Para finalizar el recorrido entre las lecturas de 2009, algunas observaciones curiosas sobre la cacería de letras. No olviden dejar su comentario con alguna recomendación para el safari lector 2010. (Nota aclaratoria: No vale recomendar libros imposibles de conseguir, como Cementerio de sillas).
Las mejores recomendaciones de 2009: Tres lindas cubanas y El pez dorado. En el primer caso, la “triple marca” y conversación alrededor de este libro (Paloma, Pelusa y Mara) me convenció de que, más allá del aplauso de la crítica, un buen texto sabe conseguir lectores. Por esa razón también, a Le Clézio, con todo y Nobel, nunca lo hubiera leído: una mención de Marichuy lo puso en mi radar. Gracias a todas ellas.
El libro más largo del año: World Without End (“Book Without End“, me dijo alguien). Secuela del muy exitoso e igualmente largo Pilares de la Tierra, resulta menos intenso, pero grato y eficaz para el ocio prolongado.
Los releídos consentidos: Corazón, Diario de un niño (uno de los primeros libros que recuerdo haber disfrutado, junto al Principito) y Stalky & Co., que tiene acá su propia reseña. Ambos los releo con cierta frecuencia desde hace años.
El feliz hallazgo: Augie Wren’s Christmas Tale, un breve relato navideño de Paul Auster en estado puro: inesperado y nada convencional.
El que más me hizo reír: El amor dura tres años, de Beigbeder. Ácido, irónico, realista (o algo así) y divertido.
El libro desmitificador: Hidalgo e Iturbide: la gloria y el olvido, de Armando Fuentes Aguirre, “Catón”. Primero de una serie sobre historia de México que debería ser lectura (y relectura) obligada en lugar de los infumables ladrillos de muchos historiadores, cronistas y pedagogos. El autor divide sabiamente sus cientos de páginas en brevísimos y sabrosos capítulos.
Los autores del año: Lucy Maud Montgomery, antes desconocida para mí (escasamente editada en español, pero muy disponible en inglés gracias al Proyecto Gutenberg) y Juan Villoro, a quien encontré primero como columnista y luego descubrí en libros fluidos y amenos.
Los inconclusos: Que no muera la aspidistra de George Orwell y Sueño profundo de Banana Yoshimoto. Ambos libros serán terminados (fuera de la cuenta 2010) ahora que las aguas están mucho más tranquilas que cuando los comencé. Sobre todo Orwell, santo patrono inspirador de esta pocilga.
El autor que me sigue asombrando: Luis Sepúlveda. Poco a poco he leído lo que publica y hasta ahora no me canso de recomendarlo y regalarlo, especialmente a quienes disfrutan los libros de viajes narrados en primera persona. Si no lo conocen, denle una oportunidad.
La materia más abundante de 2009 (sin premeditación) fue la literatura para niños y adolescentes: Desde Ana de las Tejas Verdes y Emily Byrd Starr hasta Robinson Crusoe y Los Tres Mosqueteros, pasando por El libro salvaje de Juan Villoro, Corazón, Crepúsculo, J.K. Rowling y una sorprendente serie “mitológica” de Rick Riordan sobre Percy Jackson, hijo de Poseidón. Algunos los disfruté (varios, igual que la primera vez que los leí); otros llegaron a las listas de lo mejor y lo indeseable.
Termino estas recomendaciones con dos perlas electrónicas: Todo empezó con Julio Verne y Dos cubanos en el mundo del cha-no-yu. El primero es un libro disponible bajo licencia Creative Commons sobre las nuevas maneras de comunicar noticias que poco a poco se convierten en norma; el segundo, un extraordinario relato “en directo” que muestra cómo un encuentro entre culturas no tiene que ser encontronazo para causar impacto. Agradezco el envío a sus respectivos autores, Ramón Pedrosa López (sin blog por el momento) y Gustavo Pita Céspedes (quien escribe cada domingo en nuestro imprescindible Diario de la Pelusa).
Tengo mucho por leer en este 2010; espero lograr por lo menos cuatro grandes pendientes: dos libros “canónicos” que me negué a leer por obligación (de eso escribo después), El Quijote (hace mucho tiempo que no lo releo) y… El Maestro y Margarita, que no logro superar, quizás por la dispareja calidad de la traducción.
En estos días me he dedicado a lecturas fuera de programa, como dirían Les Luthiers… eso y la aparición del Pato Lucas me recuerda algo muy especial que esperaba turno. Ya les contaré. Por ahora… ¡a leer!