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Corriente

Flexiones

Uno de los novicios se acercó al maestro para preguntarle si era cierto que la senda de la contemplación exigía olvidar los sentimientos para lograr la perfección.

El anciano monje pidió a su discípulo que le contara quiénes eran sus padres y cómo era la vida en el remoto país donde había nacido.

Conversaron largo rato sobre las experiencias de cada uno dentro y fuera del monasterio, y al final, mientras el joven discípulo saboreaba sus recuerdos, Lou-Sin sonrió y le dijo:

Ahora sabes que el corazón es más elástico que irrompible, aunque sólo haya una manera de aprenderlo.

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Corriente

El árbol que cae

Querida Kitty:

Tu libro lo leí poco antes de llegar a la edad en que Ana lo escribió, y me llamó la atención porque muchos de los encierros que describía no eran entonces imaginables.

Hoy parece que estamos rodeados de jaulas medio invisibles que aparecen como conjuradas y esperan una presa cualquiera. No importa su tamaño, ni lo que puedan obtener. La oportunidad de poner a prueba su fuerza parece ser lo único válido.

Al salir a la calle, a veces creo que la esperanza se resiste a remontar el vuelo, y se transmite solamente de mano en mano y casi en voz baja. Los días parecen largos y escasean las sonrisas.

Así lo contaba Ana antes de asomarse a mirar su árbol, que enfrentó a las plagas y a los hombres para enviar sonrisas tras las paredes del Anexo.

“Desde mi lugar favorito miro al cielo azul, al castaño con sus ramas llenas de gotas plateadas, y a las gaviotas y pájaros que se deslizan en el viento”.

Hace un par de días me enteré de que el castaño ha caído, y recordé otro árbol, a muchos años y kilómetros de distancia, también lleno de gotas plateadas, a pesar de la rapiña constante de los pájaros, que hasta el último día visitaron su silueta entrecalva.

No me gusta el tremendismo, y lo sabes. Por eso, a pesar de que el cielo está nublado, usaré los ojos para buscar esas plateadas gotas de esperanza. No en el árbol de Ana o el de mi recuerdo, sino un poco más a ras del suelo, de mano en mano, y de mirada en mirada.

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Corriente

Calabazas sin ratones

Llegó mi turno de agosto para asomarme a Escribidores y Literaturos. Esta vez, con la historia de una noche de verano.

“Querida Cenicienta”. La magia acaba al terminar la música de las campanas.

AVISO PARROQUIAL

Las votaciones para el Primer Concurso del Diario de la Pelusa, inspirado en Sei Shonagon y el Libro de Cabecera, finalizan este domingo. Leer listas puede ser una ocupación divertida, y votar por sus favoritos, también. Mi participación en el concurso es el post anterior a éste.

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Corriente Happy-Happy

Breve historia en placeres fugaces

Escribir “para leer algo que antes no haya leído nadie” (Hemingway).

Reír con los ojos abiertos.

Soñar sin esperar a la noche.

Experimentar con una receta de cocina.

Ver una película sin pedir opiniones.

Contar un cuento favorito en público.

No elegir entre la zorra y la rosa.

Abrir un buen vino y no saborearlo sólo en la copa.

Usar cinco, seis o siete letras para decir tu nombre… antes de que amanezca.

(Para el concurso del imprescindible Diario de la Pelusa, y en recuerdo de otra lista de placeres fugaces allá en los inicios de la pocilga)

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Corriente Joy-Joy Marranadas

Hay días así

Mientras intentamos reanudar la programación habitual, un vistazo tras bambalinas para recordar cómo fue esto de preparar los posts del aniversario cabalístico en medio de la realidad: una tarea gozosa y algo desordenada… pero profesional. Disfruten.

Popcorn Recipes with The Swedish Chef

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Disculpitas Explicaciones Marranadas

Los 300 (II)

I. Brisas, brasas y balsas.

Llámenme Ivanius. Hace unos años –no importa cuánto exactamente–, con poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte cibernética del mundo. A veces sirve para echar fuera la melancolía y arreglar la circulación con carcajadas. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un nuevo temporal húmedo y lloviznoso; cada vez que me encuentro pasmado sin querer ante las cuartillas y los discursos; y, especialmente, cada vez que la estulticia me acosa de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación a derribar metódicamente el sombrero (es un decir) a los transeúntes, entonces entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda.

