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Corriente El rincón insólito Marranadas

Rincones Insólitos II: El comic es Cooltura

lo que se encuentra al no seguir la línea recta

Debo confesar que este me hizo reír.

El Capitán Cooltura y el Agente Moleskine. Lenguaje re-finado, humor nerd. Ya están advertidos. Para mejores efectos, empezar desde el principio.

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Happy-Happy

Brindis IV

Y el Castor pidió otro chile..

La dieta no pudo, tráiganme otro chile.

Vic.

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Happy-Happy

Este es bueno… ¿Será?

if I had one of these...

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete.

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Borrones Marranadas

Bueno bueno bueno…

casi son asi mis discos

Me doy cuenta del inexorable paso del tiempo por varias razones. Desde hace ya diez años, han ido quedando registrados en mi memoria casi todos los cambios de clima y estaciones de los años.

Me fascina el ligerito calentamiento que se siente los primeros días de la primavera; la gente salimos todavía abrigados, pero sabemos que lo peor ha pasado y viene lo bueno.
El verano se deja sentir con todo en sus primeros días, y, además de los días más largos, la alegría de ver el cielo tan azul y el sol tan resplandeciente a mi hora favorita (5pm) el gozo que traen esos días es incomparable. Después vienen la lluvias. Chale. No me gusta la lluvia. Los días grises. Londinenses. Holandeses.
Nel, no es para mí.
Ahora esa “época de lluvias” va de masomenos abril o noviembre. Asi de tanto hemos jodido a nuestra jefa Gaea.

Y sí, recuerdo casi todos los años y estaciones, por las marcas mentales que he puesto en proyectos, sucesos o cosas que han ido ocurriendo en mi vida… desde hace 10 años.

Mi trabajo desde hace más de 5, ha requerido que sea un auténtico bicho trashumante de la ciudá. Ora en el sur, ora en las zonas industriales, ora en santa Fe y otra vez más por CU. ¿Portales? ¿Iztapalapa? ¿porqué no Tlalnepantla y Naucalpan? aún cuando no soy un gran conocedor de la ciudad, creo que he estado en muchos lugares de esta urbe. Y la amo. Me gusta.

Pero después de leer a Clau, y ahora a Lau, hablando del soundtrack de sus vidas; me doy cuenta que empiezo a ser un ruco de hueva. Mis recuerdos cada vez, están MENOS ligados a la música. Si no son las cumbias que pesco al cruzar “guaracheera liindaaa… guaracherermooooosaaaa…” o el radio en una de las oficinas que frecuento con los éxitos de radio unversal; nada. De mí no se dice nada.

Okeeei, si. Aitá el aipod.

Pero lleno hastalamadre de pura música con más de 5 años de antigüedad. Chingao, insisto. El ruco se casiapodera de mí.

Eso que tanto me había negado ser. Ese que tanto criticaba.

Después de este famoso tiramiento al piso con todo y patadas de ahogado incluídas, te pido, amable lector, me recomiendes algo de música nueva de paquete que valga la pena. Algo para acompañarme, algo para hacer el nuevo sauntrac de mi vida.

Porque neta, Mozart ya me tiene hasta la madre; y mis discos de dance-house ya están a punto de borrársles los zurcos de tantas pasadas.

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Corriente

Visiones I

Antes de la primera llamadaÉl era tímido. Sobre todo en público y ante las mujeres olvidaba lo que tenía que decir: aunque en su cabeza sonaba muy inteligente y melodioso, en cuanto abría la boca todo se hacía pedazos.

Un día llegó ella y se acabó la paz, porque al ser presentados, ella decidió que él tenía talento para el teatro, y le hizo aprender páginas y páginas de diálogo, donde él estaba casado (con otra, pero eso era parte de la obra), tenía que ir a una cena y aparentar conversaciones mundanas. Era un breve cuadro navideño: cinco actores, escenario y público.

Él ensayó interminablemente porque aunque sufría al pensarse centro de las miradas, lo que más temía era olvidar sus diálogos, los cuidadosos piropos, las órdenes al mayordomo, o las anécdotas de viajes y dinero que eran parte de sus líneas. Por eso las repetía en su cabeza una vez tras otra. Muy tímido, nervioso, pero eso sí, tenía excelente memoria. Ella estaba segura de que la obra sería “aplastante”. Acertó.

La presentación fue un éxito, pero sin él, que olvidó la fecha y la hora del estreno. El actor sustituto se robó la escena con sus improvisaciones.

Desde entonces, cada vez que se encuentran, ella piensa que él es un pelmazo. Él… no ha logrado olvidarla, pero ya no le importa ser tímido.

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Happy-Happy

Gracias.

Me puso de buenas tu blog, GA.

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Corriente El rincón insólito

Rincones insólitos: Lost Zombies

lo que se encuentra al no seguir la línea recta

Hay un nuevo experimento en esta pocilga.

A partir de hoy los lectores y visitantes de este espacio podrán encontrar periódicamente la liga al rincón insólito, donde aparecerá (por elección unilateral y probablemente efímera de los Chanchospensantes) algún lugar extraño, exótico, extravagante o curioso en la maraña de la Güeb.

O sea, uno de esos sitios que nos topamos en la vagancia internáutica sin saber cómo. No son enlaces pagados, ni adsense ni ná. Simplemente “sucedencias”. Así como le pasó a Caperucita Roja por no ir directo a casa de la abuelita.

En esta ocasión, el rincón insólito es Lost Zombies, dedicado a todos aquellos que ni muertos se separan de las redes sociales.

Manéjese con precaución.

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Corriente

Navegante III

beach_sandEn alguna caja encontré hace poco un trozo de foto, entre los sobres viejos de las antiguas musas.

