A veces me acusan de haber hecho cochinadas.
Yo les llamo torpezas; respeto mucho al sabroso animal que me permite saborear la cochinita pibil en el mercado de Itzimná, las gorditas de chicharrón en Mixcoac o las carnitas estilo Michoacán en el mismísimo Quiroga.
Me llaman la atención quienes creen que la podredumbre mental se puede justificar con un monumento.
Yo creo que es mejor hacerse cargo de las propias marranadas sin sacarlas a pasear.
Por eso a veces, cuando tengo razón, me aplaudo a mí mismo.