Categories
Corriente Happy-Happy

#30 libros, primera parte

Leer no me lo dicen dos veces. Por eso, cuando por ahí apareció la convocatoria a hablar (más) de libros, no pude resistirme. “El Reto de los 30 libros”, propuesto por Mauricio Montenegro, se explica en su blog, y sigue sumando entusiastas. Pelusa hizo lo propio en un club con coordenadas semejantes, y Paloma, desde otra de sus esquinas, acudió al recuento de libros, con coincidencias y disidencias. Ahora, a riesgo de aburrirlos con lo de siempre, les comparto la primera parte de mi lista.

1. Uno que leyó de una sentada. Niebla, de Miguel de Unamuno. Además, fue una lectura “en vivo”: al terminar cada capítulo, puse una frase notable en trinolandia.
2. Uno que se haya demorado mucho en leer. Terminado, la versión en inglés de David Copperfield, de Dickens. No me arrepiento, sigue pareciéndome un muy buen libro. Por terminar: Cien años de soledad, en el que nomás no avanzo, y El Maestro y Margarita, de Bulgakov, que se me sigue resistiendo.
3. Uno que sea un placer culposo. Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno, que además está disponible en Internet gratuitamente. Siempre me pone de buenas y me hace reflexionar.
4. Uno que le gusta a todos menos a usted. El país de las sombras largas, de Hans Ruesch. Sobre todo desde que supe que fue un invento después de ver una película.
5. Uno de viajes. Dos años de vacaciones, de Verne, o El señor de las Moscas, de William Golding. Muy entretenidos y parecidos, pero muy distintos.
6. Uno de un Nobel. El maravilloso viaje de Nils Hölgersson, de Selma Lagerlöf. Magia, aventuras, geografía e historia, según la edad del lector.
7. Uno muy divertido. Copyright, de Luis María Pescetti y Jorge Maronna. Me hizo reír, y me puso algunos libros más en la lista.
8. Uno para leer por fragmentos. La resistencia, de Ernesto Sábato. Con este libro rompí la regla (autoimpuesta) de no subrayar.
9. Uno con una excelente versión cinematográfica. El resplandor, de Stephen King. Stanley Kubrick + Jack Nicholson. Punto.
10. Uno con una pésima versión cinematográfica. El capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte. Como si a Peter Jackson le hubieran pedido hacer El Señor de los Anillos de Tolkien en una hora y media. Demuestra que Viggo Mortensen es capaz de hacer MUY malos papeles.
11. Uno que lo haya motivado a visitar algún lugar. El príncipe de los ladrones, de Cornelia Funke. Venecia no era más que otro destino turístico para mí hasta que lo vi a través de los ojos de un niño.
12. Una biografía. Sherlock Holmes de Baker Street, de W.S. Baring-Gould. No es cualquier cosa lograr que un personaje imaginario, aunque más real que muchos que no lo merecen, obtenga un tratamiento serio, original, divertido y adictivo a la vez.
13. El primer libro que leyó en su vida. Recuerdo varios, pero por nombrar uno solo, me quedo con El Principito, de Saint-Exupéry. Predecible, y qué.
14. Uno que haya odiado hace años y hoy admira. La Divina Comedia, de Dante. Me obligaron a leerlo en la escuela, resumido y en pésima traducción. Luego conseguí otra edición mucho mejor (el texto, porque el papel era casi de envolver tortillas) y más adelante por fin conocí el italiano original. Sigo maravillado.
15. Uno que haya amado hace años y del que hoy reniega. El lobo estepario, de Herman Hesse. Tanto como renegar, no; pero digamos que ahora prefiero lecturas distintas, a pesar de no olvidarlo. Otro que también, los Viajes al otro mundo: Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter, de H.P. Lovecraft. En aquel entonces lo leí por morbo, y ya no me impacta como antes. Será (o no) la edad.

Como siempre, son bienvenidos los comentarios. Pronto, el resto de la lista.

Categories
Corriente

Armonías

Durante un paseo al bosque cercano, los novicios se entretenían con el canto de las aves, y algunos intentaban imitarl0.

Aquella tarde todo fue silbidos y trinos, pero especialmente risas, ya que al cansarse los jóvenes, las aves redoblaban su gorjeo, y cuando los aprendices silbaban más alto, los pájaros enmudecían.

Al atardecer, ya sentados a la sombra, los muchachos preguntaron al viejo maestro por qué no había participado, y si era cierto que no sabía silbar.

