Al salir el sol, uno de los discípulos fue enviado lejos del monasterio: el clima no prometía estabilidad, pero las vituallas eran imprescindibles. Así caminó bajo el sol y luego entre lluvia nocturna; amanecía de nuevo cuando se le abrieron las puertas.
Después de entregar las provisiones, el monje fue a meditar en la sombra del patio, y le preguntó a Lou-Sin: Maestro, ¿cómo evitar que primero la luz y después la oscuridad lastimen los ojos?
Haciendo un guiño, el anciano dijo: Parpadea. Y sonrió.
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AVISO PARROQUIAL
Sin más afán que disipar el lunes, les invito a visitar Escribidores y Literaturos para mi turno de noviembre.
Avalancha. Cuando voces y pausas se reúnen, todo puede suceder.