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Corriente

I Java Dream VI

cafecito_WikimediaCommonsCuando abro los ojos, a veces descubro un mundo que no estaba allí un parpadeo antes.

Hoy los colores traicionan al arcoiris, porque aquí la luz parece negra, el vaso de leche que hace un momento saqué del refrigerador chorrea algo entre rojo y violeta, y la hamburguesa  preparada con todos los agravantes me hace pensar esta vez que quizás la macrobiótica no sea una opción tan absurda.

Acudí a mi lugar pero no pude reconocer a los otros sentados ante la mesa. Entonces algo crujió, y no eran mis nudillos. Tampoco las ancianas rodillas de una comensal que le pidió salsa a su vecino. El plato principal parecía… entrañable. Esa palabra nunca la había aplicado a un guiso.

Luego un cucharón pasó ante mi nariz, y supe que estaba soñando.

Aun así, seguramente necesitaré algo más fuerte que un exprés cortado para olvidar que, desde la salsera, mi ojo izquierdo me miró fijamente antes de naufragar.

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Corriente Happy-Happy Joy-Joy

Duendes

A media conversación creí sentir que alguien nos observaba, pero desde mi lugar sólo pude captar un borrón de movimiento.

duendes_de_papel_publicdomain_wikimediacommonsLuego descubrí que se habían escondido en la coladera, junto a la silla que me negaba a mover para no poner a prueba su firmeza. No dije nada, porque aunque mis amigos están habituados a mi locura, hago cuanto puedo para no subrayarla, o al menos lo intento.

Poco tiempo antes había terminado un libro de Cortázar, el primero que (finalmente) me animé a leer. Debe ser mi imaginación, dije. Así que pedí calma y otra copa de vino. Al levantarme, puse una pata de la silla sobre la tapa de la coladera, sólo como precaución. De pronto, por un instante sentí mareo, como si súbitamente fuera una pulgada más alto.

Los duendes querían ser parte de la fiesta. Además, algo saben de magia… tal vez el cielo sea más azul, o la comida más sabrosa, o la compañía más grata, o las travesuras más divertidas entre los humanos que en los túneles donde merodean los duendes.

Lo cierto es que, a partir de entonces, cuando empiezo a sentirme aburrido, o cansado, o harto… algo me hace voltear hacia la coladera más cercana, y todo cambia.

Una vez liberados, los duendes aprenden a contagiar la magia. Por eso estoy seguro de que la próxima vez lograré mirarlos a los ojos. No quiero ser un delator: simplemente espero devolverles la sonrisa.

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Ocio movil

Okei…

Bueno, pero le iba al Barcelona. Conste.

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Ocio movil

Primicia

Hoy va a ganar el Manchester United.

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Corriente

Muerte de letras

Repasando memorias, encontré una que no me gusta.

La biblioteca abandonada, la biblioteca-museo, la biblioteca elefante blanco. Esa que tiene altas estanterías rellenas de libros tras puertas de cristal, a la que se llega con cubrebocas, guantes y bata de cirujano. Más que biblioteca, debería llamarse morgue de libros.

biblioteca_palafoxiana_gnufdl_wikimediacommonsOtras solamente se abren en las “grandes ocasiones”: bodas, funerales, campañas políticas. En ellas puede haber un retablo o el retrato de alguien con traje de gala junto a un mapa o una bandera, sobre un escritorio para que los turistas tomen la foto “del recuerdo”.

También hay bibliotecas sólo para especialistas, en donde los usuarios ostentan permisos especiales y los libros se hojean sobre un atril en cuartos climatizados. No tocar: las palabras duermen y no es bueno despertarlas.

En algunas casas, “el estudio” es un recinto con paredes que alternan diplomas y colecciones de libros: allí se acude a tener conversaciones privadas, no para leer. Su versión más modesta es la esquina de alguna habitación donde languidecen unos cuantos libros de texto de cantos grises y una enciclopedia vieja, con el amarillento diccionario “Academia”, el Álgebra de Baldor o el Pequeño Larousse Ilustrado escoltando un escuálido Quijote y una Divina Comedia en dos tomos (eso sí, con ilustraciones de Doré).

En esas bibliotecas no respiran ni los recuerdos. El destino de esos libros es el polvo o la ceniza, porque han dejado de ser voces: son leña encuadernada.

Llegar a esos lugares me da tanta tristeza como estar ante una cripta o asomarme sobre una mesa de autopsia. Porque así como puede doler un cuerpo muerto, a veces duele más encontrar cadáveres de ideas.

Hace tiempo prometí que mi propia biblioteca no sufrirá ese destino, ni será monumento al lector desaparecido cuando yo ya no esté. Mis amigos de papel encontrarán lectores, no mercaderes, y serán, más que reliquias, amuletos y llaves esperando ser abiertos, descifrados, compartidos.

Tengan la edad que tengan, los lectores y los libros siempre se están buscando; por eso, poner barreras entre ambos es un crimen sin sangre del que no puedo ser cómplice.

