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Marranadas

Don’t sweat the technique

así me quiero ver en los dias dificiles
así me quiero ver en los dias dificiles

Una vez estábamos en una fiesta sepa dios dónde, en casa de no sé quién tirando dardos; nomás por diversión. Nada de apuestas.

Me salían tiros de fantasía, cruzaítos, chuequitos, rápidos, lentos, con comba, sin comba; y casi todos pegaban en el tablerito; obvio no en el centro, pero cerca.

Y que me dice: “¿cómo le haces?” me dice…
Y yo: “aaa ps asíii. Nomás le avientas así, y ps ya.”

“Noooo, pero dime “cómo”.
Y yo: “Ah chingá, qué buena pregunta”.

Tomé aire, y me dispuse a lanzar otro dardo; pero esta vez atento a cada fibra de mi cuerpo, a cómo se movía cada hueso, cada cartilaguito.

Lo ví, lo sentí.

Y que le digo: “Mira, ps primero, pones los pies firmes. Sientes cómo el talón pega en el piso, y carga tu cabeza. Separas un poco los pies, apoyas el peso de la espalda y hombros en la cadera, relajas el omóplato y alzas el brazo jalando desde el codo. Echas para atrás la mano, sintiendo cómo gira el brazo tomando como centro el codo; tuerces un poco la muñeca y cuando te sientas lista, tensas el bícep, dejas que la fuerza llegue al brazo y destuerces la muñeca cuando la mano va para adelante. Y sueltas. Vualá”.

Y que le pega al centro.

Creo que tanta emoción lo echó a perder, porque de ahí palante, nomás no le pegamos a ningún centro. Nos aburrimos y mejor seguimos bebiendo.

En días como estos me gustaría poder llegar a una técnica, una receta, un algo que me ayude a no encabronarme tanto. Así. Que fuera tan sencillo como recargar el peso en las piernas, como torcer la espalda y que por ahí resbalara el torrente de pendejadas ajenas rebotadas a propósito.

Quebrar la muñeca y desestimar las falsas imputaciones.

Aplicar la media vuelta por tiempos y negarme explícitamente a seguir aguantando pendejos.
Mierda.
Cuánta frustración para un sólo día.

Y ¿a qué iba?

Ah, sí. Feliz octubre.

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Borrones Marranadas

Bueno bueno bueno…

casi son asi mis discos

Me doy cuenta del inexorable paso del tiempo por varias razones. Desde hace ya diez años, han ido quedando registrados en mi memoria casi todos los cambios de clima y estaciones de los años.

Me fascina el ligerito calentamiento que se siente los primeros días de la primavera; la gente salimos todavía abrigados, pero sabemos que lo peor ha pasado y viene lo bueno.
El verano se deja sentir con todo en sus primeros días, y, además de los días más largos, la alegría de ver el cielo tan azul y el sol tan resplandeciente a mi hora favorita (5pm) el gozo que traen esos días es incomparable. Después vienen la lluvias. Chale. No me gusta la lluvia. Los días grises. Londinenses. Holandeses.
Nel, no es para mí.
Ahora esa “época de lluvias” va de masomenos abril o noviembre. Asi de tanto hemos jodido a nuestra jefa Gaea.

Y sí, recuerdo casi todos los años y estaciones, por las marcas mentales que he puesto en proyectos, sucesos o cosas que han ido ocurriendo en mi vida… desde hace 10 años.

Mi trabajo desde hace más de 5, ha requerido que sea un auténtico bicho trashumante de la ciudá. Ora en el sur, ora en las zonas industriales, ora en santa Fe y otra vez más por CU. ¿Portales? ¿Iztapalapa? ¿porqué no Tlalnepantla y Naucalpan? aún cuando no soy un gran conocedor de la ciudad, creo que he estado en muchos lugares de esta urbe. Y la amo. Me gusta.

