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Ay, mis ojos

Los madedos de san Juan
Los madedos de san Juan
Molestias inoportunas
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Precaucíón: sustancia altamente tóxica
Precaucíón: sustancia altamente tóxica
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Corriente

Que no es difícil leer

Desde que se me ocurrió entrarle a eso del reto de los 50 libros, confieso que estoy un poco más atento a lo que leo y por qué lo leo. Lo que no sabía era que aparecerían muchas lecturas “repentinas” que tal vez no sean válidas para el conteo… pero que también son parte del consumo cultural.

Las “reglas” del reto exigen básicamente que los libros tengan más de 100 páginas y que no hayan sido leídos anteriormente, por lo menos en la inmensa mayoría de los casos. Sin embargo, hay otras lecturas que, acumuladas, también suman buen número de páginas, por ejemplo:

1. Revistas, tanto las “obligadas” (que ameritan suscripción o lectura constante) como las “ocasionales” (que de vez en cuando traen algo atractivo, útil o interesante). En mi caso, las primeras son dos o tres y las otras unas cuantas más.

2. Periódicos (impresos o en línea) aunque sea por la página editorial, la sección cultural, los deportes, la cartelera del cine o la TV… y como decía mi tío abuelo, hasta para saber quién se murió.

3. Los Blogs con mayúscula y sitios de los amigos de la Granja, que son de visita frecuente: Diana, Lalo, Ga, Won-Tolla, El Lic., Mara, Clau, Paloma, Lau, NTQVCA, Mr. 7w7, junto a los que escriben menos: El Gallo, Adrián, Sadóvaya alias Patricio… y hasta Aldo, quien de plano no escribe en su blog desde hace rato.

4. Algunos autores y personajes rara vez alcanzan o superan las cien páginas. Entre ellos ocupa primer lugar  la poesía en general, que comúnmente aparece en las llamadas plaquettes (entre 16 y 64 páginas), a menos que se trate de antologías o recopilaciones que reúnen más de un libro o autor. El otro caso es el de los comics, tebeos o historietas (como quieran llamarles), usualmente de 32, 48 ó 64 páginas… cuando no son versiones en Internet.

Todo esto sin mencionar que cualquier cibernavegante y lector tiene lecturas inconfesables y rincones insólitos de esparcimiento en la Güeb o fuera de ella, llenos de letras, imágenes o ideas que también exigen dedicación.

Lo que no estoy muy seguro de que cuente como lectura son los comentarios blogueros… aunque sin duda los disfruto. Sobre todo cuando se convierten en verdaderas reuniones virtuales, como ocurrió con el post número 100 de esta pocilga y suele suceder en los espacios de la Granja.

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Corriente Marranadas

Pasmus Linguae III: No tienes nadanadanadanada (que no)

Cervantes, grabado por Frederick Mackenzie (Wikimedia Commons)

sic: Nadie está excento de no necesitar a nadie.

Cervantes e Ivanius: (Re)sick.

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Corriente El rincón insólito Fotos Inspiración pura

Rincones insólitos: Fotogenia para todos

Así debería llamarse el sitio del neoyorquino Jordan Matter. Las imágenes (y las instrucciones que ofrece a sus “modelos”) presentan (y venden) a un profesional que disfruta y conoce su negocio, cuida a sus clientes… y toma muy buenas fotos. Casi hace creer que la belleza depende sólo del ojo… del fotógrafo.

Ah. También se hizo famoso por un proyecto (titulado “Uncovered”) fotografiando mujeres en Nueva York, testimonio de que todo arte puede contar historias. Y la razón para incluirlo como rincón insólito.

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Corriente siete

Consolaciones (y esperanzas)

Gorda o flaca, aún tengo la vaca.

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Corriente

La humildad es la verdad

«[El amor]… ocupa un término medio entre la sabiduría y la ignorancia, porque ningún dios filosofa, ni desea hacerse sabio, puesto que la sabiduría es ajena a la naturaleza divina, y en general, el que es sabio no filosofa. Lo mismo sucede con los ignorantes; ninguno de ellos filosofa, ni desea hacerse sabio, porque la ignorancia produce el pésimo efecto de persuadir a aquellos que no son bellos, ni buenos, ni sabios, de que poseen esas cualidades; porque ninguno desea las cosas de que se cree provisto…». Platón, Symposio.