Entonces Lou-Sin decidió emprender la marcha de vuelta al monasterio, y cuando se alejaba, los monjes (y los pájaros) lo escucharon cantar.

Categories
Corriente

Sólo porque leo

El interruptor encendido cuando aprendí a leer se quedó trabado, ojalá, para siempre. Las letras desfilan sin cesar con acompañamientos, y no sólo la música de Cri-Cri.

Un día, huyendo de extraños en la escuela, encontré un fichero alfabético. Lo abrí con curiosidad, y el profesor que vigilaba mis movimientos desde lejos dijo: Busca los datos de un libro que te guste, y podrás llevarlo a casa unos días. Cuando lo termines, tráelo para cambiar por otro, hasta que te canses.

¿Cansarme? Más bien quedé pasmado y febril, presa de la sed de letras. A cambio de una cartulina con foto tamaño infantil, devoré colecciones enteras. Conocí a Héctor Servadac, a Honorata de Van Guld y a Winnetou; supe que D’Artagnan y sus amigos tenían aventuras más largas y tenebrosas que la historia (adaptada para niños) que me cautivó cuando mi edad apenas llenaba un dígito. También deseé llamarme de otro modo cuando descubrí que un malvado llevaba mi nombre.

Esa biblioteca no existe hoy: fue absorbida, despojada y transformada en otra cosa por el paso de los años, los maestros y los lectores. El fichero, supongo, se alimenta de electrones, y los lectores no se registran a mano en una tarjeta de cartón. Pero las letras siguen.

Aún traen sorpresas, como que el creador del agente secreto más famoso del cine escribió también uno de los primeros cuentos que leí, sobre un loco inventor y su carcacha voladora. Continúa el asombro.

Tengo ojos, pero ahora sé que aprendí a explotarlos realmente mucho tiempo después de abrirlos por primera vez: eso es leer. A partir de allí, como dijo Borges (Jorge Luis), evolucionó un lector agradecido.

Mirar, ver y observar se conjuntaron gracias a las palabras, que así dejan sedimentos, haciendo menos soso mi seso, renglón tras renglón. Benditas sean.

Categories
Inspiración pura

La música maestra

O como diría Oscar Wilde: “Vivimos en la cloaca, pero algunos aún miramos las estrellas”. Gracias a Luna por la referencia, muy bienvenida en este lunes y siempre, para disipar las nubes con música y sonrisas.

Ópera ambulante embajadores

Categories
Corriente Explicaciones

Letras sin escalera

Cuando era niño, al visitar a amigos, familia o vecinos, mi primer impulso (que conservo, aunque procuro disimularlo) era buscar libros. Muchas veces encontraba una enciclopedia, un diccionario algo manoseado y tres títulos recurrentes: la Biblia, El Quijote y La Divina Comedia en formato grande “con estampas de Doré”, y ocasionalmente Arreola o Ibargüengoitia, eso sí, en una repisa alta, lejos de las manos infantiles.

Ambas cosas, la escasez y la inaccesibilidad, me parecían algo extraño e inexplicable porque aunque sabía que no todos los libros eran para niños, en casa no había prohibiciones directas; más bien, la curiosidad de leer recibía amplias y oportunas sugerencias. No sólo “cuentos”, como llamábamos a las historietas, comics o tebeos, sino también novelas y relatos en versiones completas o adaptadas.

Generalmente el día de Reyes llegaba algún nuevo personaje. Así aparecieron Tom Sawyer, El Principito, D’Artagnan, Dick Sand y Enrique Bottini, junto a Astérix y toda la pandilla de Quino, entre otros.

Con el aumento de estatura física y mental pude alcanzar poco a poco otros autores y personajes de repisas e ideas más altas: Sherlock Holmes, Nils Holgersson, El Lazarillo de Tormes y el tío Tom, así como Ivanhoe y Sancho Panza. Claro que hubo tropiezos, pesadillas y disgustos, pero la abundancia de buenas letras ahogó los malos recuerdos mientras ayudaba a crear un gusto propio.

El nuevo año invita a repasar la biblioteca que, tras doce meses de visitas, reacomodos,  despojos préstamos y una que otra aportación voluntaria, queda en evidente estado de caos, favorable a la ofrenda a las musas y para hacer espacio a nuevas páginas. Por eso pronto aparecerá el recuento-reseña de chancholecturas 2010; los esperamos con todo y sugerencias para la cacería de letras en el todavía flamante 2011.

SEGUNDO AVISO PARROQUIAL

Con esta noche de Reyes llegó mi nuevo turno en Escribidores y Literaturos, Aroma de año. Asómense si gustan; allá o acá son bienvenidos.

