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La humildad es la verdad

«[El amor]… ocupa un término medio entre la sabiduría y la ignorancia, porque ningún dios filosofa, ni desea hacerse sabio, puesto que la sabiduría es ajena a la naturaleza divina, y en general, el que es sabio no filosofa. Lo mismo sucede con los ignorantes; ninguno de ellos filosofa, ni desea hacerse sabio, porque la ignorancia produce el pésimo efecto de persuadir a aquellos que no son bellos, ni buenos, ni sabios, de que poseen esas cualidades; porque ninguno desea las cosas de que se cree provisto…». Platón, Symposio.

«El buen sentido es lo mejor repartido entre todo el mundo, pues cada quien se cree tan bien provisto de él, que incluso los más quejumbrosos acerca de cualquier otra cosa no apetecen más del que ya poseen. En este aspecto no se puede creer que todos se equivoquen; más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por diferentes rumbos y no tomamos en cuenta las mismas cosas. No basta, en efecto, tener buen ingenio: lo principal es aplicarlo bien. Por eso en las almas más grandes hay capacidad tanto para los mayores vicios, como para las mayores virtudes; y por eso mismo los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él.

Por mi parte, nunca he presumido de poseer un ingenio más perfecto que los ingenios comunes; hasta he deseado muchas veces tener el pensamiento tan rápido, o la imaginación tan clara y distinta, o la memoria tan amplia y presente como algunos otros. Tampoco conozco de otras cualidades, sino de las que contribuyan a la perfección del ingenio; pues en lo que toca a la razón o al sentido, siendo ésta la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales, quiero creer que está entera en cada uno de nosotros y seguir en esto la opinión general de los filósofos, que dicen que el más o el menos es sólo de los accidentes, pero no de las formas o naturalezas de los individuos de una misma especie.

Luego, sin temor, puedo decir que considero gran ventura para mí el aventurarme desde joven por ciertos caminos que me han llevado a las consideraciones y máximas con las que he formado un método, en el cual confío tener un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta lo más alto a que la mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida puedan permitirle llegar. Pues tales frutos he recogido ya de ese método que, aun cuando, en el juicio que sobre mí mismo hago, procuro siempre inclinarme más por la desconfianza que por la presunción, y aunque, al mirar con ánimo filosófico las distintas acciones y empresas de los hombres, no hallo casi alguna que no me parezca vana e inútil, sin embargo no deja de producir en mí una extremada satisfacción el progreso que creo haber alcanzado ya en la investigación de la verdad, y concibo tales esperanzas para el porvenir, que si entre las ocupaciones que afanan a los hombres, puramente hombres, hay alguna que sea sólidamente buena e importante, me atrevo a creer que es la que yo he elegido para mí». René Descartes, Discurso del Método.

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