Junto a ella, en lo que pensé que era una carta pero resultó un sobre vacío cuidadosamente doblado, leí un nombre de mujer junto al de un país que no era el mío, y encontré un mechón de cabello no tan misterioso, que me hizo sonreír primero sin malicia.

Pero me costaba trabajo recordar por qué ese fragmento de foto, donde sólo aparece un poco de arena.

¿Significa que la rompí, o que la guardé por algo? Ni idea.

Mientras intentaba pensarlo, poco a poco la escena se me presentó cuando no era imagen. Cuando estuve allí. Entonces, es verdad, nada me importaba más que esa esquina de la playa.

La arena no era blanca, sino… color arena, como dicen quienes no conocen el Caribe.

A partir de entonces sólo pude contemplar ese fragmento de recuerdos, hasta que Benedetti se entrometió en mi memoria y desperté.

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Disculpitas Explicaciones

Cero y van tres o ¿esto es justicia?

Soy un infractor impune.
Y lo reconozco. Pero es sí, no porque yo quiera.

En mi historia tengo registrados varios encuentros con los guardianes del tránsito en la ciudad; es más, hasta tengo incidentes de tránsito en el gabacho, aunque a dios gracias estos sin la intervención de los “correctísimos” oficiales en moto o patrulla; y aún así, el saldo resulta a mi favor.

No sé si esto que escribo va a ser un consejo, un choro, o un manual de procedimientos sobre cómo salir valseando de un embrollo automovilístico cuando hay canes uniformados de por medio.
Veamos:

Sábado por la noche.
Calle solitaria.
Me bajo del auto porque me parece que una llanta está baja. Apagao el auto, las luces y reviso. Regreso y ps nada, todo en orden.
Retomamos la marcha.
No bien avanzados 50 metros, una moto de tránsito me flashea la torreta y la luz de la moto. Yo, confiado, me orillo. “Ps cuál es el problema, venimos bien ¿no?”. Pues no güey, traes las luces apagadas. Verifico y entonces sí, sudo frío. “Demonios, no traigo la licencia”.

Se acerca un “oficial” y al son de “buenas noches caballero”, me extiende la mano para saludarme. Dudo varios segundos si dársela o no, porque es muy apestoso ese gesto de su parte; y el güey se empieza a poner nervioso que no lo pelo. Al fin se la extiendo y aprieto con todo, entonces él la retira dolido, y se pone hostil:
– “Sus documentos por favor”.
– “Deme un segundo”. Saco la tarjeta y se la doy.
– “Su licencia”.
– “Mmm. Esa no la traigo.”
– “¿Puede bajar por favor?”

Creo que si hay una siguiente, tendré que trabajar en eso, porque al bajarse, se está aceptando un diálogo desos en corto.
Ya abajo, el güey me dice que la multa por no traer licencia es corralón directo, y que “ps se le hace mala onde llevarme, en sábado por la noche”. Yo sintiendo que me hierve el buche digo:
– “Bueno, vámonos”.
Se le desorbitan los ojos y atina a decir:
– “¿Deveras?”.
– “Si, no traigo dinero y no pienso darle un centavo a usted. Vámonos”

Se pone gallo el güey, y muy dignamente me dice que lo siga. Nos dirigimos al corralón de Barrientos.
Se echa a andar despacio y de repente, acelera. Lo sigo.
Pasamos un tope, una bocacalle, y el güey demuestra que es un dechado de procedimientos para manejar: direccionales, intermitentes, freno, límite de velocidad… Y entonces se estaciona y me hace señas.

– “¿A dónde se dirige?
– “A mi casa”.
– “Ire, tenga su tarjeta y váyase con precaución. No olvide encender sus luces. Que tenga buena noche”.

Así que en dos ocasiones más, la historia ha sido la misma aunque en circunstancias diferentes; tales como un auto nuevo sin permiso en su viaje inaugural, y un foco apagado al frente otro día.
Hasta la segunda vez, me parecía “algo divertido” el asunto.
“Chinches policías, les da hueva llevarte al corralón porque pierden tiempo para morder… ja-ja”.
Pero el viernes sí sentí que algo está MUY mal, y neta… no sé.

Traté por un momento de hacer pensar al pobre idiota que me paró, hablándole de que todos estamos cansados de la corrupción, y que no habría porqué negociar la ley, que porqué chingados no me llevaba y me yo tenía mi merecido por olvidadizo…
El contestó: “espéreme, voy a ver con el comandante”.

En ese momento supe que todo había valido madre.

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Borrones Corriente

Palabrería cotidiana III

Escribir es una actividad de minero, de talador, de alquimista, de jardinero. Exige manchar las manos en el frío del oficio, esculpiendo a golpe de tinta y electrón algo que no sé bien a qué o a quién se parece… hasta que termina. Sólo entonces, al final de la obra perseguida.

plumafuentePor ese instante es todo el afán. Para eso gasto  sueños y sangre: para construir refugios de palabras.

A veces, el agotamiento de vivir en todo lo que no son letras me impide pensar en ellas. Pero el cuaderno es implacable con su estridente coro de vacío. Aun cansado, hay que escribir otra sílaba, una línea, una frase… para que la fatiga se diluya.

Por culpa de ese breve instante, ese fulgor y otros detalles y gestos me transforman (desde una sonrisa hasta las carcajadas torrenciales del “chiste local”; desde un saludo envuelto en éter hasta el inescapable abrazo). Entonces experimento una felicidad que agoniza en su mismo nacimiento.

Dura muy poco: lo suficiente para exprimirle un par de letras al silencio… y seguir adelante.

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