«El buen sentido es lo mejor repartido entre todo el mundo, pues cada quien se cree tan bien provisto de él, que incluso los más quejumbrosos acerca de cualquier otra cosa no apetecen más del que ya poseen. En este aspecto no se puede creer que todos se equivoquen; más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por diferentes rumbos y no tomamos en cuenta las mismas cosas. No basta, en efecto, tener buen ingenio: lo principal es aplicarlo bien. Por eso en las almas más grandes hay capacidad tanto para los mayores vicios, como para las mayores virtudes; y por eso mismo los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él.

Por mi parte, nunca he presumido de poseer un ingenio más perfecto que los ingenios comunes; hasta he deseado muchas veces tener el pensamiento tan rápido, o la imaginación tan clara y distinta, o la memoria tan amplia y presente como algunos otros. Tampoco conozco de otras cualidades, sino de las que contribuyan a la perfección del ingenio; pues en lo que toca a la razón o al sentido, siendo ésta la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales, quiero creer que está entera en cada uno de nosotros y seguir en esto la opinión general de los filósofos, que dicen que el más o el menos es sólo de los accidentes, pero no de las formas o naturalezas de los individuos de una misma especie.

Luego, sin temor, puedo decir que considero gran ventura para mí el aventurarme desde joven por ciertos caminos que me han llevado a las consideraciones y máximas con las que he formado un método, en el cual confío tener un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta lo más alto a que la mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida puedan permitirle llegar. Pues tales frutos he recogido ya de ese método que, aun cuando, en el juicio que sobre mí mismo hago, procuro siempre inclinarme más por la desconfianza que por la presunción, y aunque, al mirar con ánimo filosófico las distintas acciones y empresas de los hombres, no hallo casi alguna que no me parezca vana e inútil, sin embargo no deja de producir en mí una extremada satisfacción el progreso que creo haber alcanzado ya en la investigación de la verdad, y concibo tales esperanzas para el porvenir, que si entre las ocupaciones que afanan a los hombres, puramente hombres, hay alguna que sea sólidamente buena e importante, me atrevo a creer que es la que yo he elegido para mí». René Descartes, Discurso del Método.

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Corriente

Los aprendizajes de un lector en 2008

Me asombra haber leído 90 libros en 2008, sobre todo por la variedad de temas y los factores que ayudaron a construir esa lista. El reto era 50, y sabía que lo superaría, pero no a ese grado.

En lugar de hacer simplemente una breve reseña de cada uno de los libros de 2008, prefiero compartir algunas de mis impresiones sobre los más destacados, como una guía personal y tratando de excluir (pero no del todo) los que ya mencioné en este otro artículo sobre el tema. Si alguno de los lectores y visitantes de este espacio quiere información sobre los libros no incluidos en este post pero sí en la lista de 2008, deje un comentario.

Primero, las mejores recomendaciones de este año: No es país para viejos, que nunca se me hubiera ocurrido leer si no me lo recomiendan, y aunque es una historia dura, el libro es muy bueno. No he visto la película aún. La otra recomendación memorable, ésta totalmente cercana a mis gustos, Océano Mar: Alessandro Baricco sabe lo que hace… y parece que las traducciones del italiano se le dan mejor a Anagrama que las del inglés… como comprobé con otro buen libro, El perfeccionista en la cocina de Julian Barnes.

La mejor serie: Sin duda, las aventuras del clan Malaussène escritas por Daniel Pennac, y su ensayo Como una novela. Del ensayo, no pueden perderse el Decálogo del Lector. Las novelas son homenaje (o parodia) a algunos de los más “altos” géneros de escritura novelesca, y los personajes resultan muy gratos.

