Siguiendo el modelo “adivine usted el origen” presentado por Pelusa hace poco en su Diario, someto un texto a la curiosidad de ustedes, para que me digan a qué país y a qué personaje se refiere. Va.
“Lo peor es que hay mucha gente deseosa de explicarte lo que significan las cosas, y una vez que reúnes todos los consejos, resulta que 2 más 2 es igual a 7. Los trabajadores y los empresarios, los consumidores y los productores, los contribuyentes y los beneficiarios de los impuestos. Todos tienen sus propias necesidades. Todos tienen sus agendas. Todos tienen argumentos, y portavoces para expresarlos, y lo que asusta es que cada uno de ellos tiene razón en uno u otro sentido, lo bastante como para que algunos estén convencidos de que realmente 2+2=7. Claro, hasta que tú dices en voz alta la suma: entonces todos dicen que es demasiado, que el país no puede darse el lujo de atender los intereses de los demás.
“Además, para lograr siquiera algo, había que llegar aquí, y una vez logrado eso, hay que permanecer, y eso significaba hacer promesas que debían cumplirse. Por lo menos algunas de ellas. En alguna parte del proceso, el país se perdió de vista, y la Ley con él, y al final resulta que estás cumpliendo y haciendo cumplir algo que ya no sabes qué es.
(…)
“Todo lo que quería era hacer de su país una democracia, en el sentido verdadero de la palabra, no un país gobernado por un solo partido subordinado a los intereses de unos cuantos poderosos. Hace años que los signos de la corrupción estaban a la vista de cualquiera que quisiera abrir los ojos, pero los votantes, la gente común, condicionada por años de aceptación, se había dejado llevar, porque las raíces de la auténtica democracia se habían afianzado tanto como las de un lirio en un torrente.
Esa era la mayor mentira, tan grande que todos, dentro y fuera del país, la creían. La verdad era que la cultura de su país no había cambiado. Oh, hay algunos cambios aparentes. L[os pobres, los marginados] pueden votar ahora, pero como en todos los países, votan con sus bolsillos (…); y todos, hombres y mujeres, forman parte de una cultura que exige obediencia, en un sentido o en otro. Lo que se decide desde arriba debe ser aceptado, y por esa razón, sus compatriotas resultaban fácilmente manipulados.
“Lo más amargo de todo esto para él era que, en su fuero interno, se había creído capaz de cambiar todo esto. Su mayor ilusión, que no admitiría ante nadie más, había sido cambiar al país en un sentido profundo y verdadero. Quién sabe por qué, no le había parecido tan sensacional entonces. Al exponer y atacar la corrupción oficial, él había querido mostrar a la gente que “los de arriba” no habían sido dignos de la encomienda recibida, y mostrarles también que los ciudadanos comunes tenían la decencia, honradez e inteligencia necesarias para elegir tanto su camino en la vida como un gobierno que respondiera más directamente a sus necesidades.
“Te la creíste, bobo, se dijo a sí mismo, mirando al teléfono. ¿Verdad que los sueños e ideales se resisten a morir? Él ya lo había visto todo, y ellos no habían cambiado. Hasta ahora se daba cuenta de que eso era imposible para un hombre y para una generación. Ahora sabía que para lograr el cambio necesitaba estabilidad económica en casa, sabía que la estabilidad dependía de hacer uso del viejo orden de cosas, y que el viejo sistema estaba corrompido. La verdadera ironía era que él había llegado a este alto nivel a causa de los errores del viejo sistema, pero al mismo tiempo, necesitaba restaurarlo para eliminarlo.”