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Corriente Marranadas

Aprendizaje musical: Hubo una vez un sábado

Una plática reciente, junto a un comentario del amigo Pherro, me trajo a la memoria este video, que además de ser “impropio” de viernes, da testimonio de que Walt Disney no sólo sabía poner sueños, sino también lo otro, en sus largometrajes. Además, demuestra que el cambio de idioma puede hacer más enfático el mensaje.

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#cuentosalvapor

Pizpireta cucaracha y la lechuga de Troya

En cierto anónimo local atrás del mercado del barrio, una variada colección de insectos organizaba juegos y competencias en el bote de la basura. Tita, en cambio, prefería recorrer pacientemente la huerta, escondiéndose siempre de los humanos que la cuidaban.

Aunque los demás insectos –pipioles, cochinillas y cucarachas, especialmente una muy joven y pizpireta– la consideraban lenta e insulsa, ella no hacía caso; así llegó a conocer todo aquel rectángulo de pasto, flores y tierra, arrastrándose pacientemente. Sus amigos presumían de aventureros porque a veces hallaban en el bote cosas sorprendentes (como un zapato, un trozo de cable o un boleto de cine) pero no había mucho qué comentar en esa esquina, que sólo tenía piso de cemento y dos letreros: “Orgánicos” e “Inorgánicos”… además, Tita era la única que sabía leer, no porque los demás fueran tontos, sino porque ella contemplaba todo –especialmente las cajas de cereal– antes de comerlo.

Un día, junto a los desechos orgánicos, alguien dejó una caja de cartón que emanaba apetitoso olor a podrido. La marabunta (encabezada por la cucaracha pizpireta) decidió atacar una mancha húmeda en el frente. Mientras tanto, de Tita (a quien asustaban las aglomeraciones) ni señales.

A la mañana siguiente, la población de insectos en pleno había desaparecido junto con la caja de lechugas envenenadas que los exterminadores pusieron para acabar con las plagas. Eso salvó el local, para alivio de doña Cuca, su orgullosa y también pizpireta propietaria.

¿Pero qué pasó con Tita? Por huir de las aglomeraciones y evitar las burlas de sus compañeros, se había escondido junto a la parte trasera de la caja; así, royendo una esquina, descubrió el bote de veneno con que habían rociado a las lechugas.  Como ella sólo masticó un poco de cartón (pero nada de lechuga), el veneno la hizo vomitar, y decidió quedarse en cama.  De esa manera, oculta en su crisálida, Tita escapó a la matanza y, llegado el momento, se convirtió en mariposa. Entonces fue libre para saciar sus ansias de exploradora, mucho más allá de ese pequeño rectángulo de pasto, tierra y flores.

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Corriente Joy-Joy

A caballo de los sueños

Gracias al súbito silencio en una conversación de amigos, me puse a observar un grupo infantil (más niñas que niños) que disfrutaba alrededor y dentro de la alberca. Dos equipos espontáneos perseguían un balón, mientras algunos más se deslizaban por una resbaladilla para caer al agua…

Sobre nuestras cabezas, un abanico chirriante jadeaba intentando refrescarnos sin éxito. La mejor opción era acudir a una nevera plástica repleta de cervezas, y atacar con decisión las viandas. Con el estómago y la boca en acción, el calor se siente menos.

No recuerdo mucho de lo que hablamos, porque ante las risas de los niños, las ironías adultas importan bien poco.  Preferí observar a un niño patear el balón y a una niña que dio la vuelta para atraparlo con un movimiento desmañado y al mismo tiempo digno de un ballet: la coreografía espontánea de las hadas, con rítmico chapoteo como música de fondo.

Sí, recuerdo bien esa reunión, porque me hace tener presente, cuando necesito algo de calma, la tranquila concentración de los niños que juegan, con toda seriedad, en medio de sonrisas. Allí es cuando me asalta, desde la distancia (no tan) adulta, el por qué de una (más) de mis frases favoritas:

“Los cuentos de hadas son más que verdaderos, no por enseñarnos que existen los dragones, sino por decirnos que pueden ser derrotados”.  (G. K. Chesterton, por supuesto… parafraseado por Neil Gaiman en el epígrafe de Coraline).

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Corriente

Un pregón y el hombre del sombrero verde

Es viernes, y como lo dije en el post anterior, mayo ha resultado un mes lleno de hallazgos. Entre ellos está una de mis caricaturas favoritas de todos los tiempos, que les invito a disfrutar antes de que los duendes del ciberespacio la desvanezcan, como ha empezado a suceder con todos los Looney Tunes en español ochentero. He aquí al pato Lucas y el hombre del sombrero verde.

AVISO PARROQUIAL. Otro de los hallazgos es que en menos de un año, la pocilga ha llegado a DOS MIL comentarios llenos de lodo y de todo (fuera de la mugre aportada por los titulares de este espacio). Gracias a Jess y Pelusa, que abren el camino hacia nuevos desvaríos, y gracias, siempre, a todos los amigos y visitantes de este “bimilenario” chiquero.