A mi parecer, los mejores libros que leí en 2008 son:

1. Como una novela – Un profesor de literatura de secundaria se plantea cómo lograr que sus alumnos disfruten la lectura. El resultado es este ensayo que destroza varias de las “reglas no escritas” sobre los libros, la enseñanza y muchas cosas que se supone debemos hacer para “enseñar” a leer a los demás. Incluye el más que indispensable “Decálogo del lector”. Este libro me animó a conseguir las novelas del autor, que también resultaron muy buenas.
2. El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco – Literalmente, el último libro de Bukowski: ácido, desenfadado e iconoclasta al máximo. Búsquenlo.
3. El Cid – Una de las mejores reconstrucciones del héroe español en novela; la lectura fluye, los personajes actúan y el lector aprende. Un libro que, por mí, puede sustituir muchas aburridas horas de clase en la secundaria.
4. Buenos días, Sócrates – Me lo topé gracias a la vagancia en línea. Además de ameno, es interesantísimo para explicar muchos de los absurdos que los seres humanos cometemos “por tradición”… y cómo superarlos. Una obra de divulgación científica que todos deberíamos leer (y comentar).
5. Tsugumi – Las complicidades de la amistad, la autobiografía novelada de una autora en el Japón moderno… una lectura delicada y sustanciosa, divertida y amarga. Para los que creen que en Japón todas las mujeres son geishas.
6. Océano Mar – No sé cómo describir este libro y la sensación que me dejaron sus personajes. Los habitantes de un hotel frente al mar reaccionan de maneras diferentes, pero todos unidos por el ritmo de la playa, la brisa y la búsqueda personal: cada quien recibe algo, aunque no sea lo que cree que vino a buscar. Desde que leí Seda supe que este autor me caería bien.
7. Firmin – Arrasó con los premios: un ratón que, en vez de comer libros, los lee. O algo así. Páginas de tributo y nostalgia sólo aptas para quien ama los libros, llenas de referencias semicultas, semicursis, disfrutables.
8. El perro de terracota – Una aventura del inspector Montalbano: Sicilia, pasta y crimen. Un detective sibarita que, además, opera en territorio de la mafia.
9. Good Omens – Un ángel y un demonio tienen que trabajar juntos, no sólo para conservar su trabajo, sino para salvar al mundo. Eso después de encontrar al Anticristo, que se les ha perdido… Una colaboración mitad mítica y mitad satírica, sobre las “cosas serias” de la vida sobrenatural. Advertencia: imprescindible el sentido del humor. Como diría Catón, prohibido para puritanos.
10. Next – En su penúltima novela, Crichton plantea una pregunta: ¿hasta dónde puede llegar el avance de la ciencia que ahora se dedica a “patentar” los genes? La respuesta hace devorar las páginas… y las uñas.
11. Maneras de perder – No recuerdo cómo hallé a este autor. Creo que algún blog lo mencionaba; pero dio en el blanco. Lo terminé de leer con excesiva rapidez y sin dejar de sonreír, a pesar de que los temas no siempre eran alegres.
12. El vuelo de Eluán – Afortunadísima compra impulsiva: las aventuras de un hombre que puede volar, en un mundo extraño y fantástico. Perfecto para hacer más corto un viaje en cualquier transporte público, o para niños imaginativos.

El tema de 2008: Sin haberlo planeado, leí tres novelas históricas sobre la misma época (la  “Reconquista” de España) pero con diferente perspectiva: la judía (Orovida), la musulmana (A la sombra del granado) y la cristiana (El Cid), todas plenamente recomendables. Este año hubo mucha novela histórica, pues también leí sobre Teodora de Bizancio (extraordinaria), sobre Troya (muy buena) y sobre Sor Juana. Las novelas de Patricia Cox, que escribió muchas páginas sobre los personajes y épocas de México, merecerían sustituir a los aburridísimos libros de historia con que a muchos nos torturaron (y siguen torturando) en las aulas.