II. No fue un viaje submarino.

Fue notable el año 2008 por un acontecimiento singular, un fenómeno no explicado ni explicable, olvidado por muchos, pero para algunos recordado. Prescindiendo de los rumores que agitaban las poblaciones de blogespot y jeocitis, acudió en buena hora mucha gente de tierra y de mar. Los visitantes, lectores, damas y capitanes de sus propias naves, comarcas, rincones y dominios, de Europa y América, expertos en diversos oficios y actividades disímbolas, se ocuparon en alto grado del hecho a que nos referimos. En efecto, hacía algún tiempo habían encontrado en el ciberespacio una cosa, un objeto choncho, cuiniforme, a veces fosforescente, infinitamente más basto y más rápido que una ballena en tierra firme. Los hechos relativos a esta aparición, consignados en diferentes bitácoras, estaban con bastante exactitud de acuerdo sobre la estructura del objeto o del ser en cuestión, la vulgaridad impredecible de sus movimientos, la potencia sorpresiva de su locura y la risa particular de que parecía dotado.

III. Pero resultó.

En el principio había ideas. Las ideas estaban en desorden, algunas vivían sólo en la mente, otras formaban tropel en múltiples libretas, y sin saberlo, el espíritu Chancho se movía sobre ellas. Entonces, a un lugar dentro de la mancha urbana acudieron a tomar café no ha mucho tiempo dos digámosles hidalgos de ánimo bullanguero, amistad tirando a antigua, risa franca y gusto por la diversión. Cada uno tenía en su casa ideas distintas, pero dijeron: Sea. Así hubo pocilga, un lugar dónde separar el lodo sabio de la mala yerba. Y vieron los dos que era bueno.

IV. Ahora, lo que viene.

Muchos se han imaginado granjas y pocilgas que nadie ha visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien abandona lo que  hace por lo que se le antoja hacer, aprende a veces que en la risa no está su ruina sino su preservación: porque un hombre que quiera hacer en todos los puntos profesión de bueno, cava su propia fosa entre tantos que no lo son. Por todo ello un príncipe, si se quiere mantener, debe aprender a ser un poco cuino y usar o no usar de esta capacidad según lo necesite.

V. Un día como hoy…

Hace mucho, mucho tiempo, un joven grumete comenzó su camino de letras, aventuras y trincheras…

Para conmemorar su inicio en la piratería, el hoy Almanegra le pidió a Lou-Sin un poco de música. El maestro decidió buscar una canción digna de la efeméride y los involucrados… porque si los monjes no siempre bailan, sí saben cantar. Hela aquí, dedicada también a quienes hoy comparten ese aniversario y otras letras, que continúan su camino en este espacio. Con el perdón de Verne, Maquiavelo, Cervantes, Melville y algunos más.

Gracias a todos, y sigamos adelante.

Ivanius.

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Corriente Disculpitas Explicaciones

Los 300 (I)

Esto lo debo hace mucho.

Y es que deber siempre es así. Uno queda que yes, que a huevo, “al rato te lo mando”…  “En la tarde”… Y al final pasa lo de siempre; entrego al cuarto para la hora. En la posición más incómoda. Cuando menos tiempo hay.

Dije (a alguien por ahí) que “claro, a huevo que me interesaría escribir en tu blog”.

A alguien más: “ashh… Yo encantado de entrarle a su concurso de usted, señorita, faltaba más”.

Y para otro alguien tuve un: “te lo mando en la tarde. Ya.”

Y heme aquí, en el commuting de la vida tratando de hilvanar las ideas.

A ver, alguien por ahí, ai te va:

I. El mundial de futból.

Eran las seis de la mañana. Chinche noche de flashismos e ilusiones perdidas. “Bueno, al menos le vamos a patear el culo a los gringos esta mañana”.
Gran expectación, ¿eh? Se sentía en el aire… Pinches gringos, nos la van a pelar.
¿Te acuerdas de los letreritos pedorros de la serie aquella de los 60? Batman, creo.
Pues así. ¡Biff! ¡Pum! ¡Pam! ¡Zock!
Fuera. A la chingada.
Aquí podría decir que después de la derrota del combinado nacional de futból estuve postrado día y noche durante dos semanas, sin querer probar alimento.. Pero nel. No fue así.

Solamente me quedó un malestar, entre estomacal y anímico. Ni las frases inspiradoras del perro Bermúdez y Nacho Trelles podían consolarme; habíamos perdido, chingado.

