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Corriente

Tríptico de lluvia

I.
Por la ventana abierta entran aromas de recuerdos, no siempre viejos, pero por ser recuerdos reaniman la nostalgia. “Aire de lluvia”, decían los abuelos.

II.
El sonido del trueno nos recuerda que Nana decía: cuenta los segundos, siéntete a salvo y pide un deseo. Después, el relámpago es sólo la rúbrica del que escucha.

III.
Así como aquí es de día, allá es de noche. Alguien duerme, alguien sueña. Alguien siempre. Por eso los recuerdos son, a la vez, volátiles y eternos. Como la lluvia.

Reacción escondida el 29 de julio de 2011 entre los comentarios del blog Palabras Voladoras, conocido por todos ustedes (y quien no lo conozca, ¿qué espera?). Rescatado hoy para la pocilga, porque sí.

 

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Corriente

La letra sin salsa entra

Una historia que se antoja. Provechito.

AVISOS PARROQUIALES

Hoy, hace 50 años, el maestrísimo Joaquín Lavado parió a la Mafalda y su pandilla. Bendito sea, por muchos años, el inigualable Quino. [CORRECCIÓN: San Quino dice que la Mafalda es más joven, y que su cumpleaños es en septiembre. Ya festejaremos entonces, que pretextos sobran. Y gracias a Jolie por el dato.]

En otras noticias, los motivos de la ausencia permanecen, pero la terquedad de ignorarlos también. Estéi tuned.

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Chispazos Corriente Disculpitas

Dust in the wind.

 

Y aunque a últimas fechas no hemos tenido días de mucho viento, por la pocilga empiezan a volar las motas de polvo y pelo cuando uno se asoma hacia adentro.

“Eco eco eco eco eco….”

Hace algunos posts recuerdo haber prometido el ansiado regreso del dueño de las quincenas de todos ustedes, público conocedor, pero ¿qué creen? que todo parece tomar un tinte más negro, ai nomás al son de

…me ausentaré de la casa de los trinos hasta nuevo aviso

y si eso es de tan famoso espacio de letras e ideas, ¿qué será de nosotros?
¿Hasta cuándo la orfandad?

Entre que si regresa y no, pues en siguientes entregas, vertiré algunos pasajes del deporte de los jadeos y los tenis gastados, y la inevitable cercanía de un siguiente compromiso maratónico en la ciudad luz.

Y esperamos que regrese, porque…
Bueno, salud y carnitas para todos.

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Corriente Disculpitas

Lunes en martes.

Para todos aquellos fanes de la pocilga que desesperan porque su escritor favorito, el Señor de la palabra, mejor conocido como El chanchopensante, también conocido como Ivanius ha decidido tomarse unas merecidas vacaciones; no es amenaza, pero seguiré usurpando su lugar.

Eso y recordarles que las “juntas” en lunes –o en martes cuando la semana empieza en martes– son uno de los cánceres de la humanidad. Digo, ¿no habrá manera de empezar a explorar opciones como Skype, e-mail, twitter, o de plano telepatía?

De lengua

Yeah, me siento totlamente espurio y sucio.

Salud.

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Chispazos Corriente

De dónde son los duendes

En una casa siempre hay cosas que arreglar, desde la ropa de los chicos hasta los zapatos de los mayores, aunque casi nunca alcanza el tiempo.

Así iba –decía Nana– el cuento del zapatero.

Aquel hombre tenía poco, en una casa pequeñita, pero muy ordenada. Como su espacio de trabajo también era pequeño, sólo podía hacer un par de buenos zapatos a la vez, y aunque era calzado de calidad, no le rendía el beneficio suficiente.

Cada uno de nosotros, como aquel señor, tiene una tarea de la cual ocuparse a pesar de que no rinde cuanto queremos: unos deben ir a la escuela y estudiar cuando querrían jugar; a otros les toca trabajar para comprar ropa y comida; alguien, en fin, debe preparar lo que comemos. Desde luego, también hace falta que la ropa esté limpia, el suelo barrido y cada cosa en su sitio. Es mucho trabajo, y a veces dejamos las cosas en desorden.

Una tarde, el zapatero preparó su material –cuero, clavos y pegamento– para armar los zapatos, pero decidió dejarlo hasta el día siguiente, pues estaba muy cansado, y se fue a dormir.