Pero después de leer a Clau, y ahora a Lau, hablando del soundtrack de sus vidas; me doy cuenta que empiezo a ser un ruco de hueva. Mis recuerdos cada vez, están MENOS ligados a la música. Si no son las cumbias que pesco al cruzar “guaracheera liindaaa… guaracherermooooosaaaa…” o el radio en una de las oficinas que frecuento con los éxitos de radio unversal; nada. De mí no se dice nada.

Okeeei, si. Aitá el aipod.

Pero lleno hastalamadre de pura música con más de 5 años de antigüedad. Chingao, insisto. El ruco se casiapodera de mí.

Eso que tanto me había negado ser. Ese que tanto criticaba.

Después de este famoso tiramiento al piso con todo y patadas de ahogado incluídas, te pido, amable lector, me recomiendes algo de música nueva de paquete que valga la pena. Algo para acompañarme, algo para hacer el nuevo sauntrac de mi vida.

Porque neta, Mozart ya me tiene hasta la madre; y mis discos de dance-house ya están a punto de borrársles los zurcos de tantas pasadas.

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Happy-Happy

Gracias.

Me puso de buenas tu blog, GA.

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Disculpitas Explicaciones

Cero y van tres o ¿esto es justicia?

Soy un infractor impune.
Y lo reconozco. Pero es sí, no porque yo quiera.

En mi historia tengo registrados varios encuentros con los guardianes del tránsito en la ciudad; es más, hasta tengo incidentes de tránsito en el gabacho, aunque a dios gracias estos sin la intervención de los “correctísimos” oficiales en moto o patrulla; y aún así, el saldo resulta a mi favor.

No sé si esto que escribo va a ser un consejo, un choro, o un manual de procedimientos sobre cómo salir valseando de un embrollo automovilístico cuando hay canes uniformados de por medio.
Veamos:

Sábado por la noche.
Calle solitaria.
Me bajo del auto porque me parece que una llanta está baja. Apagao el auto, las luces y reviso. Regreso y ps nada, todo en orden.
Retomamos la marcha.
No bien avanzados 50 metros, una moto de tránsito me flashea la torreta y la luz de la moto. Yo, confiado, me orillo. “Ps cuál es el problema, venimos bien ¿no?”. Pues no güey, traes las luces apagadas. Verifico y entonces sí, sudo frío. “Demonios, no traigo la licencia”.

Se acerca un “oficial” y al son de “buenas noches caballero”, me extiende la mano para saludarme. Dudo varios segundos si dársela o no, porque es muy apestoso ese gesto de su parte; y el güey se empieza a poner nervioso que no lo pelo. Al fin se la extiendo y aprieto con todo, entonces él la retira dolido, y se pone hostil:
– “Sus documentos por favor”.
– “Deme un segundo”. Saco la tarjeta y se la doy.
– “Su licencia”.
– “Mmm. Esa no la traigo.”
– “¿Puede bajar por favor?”

Creo que si hay una siguiente, tendré que trabajar en eso, porque al bajarse, se está aceptando un diálogo desos en corto.
Ya abajo, el güey me dice que la multa por no traer licencia es corralón directo, y que “ps se le hace mala onde llevarme, en sábado por la noche”. Yo sintiendo que me hierve el buche digo:
– “Bueno, vámonos”.
Se le desorbitan los ojos y atina a decir:
– “¿Deveras?”.
– “Si, no traigo dinero y no pienso darle un centavo a usted. Vámonos”

Se pone gallo el güey, y muy dignamente me dice que lo siga. Nos dirigimos al corralón de Barrientos.
Se echa a andar despacio y de repente, acelera. Lo sigo.
Pasamos un tope, una bocacalle, y el güey demuestra que es un dechado de procedimientos para manejar: direccionales, intermitentes, freno, límite de velocidad… Y entonces se estaciona y me hace señas.

– “¿A dónde se dirige?
– “A mi casa”.
– “Ire, tenga su tarjeta y váyase con precaución. No olvide encender sus luces. Que tenga buena noche”.

