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Corriente

El árbol que cae

Querida Kitty:

Tu libro lo leí poco antes de llegar a la edad en que Ana lo escribió, y me llamó la atención porque muchos de los encierros que describía no eran entonces imaginables.

Hoy parece que estamos rodeados de jaulas medio invisibles que aparecen como conjuradas y esperan una presa cualquiera. No importa su tamaño, ni lo que puedan obtener. La oportunidad de poner a prueba su fuerza parece ser lo único válido.

Al salir a la calle, a veces creo que la esperanza se resiste a remontar el vuelo, y se transmite solamente de mano en mano y casi en voz baja. Los días parecen largos y escasean las sonrisas.

Así lo contaba Ana antes de asomarse a mirar su árbol, que enfrentó a las plagas y a los hombres para enviar sonrisas tras las paredes del Anexo.

“Desde mi lugar favorito miro al cielo azul, al castaño con sus ramas llenas de gotas plateadas, y a las gaviotas y pájaros que se deslizan en el viento”.

Hace un par de días me enteré de que el castaño ha caído, y recordé otro árbol, a muchos años y kilómetros de distancia, también lleno de gotas plateadas, a pesar de la rapiña constante de los pájaros, que hasta el último día visitaron su silueta entrecalva.

No me gusta el tremendismo, y lo sabes. Por eso, a pesar de que el cielo está nublado, usaré los ojos para buscar esas plateadas gotas de esperanza. No en el árbol de Ana o el de mi recuerdo, sino un poco más a ras del suelo, de mano en mano, y de mirada en mirada.

By Ivanius

Intérprete de sueños, devoto de las palabras, adicto a la imaginación. Lector irredento y escribidor repentino. Ciudadano y no me canso.

8 replies on “El árbol que cae”

Esa será seguramente la manera de cambiar las cosas, Ivanius, pasando la ayuda solidaria de mano en mano, entre la gente, en las calles, poco a poco. Para que todos los sitios donde nos movemos sean nuestros lugares favoritos. Las sonrisas abundan, pero tienen un pesado velo de desconfianza.

Un bello homenaje para recordar un alma libre, sigamos su ejemplo de entereza y proyectemos esa esperanza en los largos días que nos toca vivir.

Cuídate, que te vaya muy bien, luego nos leemos.

Vine hace un rato y te lei, pero luego sali a caminar y no pude dejar de mirar con amor cada castaño que encontraba a mi paso. Ahora estan llenandose de castañas jovenes y peluditas y, como ayer llovio un poquin, tienen todo el camino perfumado… ¿Has sentido alguna vez el olor de los castaños? Desde que lo conoci no he parado de desear vivir un dia al lado de un bosque de estos arboles. ¿Habra bosques de castaños?
La esperanza existe, si, y sale a la calle cada dia junto a ti, solo tienes que aprender a distinguirla… porque es plateada como el llanto y gusta a veces del camuflaje, aunque, como a cierto personaje memorable de Genji, le sea imposible ocultarse del todo: su aroma la delata.
Besos! Y perdon por un comentario tan sin sentido… Asi va el dia de hoy.

Casi como Pelusa, salí a caminar pero no entre los castaños sino por los barrios de mi niñez, cuando conversaba con Anna… me parece que la tala ha sido despiadada pero a pesar de ello, algunos árboles conservan todavía la brillantez de las gotas y con esa única idea en la cabeza, sonrío. Hoy son feliz. Gracias, don Ivanius por las 2010 razones para ello, millones de chanchibesos nomás pa’ usté.

Don Pherro: Así cambian las cosas, cambiando a cada persona. Y para eso no hay nada más eficaz que el contacto. Así se levantan los velos y aparecen las sonrisas. Gracias, nos leemos.

Marichuy: Salud, entonces. Con licor y chocolates. Abrazo despejado.

Pelusa: No había pensado en el olor de los árboles. Pero es verdad, desde un punto de clorofila hasta el de la miel, desde la acidez hasta el estornudo de las especias, muchas cosas visten a los árboles. Gracias por recordarlo.

FotoMadrina: Es mejor hacer letras del árbol caído. Y sin hojas de papel. Beso.

Paloma: Así sea, siempre: conservar, conversar, y ser feliz. Un plan de vida muy aceptable. Abrazos.

Don Pherro: Así cambian las cosas, cambiando a cada persona. Y para eso no hay nada más eficaz que el contacto. Así se levantan los velos y aparecen las sonrisas. Gracias, nos leemos.

Marichuy: Salud, entonces. Con licor y chocolates. Abrazo despejado.

Pelusa: No había pensado en el olor de los árboles. Pero es verdad, desde un punto de clorofila hasta el de la miel, desde la acidez hasta el estornudo de las especias, muchas cosas visten a los árboles. Gracias por recordarlo.

FotoMadrina: Es mejor hacer letras del árbol caído. Y sin hojas de papel. Beso.

Paloma: Así sea, siempre: conservar, conversar, y ser feliz. Un plan de vida muy aceptable. Abrazos.

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