Categories
Corriente Marranadas

La escritura y el meme

Leer y escribir son dos aprendizajes que comparten tiempo e instrumentos. Tras el logro de expresar ideas nos asalta el deseo –casi la angustia– de evitar que desaparezcan.

La voz ante las letras que despertó al aprender a leer es irrenunciable, y el torrente de palabras que nace de ensayar la escritura es avasallador. Cuál tenga más resultados (o consecuencias) sobre el alma, la mente, el espíritu, la psique o como se llame la identidad personal del iniciado… es algo difícil de discernir.

La lectura vuelta impulso o desafío para escribir también es un misterio.

Ese fue el propósito de un “meme” atractivo hasta para varios que solemos renegar de ellos (no digo nombres). Además, la instigación-invitación proviene de Canalla,  alguien que sabe leer y escribir, y lo ejerce. Predica con el ejemplo, pues.

La orden del meme es ésta: Enuncie tres libros que obligaría a leer a un aspirante a escritor, con su porqué. Sin descifrar qué tiene más morbo gozo, el sadismo de obligar a leer un “arcano” o el masoquismo de lanzarse en pos de claves entre brumas mentales, he aquí mis marranas sugerencias.

1. Un diccionario. No importa (o también) si es el de la Academia o el Academia: aprender qué significan las palabras (y cómo se escriben) es tarea progresiva.

2. Otra lengua. Unamuno, dicen, aprendió danés para leer a Kierkegaard, aunque seguramente también a Andersen. Muchos escritores no pertenecen al espacio cultural de quien los lee… y suelen caer (desplomarse) en manos de traductores que no los respetan y menos los entienden. Hay magníficas excepciones, pero hallarlas puede ser complicado.

3. Otro género. Acercarme no sólo a lo que quiero aprender, sino a más: novela, cuento, poesía, teatro, cine, televisión, comic… La palabra sabe saltar, y es bueno aprender a seguirle el rastro.

Cuanto yo mismo escribí hace años me enseña en la relectura  cosas nuevas; lo que de otros me gustó, o no entendí, puedo redescubrirlo. En esto, la escritura (y la cocina, la pintura, la música y otras actividades) se parecen: para aprender es necesario acercarse, e intentar imitar, a quienes saben más. Lo más importante: practicar siempre.

Ah, el meme también dicta que debemos endilgarlo, digo, pasárselo a alguien más. Yo no lo haré, pero siempre son agradecibles las  lodosas sugerencias de todos los amigos y visitantes de este chiquero: leer para aprender (y a escribir, nada menos) tiene que ser bueno.

Misión cumplida, amigo Canalla. Ahora, a leer (más).

Categories
Corriente Marranadas

Libros para salvar del tiradero

El mes de junio, lleno de augurios casi tanto como mayo, tiene un ingrediente especial: el IV Gran Remate de Libros en el Auditorio Nacional (del 22 al 28 de junio).

Asistir a la cacería es ingresar al encierro de una jauría inmensa y descontrolada, cuyos cientos y cientos de zombis ignoran el tamaño de su hambre hasta que empiezan a tirar baba.

Allí, entre montones de libros que parecen iguales, yacen hallazgos de gambusino que deben ser apresados al estilo antiguo: primero una mirada de reojo que congela el paso; después, un doble parpadeo y mirada alrededor para verificar, no que ese libro sea lo que yo creo, sino que nadie haya descubierto mi cara de avidez.

Luego, el acercamiento espiral: tomar un libro cualquiera cercano al codiciado, y posar la mano simulando descuido mientras por último se reclama la presa.

Allí es cuando alguno de los vendedores (si es buen lector también, y no sólo cobrador) descubre al bibliómano, porque sólo para despistar se manosea Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor de Josefina Vázquez Mota cuando junto están, a precio rebajado (ojalá), John Kennedy Toole, Alejo Carpentier o Mario Benedetti, por ejemplo.

Tener presupuesto fijo u horario limitado es casi la única solución para no arruinarse, porque todo lector tiene autores consentidos o una creciente y semisecreta lista de compras. En la mía están, entre muchos otros, Marco A. Almazán (especialmente el Rediezcubrimiento de México) y Patricia Cox, ambos muy rescatables en este año de literatura bicentenaria, a quienes conozco, aprecio y persigo porque casi no los reeditan, y suelen ser buen regalo para mis amigos.