Así que en dos ocasiones más, la historia ha sido la misma aunque en circunstancias diferentes; tales como un auto nuevo sin permiso en su viaje inaugural, y un foco apagado al frente otro día.
Hasta la segunda vez, me parecía “algo divertido” el asunto.
“Chinches policías, les da hueva llevarte al corralón porque pierden tiempo para morder… ja-ja”.
Pero el viernes sí sentí que algo está MUY mal, y neta… no sé.

Traté por un momento de hacer pensar al pobre idiota que me paró, hablándole de que todos estamos cansados de la corrupción, y que no habría porqué negociar la ley, que porqué chingados no me llevaba y me yo tenía mi merecido por olvidadizo…
El contestó: “espéreme, voy a ver con el comandante”.

En ese momento supe que todo había valido madre.

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Explicaciones Fotos Marranadas

Doña Mu.

La damiana en el matadero

Todavía me acuerdo de cuando perdí mi primera oportunidad.
Caí en el grupo o salón de una maestra realmente loca en cuarto año, que en serio, todas las mamás de la escuela la tenían catalogada “como un peligro”.
Algo había yo escuchado una año antes acerca de ella.

No faltaban los escuincles que recontaban con pelos y señales los desvaríos de la miss esta: “Y cuenta unas cosas bien looocas… se la pasa diciendo que ella vivía en España y que conocía a los reyes, a los príncipes, y que había bailes hasta el amanecer… con vestidos laaargos… está re-loca”.

El primer día de clases de ese cuarto año, llegué con la incertidumbre clásica que viene después de las vacaciones. Quiénes serían los compañeros, si estaría la chica que me gustaba, si el salón estaba limpio…

Y que la veo.
Una señora alta, blanca, de presencia digamos agradable, estaba muy mona sentada al escritorio mientras el tropel de chamacos entrábamos en medio de un mustio silencio.

Y que abre la boca.
“Buenos días… ehem… yo voy a ser su maestra este cuarto año… ehem… soy la maestra SoOofi ehem…espero que aprendamos y nos divirtamos mucho… ehem. Disculpen esque estoy un poquito ronca, pero esque tengo un tumor en la garganta, mi doctor ya me ha dicho muchas veces que me opere, pero no, la verdad es que a mí, me dan terror las operaciones. ¿Verdad mi amor?” Mientras cerraba su espích inaugural, y confirmaba todos los rumores acerca de su estado mental; una chamaquita  rubia ceniza con las raíces negrísimas, y cara de rata asentía vigorosamente, y copiando la “voz ronquita de su mamá” decía que si.

Además de la actitud, la voz ronca y su evidente desequilibrio mental, cuando se paró la pude ver mejor: Era blanca, pero por las plastas de maquillaje que le cubrían la cara. Los dientes… enormes y amarillos, dejaban ver el deterioro que sufre el esmalte por fumar como chacuaca; y la ropa… un saco de tweed a cuadros que en algún momento fue bonito, ahora era un depositario de manchas de café y yogúr, además de orines de perro y gato. Medias negras que de tantas jaladas parecían caladas; y para rematar… el estropajo amarillo con raíz negra de más de dos meses que llevaba en la cabeza a manera de pelo, era la confirmación de todo rumor y sospecha.

La neta no recuerdo haber sentido miedo. Más bien, incertidumbre. “Ahora sí, qué va a pasar”.

Y a punto de salir al recreo, que me aborda:

– “Tú eres Carlitos, ¿verdad?”
– “Sí maestra.”
– “Ay, dime Sofi…”
– “Sí maestra”
– “Bueno, ya me dijeron que tú eres el más inteligente de la escuela. Vas a ver que aquí vamos a aprender mucho; y ya sabes: si alguno de esos chamacos groseros te molesta, vienes conmigo, y vas a ver qué castigo le ponemos. ¿Te parece?”.
– “Sí maestra”.
– “Dime Sofi”.
– “Sí maestra”.
– “¡Ay niño!, vete a jugar. ¡Córrele!”