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Corriente

Recibidores

Un giro completo alrededor del sol. Un diálogo y una búsqueda con estaciones inesperadas.

Es la hora de un nuevo turno en Escribidores y Literaturos, pisándole los talones a un mayo que  entre otras cosas trae lluvia y encuentros.

Visita. Rutinas, imaginaciones, hallazgos.

AVISO PARROQUIAL. Vaya que mayo trae hallazgos. Pero mejor luego les cuento.

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Corriente

I Java Dream XII

Despierto, las sombras líquidas que me rodean no apagan la sed ni calman el calor, así que es mejor enfrentarlas a ciegas.

El tanteo amodorrado no acierta a encender mi lámpara: eso me ayuda a cerrar los ojos.

Percibo un matiz acompasado en el silencio. Espero, sin embargo, que alguien NO me deletree; el somnus interruptus no es buen conciliador.

Hace calor, aunque no haya sol. Sé que suena infantil, pero detesto abandonar los dominios de Morfeo cuando el líquido negro estaba a punto de abrazar la escarcha. Pocas cosas hay mejores para enfrentar –o remediar– las altas temperaturas que un frappé (y chispas) en compañía de las hadas.

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Corriente

Que viva el pillaje

A veces basta un poco de música para combatir hasta la mala fama… o cambiar su significado.

Sigamos el ejemplo y aprovechemos el lunes de la mejor manera: disipándolo.

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Corriente

Horizontes

Un hombre se acercó al maestro, para preguntarle si hacerse monje le ayudaría a dejar atrás su pasado.

Si es así –le dijo– ¿qué significado tendrá todo lo que me hicieron y lo que yo hice antes de llegar aquí?

Lou-Sin, sonriendo, respondió: Cada instante es cuenta nueva; tu tarea es nombrarlo rencor o aprendizaje.

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Corriente Explicaciones Marranadas

Ágatha y las chancholibretas

Querida Mrs. Mallowan:

Hace unos días decidí releer pronto alguna de sus famosas novelas, con el pretexto de haber encontrado un libro sobre sus métodos de dispersión mental investigación y descubrir que guardan cierta semejanza con los de quien esto escribe, aun cuando mi caligrafía es mucho menos elegante.

Seguramente nuestra querida Miss Marple sería la única con suficiente paciencia para desenredar tales madejas de ideas; después de todo, el encanto de las libretas es precisamente su disposición a recibir casi cualquier cosa, desde la puntuación de un juego de cartas hasta la receta de una pócima.

Junto al recorte de una revista, es posible encontrar algún recado personal, la letra de alguna canción, un poema u otra nota que seguramente Poirot tacharía de insensatez (la imaginación, Monsieur, también emplea pequeñas células grises). Los dibujos de sus apuntes harán las delicias de cualquier futuro antropólogo… mientras los míos, siento decirlo, le provocarían hilaridad a Jacob Marley.

Es verdad: a veces el entusiasmo por escribir rebasa toda intención de orden. Mis varias libretas también tienen forma y tamaño diverso, aunque no llegan a ser tantas como las 73 que el investigador encontró en casa de su nieto. Confío que, en el futuro, un hipotético descubridor de mis apuntes los trate con delicadeza, en vez de considerarlos (como Poirot) evidencia incontestable de locura.

Hoy, cuando la mayoría prefiere apuntar con electrones antes que sobre  papel, no puedo dejar de pensar si a usted, admirada señora, le sucedería lo mismo que a mí, a quien las “facilidades electrónicas” le parecen generalmente más amenazadoras que entrañables.

Por ese motivo me atrevo a escribirle, haciendo votos para que su fama perdure. Así, cuando alguien me pregunte, sabré decirle por qué no renuncio –siguiendo un ilustre ejemplo– a mis confiables y queridas chancholibretas.

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Corriente Happy-Happy Inspiración pura

Artes cruzadas: Olaf oye a Rachmaninof

Nana decía que algunas historias son importantes por lo que cuentan; otras, por quien las cuenta.

Esa frase, dicha en una tarde llena de sol y nubes caprichosas, me abordó hoy porque encontré en Internet uno de mis cuentos favoritos, que conocí gracias a Edmundo Valadés y su indispensable (ya desaparecida) revista El Cuento. En este relato se cruzan la literatura, la música y el mar.

La historia se llama Olaf oye a Rachmaninof, escrita por el noruego Cary Kerner, de quien nada más se sabe. El protagonista describe, de la única manera que sabe hacerlo, la presentación de un virtuoso, y al hacerlo invoca su propia magia.

Como acompañamiento, pueden escuchar, junto a Olaf, dos piezas del concierto, ambas de Beethoven: la Sonata 23, por Daniel Barenboim, y la Marcha Turca, en manos del mismísimo Rachmaninof. Todo sea por disipar el lunes.

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