Como la voz puede esconder insultos y traiciones, es necesario afilar tanto el ingenio como el mejor acero. Entonces y ahora no hay quien cuide mi espalda mejor que yo mismo, aunque nadie sea infalible.
El niño lector aprendió a descifrar las intrigas detrás de los modales cortesanos, aunque su propia indiferencia y frialdad fueran tan creíbles como inexistentes. Igual que sus personajes predilectos, cerró los puños ante aquello que veía pero no sabía, al menos entonces, remediar o suavizar.
Luego, la batalla. Antes de pelear, gritaba «¡Guerra y verrugas!», con un bramido formidable que hacía esconderse (por lo general bajo la cama) a todo enemigo, ya fueran monstruos, espíritus, piratas o alguaciles. Ahora, mi trabajo impone horario y condiciones para enfrentar oponentes más o menos precisos.
En los peores momentos de la lucha me serenaba mesando mi bigote. Hoy, cuando la jornada termina, repito ese movimiento ante el escritorio, y aunque es un verdadero bigote (o la sombra de una barba), no resulta igual de mágico que el de mis correrías bucaneras.
La satisfacción que daba contemplar un alfanje cubierto de sangre y cofres repletos de tesoros, aparece cuando termino una complicada revisión sin robarle horas al descanso o tengo tiempo suficiente para una cena entre amigos. Aunque temo no ser hoy tan veloz con la pluma como Almanegra es con la espada, puedo asegurar que sin duda soy uno de los más esforzados. El brillo de mi ojo (el que no está cubierto por un parche) es más fugaz, pero también más travieso. El adulto trabaja; el niño aún se burla del capitán Garfio.
Ahora mi patente de corso no reside en un pergamino, sino en libretas de papel reciclado y electrones viajeros. Aún existen molinos, villanos e intrigas, pero el adulto de hoy formuló hace tiempo, al tomar las armas, una divisa propia.
Huir de masas obtusas y evitar misas obsesas,
optando por las mesas, las mozas y las musas,
patronas para siempre de mis horas inconclusas.
Ante una hoja en blanco o tras la página impresa, armado de conocimientos y palabras, mi historia continúa al lado de Almanegra mientras avanza, sobre un caballo de imaginación, en el camino verdadero de los héroes.