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Corriente

Si el diablo viste en Prada, Dios come chocolates.

*Ahem*

Permítanme presentarles a un amigo que estando en medio de una fase catártica en su vida, se ha liberado de muchas ataduras.
Y rompo el silencio porque creo firmemente que  con que uno solo se salve, ya la hicimos. Por eso, ando por las calles tomando manos, escuchando pláticas, regresando sonrisas… y cuando se trata de una amigo, hasta me veo abusador usando este cotizadísimo foro.

En fin, queridos lectores, les dejo a Rodrigo; alma indómita que escribe desde algún lugar del mundo, pero siempre siempre con las tripas por delante.

Alberto

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Antes de comenzar:
Este relato es para mi primo, Víctor, quien me enseñó que escribir la vida puede transformarla en cuento.

Esta historia trata de un par de zapatos que se convirtió en una caja de chocolates; de una sesión de compras que terminó en terapia afectiva; de un diablo con ojos bondadosos y de los 400 euros que siguen en mi cuenta bancaria pero que, de alguna manera, me pagaron una nueva amistad…

Alguien que no me interesa conocer escribió que “el diablo viste de Prada”. Fácil como fórmula, pero es en una de esas tiendas que me he encontrado un ángel con un par de inmensos ojos azules el cual, con una simple caricia de sus alas, aligeró la carga de mis penas, y esto sin tocar un céntimo de mi cartera…

Hay días así: La vida amorosa se derrumba, la salud se deteriora poco a poco sin poder hacer nada y la moral está por los suelos. Lo extraordinario es que no se ve al exterior porque la disfrazamos de artificio y, como dicen los franceses, porque “comemos carne de vaca rabiosa” ( ¡esto es divertido como imagen!)… Poco importa que no se vean; la pena, el dolor y la angustia de cómo saldremos adelante están allí, presentes y tangibles.

Es martes. Mi jefe me pregunta si no quiero salir a comer en las cercanías de Saint Germain des Près. Cuestión de olvidar, si es posible y sólo por unos minutos, los problemas que me agobian. Un cáncer del pulmón, cuando uno no es fumador no parece ser algo justo ni agradable, pero la vida es así, injusta y a veces desagradable.
La comida se pasa bien, pero no dejo de observar a la gente en la calle y me pregunto si están tan bien como se ven… quiero decir, si la moral, la salud o que se yo se reflejan realmente en sus rostros… Hay algún mal que los corroe sin que podamos verlo? Uno nunca sabe a quién tiene enfrente, aún cuando llevemos años de conocerle.

Una vez la comida terminada, después de una “créme brulèe” y varios cafés, decidimos regresar al taller. Es aquí que de repente me encuentro frente a la tienda Prada, y allí veo el par de zapatos más banal que jamás haya visto. Un par de mocasines negros con una hebilla plateada bastante parecidos a los que usaba mi padre en los años setenta. Pero cuando descubro el precio me digo a mi mismo “¡400 euros! Esto debe de curar el cáncer!”, y este pensamiento hace su camino a mi subconsciente, el cual no tiene ganas de molestarse analizando la información recibida y la pasa de nuevo al consciente, el cual la procesa, pero en primer grado: Comprar margaritas para el ánimo.

Cuando mi jefe se da cuenta de que me dirijo hacia la puerta de la tienda, jalándome por el brazo me pregunta que a donde voy. “A comprar esos zapatos…”
Aquí comienza la lucha entre sí y no, razón y sentimiento, lógica e idiotez. Al final él se da por vencido, no sin antes decirme “No estoy de acuerdo. No es ese par de zapatos de abuelo que te van a sacar de la mierda!”. Poco importa, tengo el dinero, y la tarjeta V… Premier solo desea serme útil.

Entro a la tienda e inmediatamente soy abordado por una criatura de rostro pálido, labios y mejillas rosados, y ese par de ojos… ¡Un ángel! “¿Puedo ayudarlo en algo?” me pregunta con una voz algo infantil y llena de amabilidad. Le explico que quiero los dichosos zapatos en mi talla.
Me pide sentarme mientras ella va a buscarlos. Eficaz, la chica me trae los zapatos en menos que lo estoy diciendo y al ponérmelos en los pies me enfrento a otra triste realidad: No me siento mal, ni mejor, al menos no aún. Y lo peor es que los zapatos… no los siento. Es decir que no me aprietan ni me quedan flojos.

Me van de maravilla.

Este es el momento en que todo lo que puedo sentir dentro de bueno o malo se apretuja dentro de mi cerebro tratando de salir al mismo tiempo y… Comienzo a derramar lágrimas a las que no recuerdo haber llamado. La vendedora me pregunta si me siento bien “ça va!” , pero el llanto continua. “Voy a buscarle un vaso con agua”.

