Los sueños, a pesar de su personal indemostrabilidad y metamórfica condición, pueden a veces ser transmitidos sin pérdida.
Un viva, pues, para ese contagio motivador que anima a recorrer un territorio ajeno pero compartido, familiar pero ignoto, a veces intranquilo pero siempre grato.
Porque cerrar los ojos no siempre significa dejar de mirar.
Porque lo mismo que me hace descansar me da motivos para emprender actividades a veces rutinarias con nuevos bríos.
Un sueño es una aventura que puede ser conocida, pero que admite siempre una versión distinta.
Por eso, indudablemente, cada vez que sueño obtengo un boleto personal para el gozo.
Con -apenas- un atisbo del incógnito sabor que se avecina.