Ya reanimado por una noche de sueño, decidió levantarse temprano… y encontró un par de zapatos flamantes, listos para la venta.

Algunos de los mayores conocíamos esa historia, pero sabíamos que nadie la contaba como Nana.

El zapatero rara vez tenía tiempo para acabar su trabajo, pero no por falta de habilidades o por ser desordenado. Pocos lugares en el pueblo había tan frecuentados como el taller del zapatero, pues era buen conversador, y para todos tenía palabras de aliento o una sonrisa.

Uno de los vecinos fue causa del retraso, pues acudió, como muchos, al zapatero en busca de consejo. Por eso, en agradecimiento, llamó a todos los amigos y juntos concluyeron el trabajo que tantas veces vieran hacer.

Claro que el zapatero no lo sabía, y en cuanto pudo contó a sus vecinos que seguramente los duendes u otros seres mágicos lo habían visitado.

Fiel a su estilo, en lugar de contar simplemente un cuento, Nana decidió enseñarnos a utilizar nuestra propia magia, y así fue como descubrimos a los duendes y los invocamos desde entonces: convirtiéndonos en ellos.

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Corriente Marranadas

Visiones

Al salir el sol, uno de los discípulos fue enviado lejos del monasterio: el clima no prometía estabilidad, pero las vituallas eran imprescindibles. Así caminó bajo el sol y luego entre lluvia nocturna; amanecía de nuevo cuando se le abrieron las puertas.

Después de entregar las provisiones, el monje fue a meditar en la sombra del patio, y le preguntó a Lou-Sin: Maestro, ¿cómo evitar que primero la luz y después la oscuridad lastimen los ojos?

Haciendo un guiño, el anciano dijo: Parpadea. Y sonrió.

AVISO PARROQUIAL

Sin más afán que disipar el lunes, les invito a visitar Escribidores y Literaturos para mi turno de noviembre.

Avalancha. Cuando voces y pausas se reúnen, todo puede suceder.

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Corriente

Destrezas

En un medio día caluroso, uno de los monjes, harto de su mala letra, fabricaba criaturas de papel con trozos del pergamino de apuntes. Su manto estaba lleno de fragmentos minúsculos que intentaba sacudir a manotazos.

El viejo maestro se acercó entonces y tomó algunas de esas figuras. Enseguida se quitó el hábito y entró caminando en el estanque del patio, donde las puso a navegar, dentro de un cuenco de madera que hacía las veces de barquito.

Al salir, el anciano mojó un pincel en el agua del cuenco, ahora oscura, y se puso a trazar en un nuevo pliego historias absurdas y fábulas fantásticas.

Cuando el pasmado discípulo le preguntó por qué había hecho eso, Lou-Sin contestó que al sacudirse el ombligo descubrió una borra de algodón entintada, que sirvió a la vez de inspiración para refrescarse y pretexto para practicar su caligrafía.

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Corriente

Resistencia y esperanza

Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días“.

A veces un lector tiene momentos de intimidad inexplicable con las letras de otros a quienes nunca ha visto. Incluso puede descubrir palabras escritas para él, aunque no lo hayan sido, que podría (más bien desearía) haber escrito, de tanto que las piensa o hasta las dice.

” … uno va quedando aletargado delante de la pantalla, y aunque no encuentre nada de lo que busca lo mismo se queda ahí, incapaz de levantarse y hacer algo bueno. Nos quita las ganas de trabajar en alguna artesanía, leer un libro, arreglar algo de la casa mientras se escucha música o se matea. O ir al bar con algún amigo, o conversar con los suyos. Es un tedio, un aburrimiento al que nos acostumbramos como ‘a falta de algo mejor’. El estar monótonamente sentado frente a la televisión anestesia la sensibilidad, hace lerda la mente, perjudica el alma.” (Donde dice televisión, pongan ustedes pantalla.)

A veces, el propio naufragio pasa inadvertido gracias a esa esperanza, que se consume (y se contagia y comparte) en pequeñísimas, precisas dosis cotidianas, casi con miedo de intoxicarse. Pero reanima.

No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante, ni otra forma de llegar a la universalidad que a través de la propia circunstancia: el hoy y aquí. Y entonces ¿cómo? Hay que re-valorar el pequeño lugar y el poco tiempo en que vivimos, que nada tienen que ver con esos paisajes maravillosos que podemos mirar en la televisión, pero que están sagradamente impregnados de la humanidad de las personas que vivimos en él.

