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Corriente Happy-Happy

Espasmos

El encargado de la cosecha acudió a Lou-Sin para decirle en tono de confidencia que al terminar las tareas diarias, uno de los monjes, apartándose de los demás, se convulsionaba en una esquina del huerto. El maestro prometió tener en breve una conversación con el joven monje.

A la mañana siguiente, el discípulo no estaba en el grupo de quienes acudieron a desyerbar el jardín, y el hermano hortelano, algo inquieto, le preguntó al maestro por él.

Entonces Lou-Sin, en tono de confidencia, dijo: Aunque me gusta la música, yo tampoco sé bailar, y él ofreció ir al pueblo a buscar alguien para que nos enseñe.

Luego el maestro se alejó, silbando y convulsionándose, hacia una esquina del huerto.

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Corriente Disculpitas

Música porque sí

Hace algunos días, Lou-Sin festejó calladamente su aparición en este plano de la existencia. Y digo calladamente no sólo porque así es él, sino porque se nos olvidó que había asomado en cierta esquina (¿o era un rincón?) de blogolandia antes de presentarse oficialmente acá en la pocilga.

Cuando el personal amenazaba con las tradicionales mañanitas, el maestro pidió que mejor le pusieran esta canción. Quizás porque ya nos ha oído cantar.

Joe Cocker: The Simple Things

 

 

 

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Corriente Happy-Happy

Escondidas

Los discípulos le pidieron al maestro una reflexión sobre la felicidad, con la súplica de que no fuera un deseo, sino una certeza para acompañarlos a lo largo de la vida.

Lou-Sin pensó un momento, y antes de retirarse dijo:

Lo más importante para ser feliz no es buscar la felicidad, sino reconocerla.

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Corriente

Asueto

muso_soseki_3_wikimediacommonsUn exitoso comerciante del pueblo invitó a los monjes a pasar el día junto a un lago cercano, y envió como guías y escolta a sus dos hijos, casi adolescentes, mientras él terminaba sus quehaceres.

Más tarde, el anfitrión encontró a varios monjes braceando en reñida competencia con el mayor de sus hijos; los demás, sin dejar de vitorear a los nadadores, reían alrededor de Lou-Sin, quien trazaba figuras en la arena de la orilla aconsejado por otro niño.

Al ver llegar a su padre, los niños callaron de pronto, con los ojos brillantes, luchando por contenerse.

Los monjes saludaron a su anfitrión, que balbuceaba una disculpa cuando Lou-Sin dijo:

Gracias por esto; el juego y la diversión también requieren buenos maestros.

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Corriente

Provisiones

muso_soseki_3_wikimediacommonsAl saber que se había agotado el combustible en el monasterio, un joven leñador se ofreció a ir al bosque vecino en compañía de un monje veterano, encargado habitual de esa tarea.

En el camino, el monje propuso juntar ramas y desarraigar tocones con un azadón,  que aunque les exigiera mucho tiempo o varias visitas, era lo que siempre había hecho. El leñador repuso que era mejor idea emplear  el hacha en uno o dos troncos, para  abastecer al monasterio de una vez y dejar que los árboles jóvenes crecieran más.

Cada uno de ellos sostenía su punto de vista con energía, y dándose cuenta de que no podrían convencer al otro, decidieron acudir al maestro para resolver la discusión.

Lou-Sin escuchó atentamente a uno y a otro, y finalmente dijo: Lo importante es que el fuego no se extinga.

Entonces los dos comprendieron que, para hacer bien su trabajo, era más necesario aprender juntos que demostrar quién tiene la razón.

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Corriente

Pasos

Uno de los discípulos tenía dificultades para los ejercicios de meditación, y acudió a Lou-Sin en busca de consejo.

El anciano monje le dijo: Antes de meditar, sueña; después de meditar, ríe.

Está bien, maestro; –repuso el aprendiz– pero ¿qué hago durante la meditación?

Entonces Lou-Sin le contestó: Medita, hasta bostezar.

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Corriente

Tirabuzones

Lou-Sin parecía muy pensativo.

Cuando le preguntaron qué lo agobiaba, dijo: Si un árbol es derribado en un bosque habitado por mariposas, tal vez cayó gracias a ellas, cuyas alas suenan como una mano cuando aplaude. Aunque no haya nadie para escucharlo.

Desde aquel día los monjes creen que el maestro Lou-Sin intenta tomarles el pelo. Por eso todos son calvos.

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Corriente Explicaciones Marranadas

Fluir

muso_soseki_3_wikimediacommonsDos monjes conversaban en voz baja junto al estanque del monasterio, donde llenaban de agua sendas tinajas.

Uno de ellos preguntó: Maestro, si cuando yo no esté vendrá otro monje como yo a hacer lo mismo, ¿de qué me sirvió? ¿Hay algo después de esta vida?

Lou-Sin le contestó: el agua que recoges hoy te sirve para vivir ahora. Cuando llegue lo que viene después, lo sabrás. Y cuando lo sepas, ya no tendrá importancia.

—–

DOS AVISOS PARROQUIALES DOS:

1. Este post va dedicado a David Carradine (1936-2009), in memoriam. Descansa en paz, pequeño saltamontes: tú ya sabes.

2. Todos los lectores, visitantes y contertulios de este cochinero están invitados a pasar lista VIP (Varios Invitados de la Pocilga) el próximo domingo.  Acá los espero (más bien allá) en compañia de algunas notorias personalidades de blogolandia… entre ellas, me honra decirlo, dos inimitables damas de esta granja, a quienes tendré la alegría de escoltar, si se dejan. Atuendo de gala opcional. (Ojo: Lo opcional es la gala, no el atuendo).

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Corriente Inspiración pura

Cenizas

muso_soseki_3_wikimediacommonsAquella noche, los monjes meditaban en el patio, alrededor de unas cuantas brasas.

Uno de ellos removió las cenizas para avivar los rescoldos y encender una carga de ramas, que los otros dejaban caer poco a poco. Entre crujidos y chispas algunos se alejaron, para no incendiar sus  hábitos.

Entonces el maestro Lou-Sin sacó un malvavisco del manto, se acercó al fuego para tostarlo y dijo: La alegría, el conocimiento y el consuelo son chispas de luz. Si no se mueven, se extinguen; sin contagio, se apagan.

Uno de los aprendices le preguntó: Maestro, ¿y el malvavisco?

Lou-Sin le contestó: No tiene significado espiritual, pero sabe muy bien.  Y se lo comió con gesto pícaro.

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Corriente Inspiración pura

Caminantes

muso_soseki_3_wikimediacommonsAl atardecer, el maestro Lou-Sin y sus discípulos volvían al monasterio. Alguno tropezó en la semioscuridad; otro, extraviado, dio voces para encontrar a sus compañeros. Finalmente, todos llegaron a su destino en plena noche.

Mientras acomodaban la leña recolectada para hacer una fogata, uno de los monjes dijo: Maestro, ¿por qué no encendimos antorchas en el bosque?

Lou-Sin le respondió:

En el camino de la vida, las distracciones y las dificultades, como la oscuridad, no siempre avisan, pero siempre llegan.  Por eso es necesario confiar y pedir ayuda: aunque el camino está allí para todos, quien lo recorre por su cuenta y en silencio puede perderse, aunque tenga un poco de luz, y para quien camina en compañía, el camino es más amable aunque esté obscuro.

Lo mejor es que quienes saben guardar leña pueden compartir juntos un fuego y un calor que no harán olvidar el camino recorrido, pero seguramente  alcanzarán para toda la noche.

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