Yo volteaba a ver a mis compañeros de desvelada, tratando de hacer eco de mis sentimientos, pero el único eco que había, era el de sus ronquidos contra la pared. Perdimos. Otra vez. Y con los pínches gringos. Bua.
Sí estuve sentado un buen rato, tratando de dormir. Pero de pinche necio no apagué la tele y me quedé viendo a una bola de pendejos que estaban “festejando” en el Ángel. Y que me llega un pensamiento: “güey… Voy a tener 32 el próximo mundial… Y el que le sigue, 36. Y el que le sigue…”

Güey.
El paso del tiempo.
Así pasa el tiempo, y los entrenadores. Y las promesas. Y los jugadores. Y los cracks. Y las ilusiones de la banda.
Por eso, ahora, 8 años después, a mis 36, decidí hacer una marranada. Bueno, dos.

La primera fue algo que me trajo varias enemistades no bien lo anuncié: “van 10mil varos a que la selec no pasa a la siguiente ronda”.
Yyyyyy no faltó quien, aunque teniendo ganas, supo del riesgo enorme que significaba entrarle. Ni el más pinche fan le atoró así de primera instancia. Ya estaba pensando bajar la apuesta, cuando brinca un caballero fulgurante y que grita: “¡VA!”.
Hoy, evidentemente todos sabemos que lo que fue, resultó mi lana.
O la promesa. Sirva este escrito pa decirle al caballero este que no tema, esa lana le cae este año, dios mediante. Ánimo.

La segunda; apostar en otro evento, con otra banda, y con ese alguien que comento en primera instancia, a favor de la famosa selec.
Ya para no hacerla tanto de pedo, quedé casiempates. Sí perdí, por pendejo, evidentemente; por haber blasfemado y pensar que los próceres de la patria, esa selec del “ya ni pedo” se quedarían en la primera ronda.

II. Listeando.

Y esta parte es para usté, alguien más; pa que vea que maratónica, pero corta, presento mi lista. Si esta fuese un toro de lidia podría decirse: “medio huangona de ánimo, muy trabajadita, descolorida y pali-abierta. Más bien pazguata, pero con el trapío propio de la ganadería”.
Trapío es lo que sobra, tiempo no. Así que voy directo al

III. CCC o lo que es lo mismo…

Fiesta.

Ya saben, queridos panas en la marranada, que este espacio siempre ha sido una excusa para el festejo, el jolgorio, y el oropel chipocludo.
A las primeras de cambio, nos ponemos el esmoquin, salimos buscando el encore con lágrimas en los ojos, acomodándonos la cola del jaqcuet, y sonriendo a los reflectores con las notas de fondo del “TA RA RA RAAAAAAA – RA RA RA RAAAAAAAAA que a mí ha llegaaaAadoOoo…”.

Primero fueron cien.

Ahí la dupla, bien acomodada y aceitada, planeaba apoderarse del mundo una y otra vez. Al ritmo de la mesa que más aplauda, o la de los dodos, o La Polonesa, o el capítulo del hombre del sombrero verde, todo lucía quite fine, you know?

Y a los doscientos… llegamos.
Y digo llegamos, porque si esta carreta se sigue moviendo no es por lo que este su seguro servidor haya hecho o deshecho del 101 al 200.

De las tres centenas, ya ni hablamos.

Hoy, soy un invitado solamente.

Es extraño. Volver a ver estos muebles, estas paredes. Oír los gritos en la cocina cuando destazan al primo o a la tía (marranos por supuesto) bañarme en este lodo… y de repente, eso: el sentimiento de ser un invitado en casa.

No es secreto que el embrujo de los 130 caracteres ha tomado por asalto mi cerebro y como siempre me pasa, me terminó pasando: no quería entrarle, me ha encantado, después me he vuelto junky y más allá… para al final convencerme de que perdí el tiempo miserablemente y ese, mis queridos carnales, como las golondrinas, no volverá.

Ahora, desde el cajón de los recuerdos, levantamos la cabeza (el bloguismo, el tuiter, el blog y yo) para felicitar primero, al rey de esta pocilga *Alberto se inclina y hace una genuflexión arrastradíssssima* pero más más más, a ustedes, su público querido, quienes han tenido el placer y el privilegio de ver cómo ha explotado su talento.

Y aitá. Lo que les decía, siempre terminamos bañados en lágrimas, haciendo el “corto-corto-laaargo” y caminando al ritmo de Ray Coniff en un escenario ahulado, bien brillosito, mientras Raúl Velasco dice “Aún hay más” y unas chavas vestidas como de Tico-Tico bailan moviendo las caderas.

Bueno. Felicidades.

“Escrito con los pulgares”
Alberto

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