Me acuerdo que nomás por no contrariarla, me salí corriendo del salón, sintiéndome estúpido, pero de alguna manera influyente.
Cuando llegué a mi casa, a la hora de la comida, me enteré que mi mamá había estado cabildeando toda la mañana con el director mi cambio a otro grupo. El asunto era que, tantas mamás reclamaban lo mismo, que el director se comprometió con ellas a vigilar a la maestra “muy de cerca”, pues si cambiaba a todos los chamacos de grupo, aquello se quedaría vacío.

Mi madre, muy acongojada me hizo mil y una recomendaciones para lidiar con la maestra, y confiando en la suerte el tema quedó ahí reservado.

El año transcurría raro. Esta señora era capaz de contarnos dos horas de historias fantásticas de castillos, nobleza española y barcelonesa, para después pasar a las lecciones de español y madrearse a quien no le hiciera caso o llevara la tarea. Jalones de patillas, reglazos, gisazos, gritos destemplados (aún con “el tumor” en la garganta) y otras artimañas, era lo que esta santa señora usaba para tener el grupo “a raya”.

Yo mantenía a mi madre al tanto de todo; y su desesperación crecía. Ella sabía que ya no podía ir a pedir mi cambio; pero estaba la otra opción: que yo lo pidiera,
Aquí viene un corte, porque no supe como, otra vez antes de salir al recreo; que me llama la maestra. Cuando vi que se pintaba los labios y retocaba su maquillaje, sentí como que algo no andaba bien. “Vamos con el director” me dijo; entonces sentí que me fallaban las piernas.

Corte.

Ahí en su oficina, junto al lábaro patrio, era interrogado por el direc y la ñora esta.
– “Y dinos, ¿porqué te quieres cambiar, Carlitos?”
– “Esque mis amigos me molestan mucho. Sí estoy a gusto con la maestra, pero con los compañeros no.”
– “aaa… no te preocupes, porque yo voy a ver que BLA bla BLA bla…”

Mientras el famoso pistachón hablaba, yo sentía cómo mi oportunidad se esfumaba. Sabía que era un puto. Que la había desperdiciado.
Que me habían faltado los huevos para decirlo; y que esa ventana, se cerraba para siempre.

Corte.

Estoy chillando en la parada del camión con mi madre, y ella, se encarga de hacerme sentir peor de lo que estaba.
– “¿Porqué no dijiste? ¿Ya ves? ahora te vas a quedar ahí con esa loca. Tú pudiste haberlo cambiado.
– “BUAAAAAAAA… quiero ir a ver al director otra vez… vamos a verlo… sí le digo… por favoooorrr”.
– “No. Tu oportunidad se fue”.

Chin. Cayó el telón. Qué dura lección.
Y de ahí hasta estos días.

Me sigue doliendo el orgullo cuando estoy con la oportunidad, cuando puedo corregir una situación torcida y guardo silencio, apechugo y dejo pasar.
Ayer ni intenté meter las manos mientras entregaba a un judío vende coches a mi Damiana. Como a Chucho, la entregué por 14 chinches monedas y un cambiecito ahí.
¿Dónde quedaron todas esas horas de entrenamiento en negociaciones? ¿Dónde quedó la agilidad mental? ¿Era tal mi desesperación? ¿Debí entregarle a la Damiana a ese hombre desalmado? ¿Acabará de taxi en Chimalhuacán?
No lo sé. Pero sigue doliendo, y más gacho es para mí, encontrar recovecos sin luz en mi persona.

Y yo que pensé que había sacudido hasta el último rincón en la última escombrada.
Shit.

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Happy-Happy Marranadas

Fwd: Desde el peri…

Qu

—-

Actualización: Me acabo de dar cuenta de una mega-mamarrachada de la plataforma esta que usamos en este chiquero.
Y es algo tan lógico, que hasta duele el orgullo de pensar que sería diferente.

Resulta que los chinches gabachos com no usan acentos, si uno escribe com dios manda con signos de interrogación, exclamación, y eñes etc, la mugre esta trunca el contenido.

Mierda. Eso sí que me puede poner de malas, y pos ni modo. Si escriben a la dirección que comentábamos en la entrada pasada, escriban gabacho y seguro su póst llega.


Ahora, el post víctima de la infibulación.
Lo siento.