Un libro no ha de ser lastre cuando su vocación es convertirse en alas.

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Corriente Inspiración pura Marranadas

Hogar, digno hogar

g_k_chesterton_270wikimediacommons«Admire usted nuestro estilo arquitectónico más puro, antes de que perezca bajo el peso de los tiempos que corren –dijo entonces Pierce, señalando la zahúrda de los cerdos, un lugar, por cierto, hecho a base de tablones rotos y mal clavados entre sí, aunque suficientemente amplio como para dar cobijo a una buena piara–. Aquí tiene usted, mi querido Mr. Oates, el edificio medieval más  digno de la vieja Inglaterra… Empero –añadió teatral, como si fuera a llorar– , puede que muy pronto no sea más que un recuerdo de los días de nuestra mayor gloria… No obstante, le digo a usted que cuando al fin caiga a tierra esta construcción maravillosa, caerá también Inglaterra, y temblará entonces el resto del mundo, pues se cernirá sobre las demás naciones un destino igual de trágico.»
Cuentos del Arco Largo (1925), de G.K. Chesterton, por supuesto.

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Corriente Inspiración pura

Cenizas

muso_soseki_3_wikimediacommonsAquella noche, los monjes meditaban en el patio, alrededor de unas cuantas brasas.

Uno de ellos removió las cenizas para avivar los rescoldos y encender una carga de ramas, que los otros dejaban caer poco a poco. Entre crujidos y chispas algunos se alejaron, para no incendiar sus  hábitos.

Entonces el maestro Lou-Sin sacó un malvavisco del manto, se acercó al fuego para tostarlo y dijo: La alegría, el conocimiento y el consuelo son chispas de luz. Si no se mueven, se extinguen; sin contagio, se apagan.

Uno de los aprendices le preguntó: Maestro, ¿y el malvavisco?

Lou-Sin le contestó: No tiene significado espiritual, pero sabe muy bien.  Y se lo comió con gesto pícaro.

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Corriente Explicaciones

Contra la influenza y más allá

Parafraseando las casi inmortales palabras de Timón: ¿Qué se necesita para acabar con la insensatez humana? ¿Acaso un traje de superhéroe?

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Corriente Marranadas

Palabra Pausa

mario_benedetti_deWikipedia

In Memoriam Mario Benedetti (1920-2009)

Me duele como si fuera propio este silencio.

La tinta, súbitamente,
se ha transformado en lágrima.

Y la poesía, que apenas asomaba,
hoy enmudece.
De pronto se ha hecho pausa.

Descansa en paz, maestro:
nos quedan tus palabras.

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Corriente Happy-Happy Inspiración pura

Aventuras bucaneras IV (y último)

salgari_1wikimediacommonsComo la voz puede esconder insultos y traiciones, es necesario afilar tanto el ingenio como el mejor acero. Entonces y ahora no hay quien cuide  mi espalda mejor que yo mismo, aunque nadie sea infalible.

El niño lector aprendió a descifrar las intrigas detrás de los modales cortesanos, aunque su propia  indiferencia y frialdad fueran tan creíbles como inexistentes. Igual que sus personajes predilectos, cerró los puños ante aquello que veía pero no sabía, al menos entonces, remediar o suavizar.

Luego, la batalla. Antes de pelear, gritaba «¡Guerra y verrugas!», con un bramido formidable que hacía esconderse (por lo general bajo la cama) a todo enemigo, ya fueran monstruos, espíritus, piratas o alguaciles. Ahora, mi trabajo impone horario y condiciones para enfrentar oponentes más o menos precisos.

En los peores momentos de la lucha me serenaba mesando mi bigote. Hoy, cuando la jornada termina, repito ese movimiento ante el escritorio, y aunque es un verdadero bigote (o la sombra de una barba), no resulta igual de mágico que  el de mis correrías bucaneras.

contemplarLa satisfacción que daba contemplar un alfanje cubierto de sangre y cofres repletos de tesoros, aparece cuando termino una complicada revisión sin robarle horas al descanso o tengo tiempo suficiente para una cena entre amigos. Aunque temo no ser hoy tan veloz con la pluma como Almanegra es con la espada, puedo asegurar que sin duda soy uno de los más esforzados. El brillo de mi ojo (el que no está cubierto por un parche) es más fugaz, pero también más travieso. El adulto trabaja; el niño aún se burla del capitán Garfio.

Ahora mi patente de corso no reside en un pergamino, sino en libretas de papel reciclado y electrones viajeros. Aún existen molinos, villanos e intrigas, pero el adulto de hoy formuló hace tiempo, al tomar las armas, una divisa propia.

Huir de masas obtusas y evitar misas obsesas,
optando por las mesas, las mozas y las musas,
patronas para siempre de mis horas inconclusas
.

Ante una hoja en blanco o tras la página impresa, armado de conocimientos y palabras, mi historia continúa al lado de Almanegra mientras avanza, sobre un caballo de imaginación, en el camino verdadero de los héroes.

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