Ahora mis “peores” lecturas de 2008:

1. Muerte en el castillo – La autora quiso hacer una de misterio cuando lo que le resulta mejor son las novelas costumbristas sobre Oriente, que le dieron el Nobel. Esta fue una decepción, y (por mucho) la peor novela del año y de la escritora; prefiero volver a leer Viento del Este, Viento del Oeste que es muy buena.
2. El fin de la locura – Lo compré sólo para leer mientras hacía fila para entrar al cine… así que no puedo decir que “perdí” dos horas leyendo, pero no me gustó lo suficiente como para terminarlo.
3. Emily L. – Esta autora se me resiste. Su estilo introspectivo y la excesiva (para mí) indiferencia que manifiesta hacia sus personajes, a quienes puede no ocurrirles nada durante páginas y páginas, me enfada. Lo terminé por pura disciplina.
4. Filosofía para bufones – Libro de referencia para aquellos que quieran conocer las partes más anecdóticas de la vida y obra de filósofos y pensadores, para aderezar la plática o reunión con comentarios y ocurrencias. Un libro caro y poco sustancioso, pero un tanto útil como divulgación o material para clases.
5. La hermandad de la sábana santa – Una periodista escribe una novela sobre templarios e intrigas en la Edad Media. No me gustó; creo que le faltó mucho para atrapar al lector, aunque la historia daba para eso. Hace tiempo leí La biblia de barro que es un poco mejor, pero no creo leer más de esta autora.
6. Soldados de Salamina – Novela-reportaje sólo para los MUY interesados en los personajes de la Guerra Civil española. Los que quieran leer buen material novelado sobre ese tema, eviten a Hemingway (Por quién doblan las campanas) y lean a Gironella (Los cipreses creen en Dios).
7. De las cenizas volverás – No sé qué le pasó a Bradbury. Pero lo volveré a intentar.
8. Los amigos del crimen perfecto – Un club de aficionados a las novelas detectivescas se topa con la muerte al estilo de sus héroes. Libro-homenaje al género que pudo ser mejor, pero entretiene lo suficiente.
9. El sueño de Inocencio – Me pareció aburrida y excesiva a ratos, como afanosa de tomar personajes conocidos para hacerles decir o hacer cosas atípicas o de plano iconoclastas. Un anticlímax, como la de Javier Cercas, luego de leer cosas como Teodora, Orovida o El Cid.

Uno que agradezco haber leído: Señas particulares. El tema no es grato, pero la información es valiosa y el estilo sorprendentemente ameno.
El que más me hizo reír: Copyright. No podía ser de otra forma, cuando uno de los autores es Luis Pescetti y el otro pertenece a Les Luthiers. Sentido del humor + referencias “cultas ocultas”. Dignos sucesores de Jardiel, con un estilo propio.
El mal sabor de boca: El alma del vampiro y El pintor de batallas. Bien escritos, pero no agradables. Lo mismo pasó con La presa.

Los clásicos que no había leído: Julio Cortázar (ingenioso, sutil, preciso) y Larry Niven (alucinante, indispensable para quienes creen que la ciencia ficción es sólo Isaac Asimov), además de Sandokan, que por alguna razón se me había escapado (prefiero al Corsario Negro y al León de Damasco).

Los libros inconclusos: De las cenizas volverás (recibirá otra oportunidad); El vuelo de la libélula (cuestión de ánimo); y El fin de la locura, que se  quedará inconcluso.

Mis releídos preferidos de este año: Nils Holgersson, Julio Verne, Isaac Asimov.

Los pendientes: Bulgakov (quería cerrar el año con ese, pero no hubo tiempo) y dos de Pennac, que me trajeron de España.

Un gran, gran año para la lectura. Ya llegó 2009, asi que… ¡a leer!

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Corriente Inspiración pura

Musas en la caja

En una esquina olvidada de mi cuarto, una caja de zapatos junta ese polvo que pudre los recuerdos.

Las manos de las musas, algunas de carne y hueso, depositaron los retazos de magia que conserva.

Una cosa no hay: fotos. Sólo fragmentos de escenas y palabras; ningún rostro, porque no puedo olvidarlos.

En la noche, cuando dejo de escuchar la respiración junto a mi almohada, algo se mueve. Sé que es la tapa de la caja, pero cuando me levanto a mirar todo parece estar igual que antes.

Como no sucede con frecuencia, quienes me oyen decir que las musas rondan mis zapatos creen que estoy loco. Pero lo cierto es que cada mes debo cambiar la caja, porque las ideas son inquietas y voraces, y el archivo donde intento guardar las versiones finales de mis sueños siempre amenaza con desbordarse.

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