”  interpretada por algunos célebres e inesperados artistas. Todo sea por atenuar el lunes… Y feliz bicentenario, don Fede.

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