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Corriente

Horizontes

Un hombre se acercó al maestro, para preguntarle si hacerse monje le ayudaría a dejar atrás su pasado.

Si es así –le dijo– ¿qué significado tendrá todo lo que me hicieron y lo que yo hice antes de llegar aquí?

Lou-Sin, sonriendo, respondió: Cada instante es cuenta nueva; tu tarea es nombrarlo rencor o aprendizaje.

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Corriente Explicaciones Marranadas

Ágatha y las chancholibretas

Querida Mrs. Mallowan:

Hace unos días decidí releer pronto alguna de sus famosas novelas, con el pretexto de haber encontrado un libro sobre sus métodos de dispersión mental investigación y descubrir que guardan cierta semejanza con los de quien esto escribe, aun cuando mi caligrafía es mucho menos elegante.

Seguramente nuestra querida Miss Marple sería la única con suficiente paciencia para desenredar tales madejas de ideas; después de todo, el encanto de las libretas es precisamente su disposición a recibir casi cualquier cosa, desde la puntuación de un juego de cartas hasta la receta de una pócima.

Junto al recorte de una revista, es posible encontrar algún recado personal, la letra de alguna canción, un poema u otra nota que seguramente Poirot tacharía de insensatez (la imaginación, Monsieur, también emplea pequeñas células grises). Los dibujos de sus apuntes harán las delicias de cualquier futuro antropólogo… mientras los míos, siento decirlo, le provocarían hilaridad a Jacob Marley.

Es verdad: a veces el entusiasmo por escribir rebasa toda intención de orden. Mis varias libretas también tienen forma y tamaño diverso, aunque no llegan a ser tantas como las 73 que el investigador encontró en casa de su nieto. Confío que, en el futuro, un hipotético descubridor de mis apuntes los trate con delicadeza, en vez de considerarlos (como Poirot) evidencia incontestable de locura.

Hoy, cuando la mayoría prefiere apuntar con electrones antes que sobre  papel, no puedo dejar de pensar si a usted, admirada señora, le sucedería lo mismo que a mí, a quien las “facilidades electrónicas” le parecen generalmente más amenazadoras que entrañables.

Por ese motivo me atrevo a escribirle, haciendo votos para que su fama perdure. Así, cuando alguien me pregunte, sabré decirle por qué no renuncio –siguiendo un ilustre ejemplo– a mis confiables y queridas chancholibretas.

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Corriente Happy-Happy Inspiración pura

Artes cruzadas: Olaf oye a Rachmaninof

Nana decía que algunas historias son importantes por lo que cuentan; otras, por quien las cuenta.

Esa frase, dicha en una tarde llena de sol y nubes caprichosas, me abordó hoy porque encontré en Internet uno de mis cuentos favoritos, que conocí gracias a Edmundo Valadés y su indispensable (ya desaparecida) revista El Cuento. En este relato se cruzan la literatura, la música y el mar.

La historia se llama Olaf oye a Rachmaninof, escrita por el noruego Cary Kerner, de quien nada más se sabe. El protagonista describe, de la única manera que sabe hacerlo, la presentación de un virtuoso, y al hacerlo invoca su propia magia.

Como acompañamiento, pueden escuchar, junto a Olaf, dos piezas del concierto, ambas de Beethoven: la Sonata 23, por Daniel Barenboim, y la Marcha Turca, en manos del mismísimo Rachmaninof. Todo sea por disipar el lunes.

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Corriente

Todo vuela

Como el tiempo y con el tiempo, ha llegado abril.

Esta extraña primavera de lluvia y sol trae un turno para posar palabras y apariciones en Escribidores y Literaturos.

Flechazo. Lo que provoca Cupido tiene alas.

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Corriente

Rincones Insólitos: El Bardo del tuít

Aunque me divierte, tuíter no logra convencerme del todo, por la misma razón de exigencia y falta de tiempo que le achaco a féisbuc. Sin embargo, aparte del diálogo con algunos ilustres amigos de la granja (gracias al #cuentoalvapor), a veces es posible encontrar cosas interesantes.

Esta no la esperaba: Romeo y Julieta en tuíter. Una iniciativa (nada menos) de la Royal Shakespeare Company que, sin saberlo, le copia a cierta historia en capítulos de #sietepalabras, conocida por aquí hace algunos ayeres.

Shakespeare y @estradalberto: Bard Brothers.

Cosas veredes, @chanchopensante.

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#cuentosalvapor Borrones Joy-Joy Marranadas

Evan… ¿huh? – #cuentoalvapor

Cuando Sumiko se asomó a lo que quedaba de la calle, vio el único semáforo que quedaba en pie parpadeando en rojo.