Bebo el agua de un solo golpe y trato de parecer alguien cuerdo, pues soy alguien cuerdo, ¿o no es así? “No son los zapatos lo que arreglará sus problemas. Usted no quiere esos zapatos, ¡ni siquiera los necesita! Porqué no prueba comprar chocolates, son más baratos…” En ese momento la observo y, no se si serian las lagrimas o la luz de la calle detrás de su silueta que me la hacen ver irreal, luminosa y etérea. “Ahora vuelvo, creo que tengo una idea” Y la acción siguiendo a la palabra la veo desaparecer detrás de una puerta.
Un instante después la veo reaparecer con una bolsa de compras con el logo de la tienda impreso. “Tenga, creo que esto podrá ayudarnos. Creo que es el simple hecho de salir con un bolso de la tienda que nos hace sentir mejor”, y diciéndome esto me ofrece una de las más bellas sonrisas que me haya sido jamás regalada.

Salgo de la tienda con mis lentes de sol ( que nadie vea que he tenido la humana debilidad de llorar) y el bolso en la mano. Mi jefe que me espera en la esquina me observa de manera severa “Algo tenias que comprar” Le entrego el bolso y al abrirlo se da cuenta de que hay dos catálogos y… ¡¡Un chocolate!! “¿Y esto?” me pregunta sorprendido. No respondo y tomo el chocolate. Lo pongo dentro de mi boca y lo dejo fundir por lo que me parece una eternidad, saboreando cada instante, dejando que el placer tome el lugar de la inquietud, embriagándome con el sabor del cacao y… Comienzo a reír, ¡sin poder explicarme el porqué! Esto no era un chocolate sino un bálsamo para curar el alma…

Realmente esta niña sabía lo que decía. Aún si ese chocolate no cambió el rumbo de mi vida y si mi problema no está solucionado, ¡que bien me he sentido! Y todo esto a un precio razonable (¡cero euros!) y sin la “cruda” moral del día siguiente cuando uno se arrepiente del dinero mal gastado… Y cómo olvidar ese momento de lujo auténtico cuando, saliendo de la tienda sin haber gastado un céntimo, lucia orgulloso en el extremo de mi mano un bolso de compras con las siglas Prada.

Originalmente publicado en sesolibre y republicado en http://dobleexpresso.blogspot.com/

By Alberto

Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.

Claro, es de Huidibro.

19 replies on “Si el diablo viste en Prada, Dios come chocolates.”

Ivanius

Auch, quedé fascinada… fascinada. Por razones que no viene al caso comentar aquí (y que hasta me han dado ganas de hilvanar en un relato divagante de esos que acostumbro), tu historia, escrita para otra persona, me tocó muy de cerca. Es cierto unos zapatos de 400 euros no nos harán sentir mejor (al contrario, es posible que al llegar el estado de cuenta… nos sintamos peor), pero a veces (y espero no sonar como esos “animadores” que tanto detesto, tipo M.A. Cornejo), la mirada de alguien, lo que encontramos en ella, logra que literalmente sintamos que estamos levitando.

Lo anterior sin menoscabo de que un buen chocolate amargo (Lindt Excellence 90% cacao, que vale cada caloría) puede obrar milagros en nuestro estado de ánimo (claro que el milagro puede durar menos de lo que los efectos del chocolate en nuestro derrière, pero esa es otra historia)

Abrazos chocolatosos

Alberto

Ups en lugar de Ivanius, debí decir Alberto (usted perdone, me quedé salivando por el chocolate lindt), pero al final de cuentas… todos los chanchitos de esta “pocilga” son como una gran familia, qué no?

Saludos y abrazos igual

Si compráramos siempre que estamos deprimidos, creo que los comercios estarían en jauja.
De por si, creo a muchas mujeres es lo que nos levanta el ánimo, aunque lleguemos y dejemos el objeto comprado olvidado en algún lado, sin siquiera estrenarlo, es un trofeo solamente.

Y los chocolates, delicia de delicias, el único remedio para todo tipo de males, hasta para el cáncer de pulmón ó del Parkinson.

Saludos Alberto. 🙂

¿La vida es injusta y desagradable? No lo creo.

…. Mínimo Rodrigo tiene el dinero plástico suficiente para comprarse unos zapatos de esos, yo no tengo ni un quinto jajaja.

Una vez vi en un aparador unos papos Coco Chanel… mmmm, encantadores, realmente encantadores… entré y pregunté el precio… 15 mil devaluados pesos mexicanos…. yo traté de sonreír y no mostrar mi lado pueblerino y salir huyendo amarrándome las trenzas, y dije con un tono despectivo “Mmmm bueno, muchas gracias.” y emprendí la graciosa huída.

… al fin y al cabo, aunque la mona se vista de seda… snif snif.

Saludos!