——-

¿Qué no se habrá dicho sobre el tema de vivir en una ciudad
encabronadamente grande como esta?

Supongo que no habría mucho qué abundar al respecto.

“Ay no mames, me hice dos horas de Huipulco a la Condesa”.
“Este pinche tráfico me va a matar”.
“…porque deveras, ¿a poco te irías a vivir a otro lado? Pss si aquí
está todo…”

Pero, la neta la neta ¿cuál es? ¿porqué vivimos todos estos aquí?
¿porqué el chinche Ebrard insiste en llamarle “capital en movimiento”
siendo que aquellos que nos aventuramos a manejar en sus calles entre
las 3 de la tarde y 9 de la noche, vamos a una velocidad promedio de
15 km/h? a ver.

El castor viajero tiene una idea formidable para acabar con las
mentiras en los anuncios y comunicados masivos… ¡ay güey! Casi me
estrello, sigo en la entrada que viene.

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Happy-Happy

Desde el peri…

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Marranadas siete

¿Mmmhh…?

Y ¿cuántos le aventó?

Un parcito nadamás.

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Explicaciones Happy-Happy

fh

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Actualización: Me dí a la tarea de echar a andar esto de la publicación por imeil, y vualá. Lo tengo.
De primeras, iba a borrar todas esas garrapateadas con el teclado; pero ¿a poco no es mío el sitio y no tengo que andar ahí con el clásico “ssesque no puede haber errores al aire… el servidor de producción no se toca”?

A ver, a ver. Que alguien me diga algo.

Que después de todo esto es una pocilga y ce hase lo que se nos antoja.

Y para seguir con las mamarrachadas, les voy a pasar un tip: si envían un correo a

jojo

estarán formando parte activa de esta comunidad. Me refiero a que TODO lo que envíen, quedará publicado Au-To-Má-Ti-Ca-Men-Te. Así de fácil, así de sencillo. Hagan la prueba.
Bueno, automático automático… casi. Porque tendrán que esperar a que el proceso se refresque, hecho que ocurre ai cuando se le ocurre a este servidor del servidor.

Listo. Saquen los aifónes, los treos y demás madrinolas que mandan meiles en las calles; échenle de su ronco pecho y ya saben, lo que se les antoje; que obvio si de repente esto se vuelve un sitio de /iagra y Ci@lis y che@ap medicaishons y enlárrsh yer pínes y esas madres, veremos qué hacemos.

Más delante los nuevos proyectos del chancho y nos vemos.
Muchos tacos de carnitas para todos.

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Inspiración pura

Medio estoque dentro.

Ahí mero estamos, a mitad del camino.

Hoy justo justo ha transcurrido la mitad del año.
Vertiginoso. Brioso. Vaporoso como él solo. Implacable. Inasible.

Mucha hueva a cuestas pero también una chinga sobre otra acumuladas.

El recuento se obliga. Todas esas cosas que dije que haría a principio del año; en ese momento en el que el codo rozaba el tintero; pura frisquidumbre: “ya verás que sí, que lo vamos a lograr, es momento desto, delotro, de másaquello… uuuy si, a huevo, cómo no… caminaando”.

He de decir que no voy tan mal en mi recuento, pero los temas de lesa conciencia… cero-cero, digamos.

No cabe duda que el mundo trae su propio ritmo. Que la vida toca su son y sólo en algunas que otras ocasiones nuestros empujones deveras hacen que trastabille y cambie de dirección; incluso que nos siga por un instante manque sea. Pero que hay que buscarle los vericuetos, el rinconeo, el “yíl mánashment”, cambiar el ritmo, usar pases laterales, taparse los ojos unos segundos… cómo no.

Y ya entrados en gastos, voy a poner en mi lista de propósitos para el 2009, el cual se atisba a la vuelta de la esquina parado en esta fecha fatídica -ya quisieras, chinche guólmartt- aprender a hacer carnitas.

Y después que las invitaciones a los tacos no sean sólo virtuales, sino muy reales y grasosas.

Salen dos de maciza con cuerito.

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