El polvo de las construcciones caídas ocultaba la luz del sol, y le pareció muy raro que podía ver el disco completo sin necesidad de entornar los ojos. Era como el eclipse que le había tocado ver cuando niña.

Recordó fugazmente aquel lejano día de 1936 en el que gente de todos lados vino a presenciar tan impresionante evento. La tristeza la embargó, porque ahora Kitami, su querido pueblo estaba destruído completamente.

Como pudo, trató de incorporarse, pero estaba atrapada entre los escombros del patio de su casa.

“Al menos es madera” musitó.

En la lejanía, un chirriar metálico se anunciaba cada vez más cerca.

Y el retumbar.

La piel se le ponía de gallina de saberse tan minúscula y sin esperanzas ante aquella amenaza. Lo poco que había quedado en pie, se tambaleaba cada vez más.

TROOOOMMMM – SQUEEEEEK – TROOOOMMMM

Podía sentirlo.

Era el fin.

Pasó saliva y otra vez el recuerdo.

Minoru ofreciéndole el té en aquel bello atardecer de primavera. Justo ahí, donde ahora había ruinas y destrucción.

La fuente.

El puente.

“Minoru, falta poco para que nos veamos…”

SQUEEEEEK

Cuando reaccionó, lo tenia justo encima de ella.

Era un angel monumental.

Redondo.

Negro como la noche.

Otra vez el recuerdo. El señor Makita, su maestro de física hablando de la antimateria y los hoyos negros. De la nada. Ahora que la tenía enfrente, no sintió miedo; solamente paz.

Iba a entonar aquel canto sintoísta “cruzando el río” cuando el estrépito la volvió a la realidad.

Los restos de su casa, volaron arrastrados por el ímpetu endiablado del EVA tacleando al angel quienes en su desenfrenada carrera hicieron ahora un surco en lo que quedaba de su manzana.

Macabramente, Sumiko, tenía asiento de ring-side en este combate de sumo monumental.

El angel se incorporó de forma casi mágica volteando sus interiores hacia afuera y mutando entre chirridos y rasguños de metal.

El EVA empuñó su espada y esperó.

Pasaron diez, quince, cincuenta segundos y todo era silencio. El Angel se quedó inmovil y empezó a cambiar de color.

Sumiko sintió una estática muy fuerte que la hizo recordar a su abuelo; y sus relatos sobre la explosión en Nagasaki.

FFFFFFFFFFFFFTTTTTTTTTTTTTT

El aire se hacía cada vez más denso; Sumiko no podía respirar. La boca le sabía a metal.

FFFFFFFFFFFFFTTTTTTTTTTTTTT

“Minoru”

La explosión atómica voló completamente Kitami y las dos montañas que lo rodeaban.

Bzzzzz…frrrttt… BZZZ!!!

-“¿Misato? ¿me escuchan en la base…? ¿Hola? ¿HAY ALGUIEN AHÍ?”


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#cuentosalvapor Corriente Marranadas

Barrenos

Paul Valéry afirmó que un poema no se termina, se abandona, y de esto se hizo eco Octavio Paz. Creo lo contrario: el poema abandona al poeta en el desierto de su deseo no saciado.”  — Juan Gelman, al recibir el premio Reina Sofía.

Este lento consumo de  silencios parece, casi todo, un gemido sordo, entrecortado, maloliente, como trazo de gas pimienta en este aire que decimos –tú y yo– que respiro.

Día tras día, despepitar hasta que sólo quede eso: un rastro de semillas donde nada crece, ni siquiera la carne que alojaba esa esperanza en forma de goteras. Desvelo tras desvelo, una enorme pesadilla inatrapable que asfixia.

Encuentro descanso en la confiable tinta negra (ya sabes que la azul puede ser peligrosa) y temo, creo que con razón, la visita de mi albacea, pues ahora sus afectos tienen un guardián implacable, y yo, apegado a la nostalgia y a los viejos usos, utensilios y costumbres, cada vez quedo más en desventaja.

Lo único que me mantiene cuerdo es el insomnio, cruelmente destruido por el sueño, disipado al poco rato (una hora más temprano) por la luz que inaugura la vigilia.

Ah, pero siempre llega la noche. No estoy loco; sólo escucho con un poco más de cuidado este nuevo silencio. Las voces nunca respetan mis deseos.

Los habitantes de la imaginación entran y salen en un torbellino de letras que nadie puede advertir.

Antes de que amanezca, el caos de mi cerebro persigue una palabra que le dé sentido al sacrificio, a la morbosa violación de una página blanca.

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