El éxito del safari es análogo al de los cazadores de fieras: sé que voy a encontrar piezas notables, siempre y cuando logre no ser devorado por las bestias descerebradas, ni “venadeado” por algún trampero con mala leche. Seguiremos informando.

Categories
Corriente

Larga Marcha

El sudor tibio desmiente las buenas condiciones que hacen posible esta carrera. Hay quienes dicen que está sobrevaluada, que es una presunción inútil, un arcaísmo. Yo continúo.

El mayor obstáculo suele ser ese: la opinión ajena. Muchos que en algún momento gozaron sobre la misma pista, luego abandonan ocultando a medias su alivio, y prometen nunca más dejarse atrapar por esta adrenalina.

Dicen que el terreno y los participantes han cambiado. Su defensa es que la tecnología resulta más atractiva que el método rupestre… y quizás sea cierto, pero aún hay sensaciones primarias no reemplazables, como bien lo sabemos unos cuantos. Sigo avanzando. Mientras, llegan más recuerdos, nuevas reflexiones y más obstáculos.

El entrenamiento cotidiano también distrae. Los movimientos, fluidos por repetición, casi pasan inadvertidos. Ese trance ayuda a recorrer grandes distancias en una superficie que sólo a veces obedece al clima para cambiar de soporte.

El tiempo escasea, pero no me doy cuenta porque todavía hay luz suficiente para ver lo que hago. El sudor hace rato no molesta, porque es inevitable.

Falta poco, aunque este último tramo es más prueba de resistencia que de velocidad. Ahora es cuando cualquier interrupción puede ser mortal.

Entonces, un mosquito me rompe la concentración precipitándose en mi ojo izquierdo: parpadeo haciendo juego con el atardecer, que oculta algunas cosas y resalta otras. Las sombras exigen paso libre, y los insectos buscan su comida. No quiero ser el plato principal, así que me retiro.

A pesar de todo,  aún es grato leer a la intemperie.

Categories
Corriente Happy-Happy Inspiración pura

Artes cruzadas: Olaf oye a Rachmaninof

Nana decía que algunas historias son importantes por lo que cuentan; otras, por quien las cuenta.

Esa frase, dicha en una tarde llena de sol y nubes caprichosas, me abordó hoy porque encontré en Internet uno de mis cuentos favoritos, que conocí gracias a Edmundo Valadés y su indispensable (ya desaparecida) revista El Cuento. En este relato se cruzan la literatura, la música y el mar.

La historia se llama Olaf oye a Rachmaninof, escrita por el noruego Cary Kerner, de quien nada más se sabe. El protagonista describe, de la única manera que sabe hacerlo, la presentación de un virtuoso, y al hacerlo invoca su propia magia.

Como acompañamiento, pueden escuchar, junto a Olaf, dos piezas del concierto, ambas de Beethoven: la Sonata 23, por Daniel Barenboim, y la Marcha Turca, en manos del mismísimo Rachmaninof. Todo sea por disipar el lunes.

Categories
Corriente Inspiración pura

Las voces indirectas

Sus nombres por poco me pasaron inadvertidos.

Eran –para mí– cuatro amigos, ahora muertos, que me abrieron la puerta de un panteón creciente e inagotable. Finito, porque todo lo que ocurre en este mundo tiene límite y pausa, pero no por eso aburrido.

Alfonso me presentó a Gilberto, quien me llevó por el camino irrenunciable del humor, la ironía y la buena mesa. Julio, contradictorio y enigmático, trajo consigo a Daniel y a Edgar, porque sabía que ellos y yo nos llevaríamos bien, y que me servirían de referencia tanto para la valentía ante lo desconocido como en el miedo a lo inminente. Octavio, casi por casualidad, invitó a Fernando. JorgeLuis, al final y con cierta desidia, trajo a Jack, aventurero y enamorado del aire libre, para darle color al bronceado de oficina. Luego insistió en que Julio (nada dijo entonces de Alfonso) conocía menos a Gilberto que él.

Cada uno me presentó amigos que hablaban con voces distintas, pero entonces no se me ocurrió preguntarles, ni me hacía falta saberlo, si además de hacer hablar a otros ellos tenían las propias.

Así fue como descubrí, tras vocablos prestados, a Alfonso Reyes, Julio Cortázar, Octavio Paz y Jorge Luis Borges, antes (o casi al mismo tiempo) de saber que esos tan buenos traductores de Chesterton, Defoe, Pessoa, London  y Poe supieron cultivar, con oficio insuperable, voces propias de resonancias inmortales.

Content Protected Using Blog Protector By: PcDrome.