Ash Marichuy, ahora que habla del Lindt, me dan ganas de tomar el siguiente avión a Madrí, bajar, tomar el metro, y ahí en la puerta del sol llegarle al Liverpúl, digo, Corte Inglés y comprarme dos barras del mentado manjar.
Y tomar el metro a Barajas, mi avión de regreso pero ahora disfrutando el chocolate.
Lento, así como el personaje -personajazo- del relato.

Y bajando, envuelto en lágrimas, pedir otro billete de vuelta para volver a Madrí, ir al Corte Inglés, y comprar dos barras del mentado manjar.
Para regresar en metro a Barajas, tomar mi avión de regreso pero disfrutando el manjar, y bajando cubierto en lágrimas…
Así.

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Oiga Malquerida, y ¿usted qué compra?
¿zapatos?
¿hombres?
No sé, a cada cual sus gustos. O cómo.

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A ver, señorita Jo.
O leidi Jo; como quiera que le diga.
Efectivamente es un regalo, para los queridos lectores de la pocilga, que me imagino habrá más de uno amante del chocolate así como el escribano-personaje que nos engalanó hoy.
Ande, le regalo una exótica de chocolate para que se le endulce la vida.
Abrazo con lodo.

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Where they cry is the muertt.
O cómo Jess.
Qué se me hace que usted es de las chicas acá que usan lúi vutón hasta en el llaverito de las llaves del candado y dice que las trenzas y no se qué.
Y si las fotos que usté ha puesto por ahí son suyas de usté de a deveras, mona si está; pero no primate, más bien quiuti.
Saludos

Y por cieeerto,
ya le dije a mi carnal que venga a apersonarse por acá, a agradecer tan finérrimas atenciones del respetable; que no se haga del rogar, no se agarre las trenzas y nos venga a enchocolatar -a manera de regalo envuelto en celophán de farmacia- la existencia con sus escritos. En francés, inglés o l que quiera.
O cómo.

A ver, Roy; que te estamos esperando.

y decir que a los seis años mi maistra me pegó un cinco por mi primera redacción: la pelota es redonda y rebota. algo simple, pero lleno de verdad.

creo que aùn mejor que el chocolate, es el saber que somos comprendidos. desde aquel entonces muchas cosas han cambiado, comenzando por la colección prada, y por el estado de mis pulmones que están en buen estado, lo que me ha permitido bajar la dosis de orangettes de la maison du chocolat.

y jo, sí, la vida es injusta, porque mientras yo puedo pagarme un par de zapatos, hay niños que mueren de hambre y paises enteros atacados por la pobreza y la enfermedad. desagradable? creo que la palabra “aveces” viene a matizar la frase. pero esto no me impide de creér que la felicidad no es una destinación, sino un viaje…

y quiero contarles que un mes màs tarde pasè a la misma tienda a dejar un regalo a la chica en cuestión. la habian echado del trabajo. cuando digo que la vida es injusta!

Alberto ¿y para qué va tan lejos (no sé dónde viva), oiga? El Lindt Exellance (que está hecho en Francia) lo venden en los supermercados mexicanos como Superama y La Comer, en Liverpool (en el almacén de Insurgentes Sur, Perisur, Polanco, etc). Digo yo, sale más barato, jeje.

Saludos

jo, perdon por el error, debi de haber escrito jess. pero si queria agradecer el cumplido. en verdad no soy un regalo y alberto es testigo. gracias por tomar el tiempo de leerme.

Gran relato, con más de un motivo para reflexionar, especialmente para los viajeros en modalidad Julio Verne como este que escribe. Gracias por participar, Rodrigo. Bienvenido.

Ahora me voy a buscar un chocolate. Aunque esté a dieta, algo con 90% de cacao sirve hasta para ahuyentar dementores nada imaginarios. Saludos.

buen chocolate 90%! y que importa la lonja, que lo bailado no hay quien te lo quite! más vale engordar con lo bueno que enflacar con lo malo! un abrazote y a otras historias maestro!

La experiencia me ha enseñado que el hombre que vive, sueña lo que es hasta despertar, a veces con los pies en la tierra pero otras, de la manera mas ruda que hay… Y estando en este mundo tan singular, uno se encuentra con estos angeles… Quienes te hacen ver la vida de otro modo y te enseñan como se puede sacar un clavo con otro, en pocas palabras, a soñar de nuevo. Haciendote un pequeño bien que a los ojos de otros se convierte en algo divino y de lo mas bello, un frenesí…

Soy chocohólica. Pero eso, aunque venga al caso no es lo que quería decir…

Don Alberto, ¡qué séntido relato nos trae hoy! Gracias, Rodrigo por hacer de un instante de la vida un momento perdurable en la memoria. Estas son las cosas que hacen que la vida valga la pena a cada momento… Todo fuera tan hermoso como encontrar un par de ojos al buscar unos zapatos y acabar sonriendo y comiendo un chocolate. Aplausos y chapeau! Chanchibesos mil, pero con centro de trufa (y yo, babeando, ustedes perdonarán).

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