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Corriente

El escribiente de Zeus

La profanación está casi completa: las letras ya no cabalgan sobre un vientre de cáñamo y plumilla, sino a través de metal y silicón. El golpeteo que acompaña la danza sigue teniendo ritmo, pero no es sobre huehuetl. La habilidad (o la torpeza) del ejecutante derrama un tapiz de formas y sueños entre parpadeos.

Hay quien dice que la labor del artesano es más espiritual ahora, porque ya no le preocupa la belleza física; eso está al alcance de cualquier renacuajo con iniciativa y un manual lo suficientemente amplio. Lo único que tiene importancia, verdadera importancia, está sólidamente encerrado tras las cejas.

Sin embargo el monstruo, moderno hijo del trueno, crece en voracidad y astucia mientras yo sólo tengo palabras para darle. La ofrenda simbólica se vuelve cada vez más sangrienta: los hijos de Alfa y los parientes de Omega se cortejan en eterno apareamiento.

Mientras el vientre de la bestia digiere su almuerzo binario, el escribiente se arranca los cabellos.

Más tarde, el verso enfrenta su segunda crítica, y al toque de una nueva melodía hecha de viento, calor y arrastre, el negro pasa a blanco y lo blanco a negro. Al final un balbuceo de polvo para que a las manos del poeta llegue una hoja con la traducción de sus anhelos.

Se ha consumado un nuevo sacrificio que puede ser repetido hasta el cansancio: la inmolación de la palabra, bajo la mirada poderosa y amaestrada de ese (por hoy) dócil hijo de Zeus llamado electricidad.

 

By Ivanius

Intérprete de sueños, devoto de las palabras, adicto a la imaginación. Lector irredento y escribidor repentino. Ciudadano y no me canso.

7 replies on “El escribiente de Zeus”

De las entrañas de esta ofrenda apocalíptica, cuyo sacrificio casi recrea al de la pobre Coyolxauqui, me congratulo al saber que al menos, lo que tiene verdadera importancia, sigue encerrado entre las cejas de todos los que hoy, intentamos seguir traduciendo anhelos a la sombra o a la luz, según, del dócil hijo de Zeus. Supremo homenaje, vayan fuertes abrazos y un sincero agradecimiento por estos rastros de calor y polvo.

Los que de el entrecejo siguen estirándose los pensamientos hasta agotar los interiores, son los que pueden profanar cualquier campo yermo para convertirlo en pastizales de frondosas vegetaciones… para muestra, éste botón.

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