La reflexión es nostalgia. Nostalgia como ausencia indefinible, que debemos aceptar, pero ante la cual resulta imposible resignarnos. El lector, frente a la página, se contempla de pronto como heredero de un ejército de voces.

Algo notable es el valor que aquella gente daba a las palabras. De ninguna manera eran un arma para justificar los hechos. Hoy todas las interpretaciones son válidas y las palabras sirven más para descargarnos de nuestros actos que para responder por ellos.

A veces, los ecos son tañidos en el alma, especialmente al creer que los huecos en mi interior están allí simplemente para hacer resonancia, y se vuelven exigencias de armonía sin pentagramas, música sin instrumentos, alegrías espontáneas.

Tenemos que reaprender lo que es gozar. Estamos tan desorientados que creemos que gozar es ir de compras. Un lujo verdadero es un encuentro humano, un momento de silencio ante la creación, el gozo de una obra de arte o de un trabajo bien hecho. Gozos verdaderos son aquellos que embargan el alma de gratitud y nos predisponen al amor.

Por eso luchamos contra un montón de inclinaciones que, como su nombre indica, nos arrastran hacia abajo. Porque aún es cierto que el gozo trae consigo tanto la exigencia de vivirlo como la tentación de agotarlo. Es importante que no nos venza el tedio, dejar de pensar en lo cansado que es seguir adelante. Porque si no avanzamos nos hundimos.

Si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa. Los hombres necesitan que nuestra voz se sume a sus reclamos.

Al lector le sorprende el número de veces que asiente. El veterano devorador de páginas ha subrayado –horror– aquí y allá una frase, un párrafo…  en conjunto casi páginas enteras. De vez en cuando vuelve a ese libro, a unos pocos libros (ni tan pocos, dirá irónicamente alguno) para releer, para espigar de nuevo chapuzones de frescura en el desierto alienante de la rutina, y seguir adelante.

La primera tragedia que debe ser urgentemente reparada es la desvalorización de sí mismo que siente el hombre, y que conforma el paso previo al sometimiento y a la masificación. Hoy el hombre no se siente un pecador, se cree un engranaje, lo que es trágicamente peor. Y esta profanación puede ser únicamente sanada con la mirada que cada uno dirige a los demás, no para evaluar los méritos de su realización personal ni analizar cualquiera de sus actos. Es un abrazo el que nos puede dar el gozo de pertenecer a una obra grande que a todos nos incluya.

Las citas pertenecen al imprescindible (digo yo) La resistencia, de Ernesto Sábato (1911-2011), escritor argentino. Los intertextos, como siempre, son irresponsabilidad de esta pocilga. Y qué; al cabo es lunes.

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Inspiración pura

La música maestra

O como diría Oscar Wilde: “Vivimos en la cloaca, pero algunos aún miramos las estrellas”. Gracias a Luna por la referencia, muy bienvenida en este lunes y siempre, para disipar las nubes con música y sonrisas.

Ópera ambulante embajadores

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Corriente

Desterrar el frío

“Donde no hay libros hace frío. Vale para las casas, las ciudades, los países. Un frío cataclismo, un páramo de amnesia”.

Valga decir que no la conocí. O que la tuve cerca, pero casi lo supe tarde. O que alguna vez hallé palabras con terremoto pero no sabía que eran de ella. Luego la identifiqué gracias a este blogbarrio, a la pocilga y los amigos de la granja, especialmente mi chanchosocio, Marilú (“la edecán rosa”) y Pelusa.

Hoy que hice mi paseo por los sitios de a veces y los de casi siempre, me topé –en el rincón de Jorge Braulio, artífice y maestro del haiku– con la noticia de su muerte esta semana.

“Queremos —debemos— denunciar para sanear, informar para corregir, saber para transmitir, analizar para optar. Y decirlo todo con nuestras palabras, que son las del diccionario.”

La eñe, que también es gente, está de luto. Pero las canciones buenas y las buenas letras no dejarán de sonar.

Que haya más libros, más letras, más canciones. Y que María Elena Walsh (1930-2011) descanse y cante en paz, así como la cigarra. Para que en las casas, las ciudades, los países, desterremos por fin cataclismos y amnesias.

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